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SuperBigote, un superhéroe que también divide a Venezuela

Tom Phillips

14 de febrero de 2022 00:18 h

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¿Es un pájaro? ¿Es un avión? No, es una campaña de propaganda venezolana diseñada para consolidar la imagen de hombre fuerte de Nicolás Maduro con la ayuda de un héroe con capa llamado SuperBigote.

El superhéroe de dibujos animados, que tiene un inconfundible parecido con el presidente de Venezuela, ha sido recibido con elogios o burlas, dependiendo del lado en que se sitúen los espectadores del amargo cisma político del país.

Los políticos favorables a Maduro han elogiado al “indestructible” fortachón, que aparece en la televisión estatal utilizando su superpoder –un puño de hierro en su mano izquierda– para proteger a su patria socialista de un villano parecido a Donald Trump.

“¡Está buenísimo! No se lo pierdan!”, tuiteó el viceministro de Comercio, Luis Villegas Ramírez, tras el capítulo en el que SuperBigote trata de enviar a los venezolanos vacunas cubanas, rusas y chinas contra la COVID y en el que Estados Unidos intenta bloquear la entrega con la ayuda de los enemigos internos de Maduro.

“¡Los destruiremos por fin! ¡Sufrirán! ¡Llorarán! Serán el epicentro mundial de la pandemia!”, se jacta el ruin imperialista con un fuerte acento en español antes de que SuperBigote salve la operación. “Nadie se mete con SuperBigote”, dice el canal de televisión estatal VTV en Twitter.

Los enemigos de Maduro han criticado la serie, con expertos que denuncian lo que algunos llaman un intento de construir un culto a la personalidad o incluso un intento de control mental al estilo de Goebbels. Otros se preguntan por qué el supuestamente todopoderoso SuperBigote no había logrado proteger a su país de la catástrofe humanitaria.

Julio Borges, un destacado líder de la oposición, ha sugerido que “SúperDestructor de Venezuela” sería un nombre más apropiado. “Maduro es sinónimo de miseria y corrupción”, tuiteó Borges junto a fotografías de venezolanos rebuscando alimentos en los contenedores.

Guillermo Zubillaga, especialista en Venezuela de la Sociedad de las Américas/Consejo de las Américas, señala que la caricatura aparentemente frívola tiene su lógica. Cree que los asesores esperaban que SuperBigote enfatizara la invencibilidad de un político que, contra todo pronóstico, ha superado una implacable campaña apoyada por Estados Unidos para derrocarlo.

“Su superpoder es mantenerse en el poder”, indica Zubillaga, señalando el apoyo decisivo de China y Rusia, cuyo viceministro de Asuntos Exteriores, Sergei Ryabkov, se negó en enero a descartar el envío de tropas a Venezuela si las tensiones con Estados Unidos seguían aumentando. “El mensaje que intentan transmitir es que tienen el control total”, dice.

“Te distrae de la verdadera realidad”

Maduro no es el primer líder autoritario al que se le da el papel de superhéroe de cómic. En 2016, los propagandistas chinos produjeron una versión en caricatura de su líder, Xi Jinping, en la que el jefe del partido comunista jugaba al Whac-a-Mole con funcionarios corruptos.

Un año después, Moscú acogió una exposición de arte llamada SuperPutin, con esculturas y pinturas que celebraban el lado de superhéroe del presidente ruso. Una de ellas mostraba a Putin con un traje de Superman ceñido a la piel y con las iniciales SP escritas en el pecho.

El predecesor de Maduro, Hugo Chávez, recibió un homenaje póstumo en viñetas en el que revolucionarios latinoamericanos como el Che Guevara y José Félix Ribas le daban la bienvenida al cielo.

Zubillaga sospecha que los encargados de la propaganda del Gobierno vieron el cómic de SuperBigote como una cortina de humo para un tema mucho menos divertido: el colapso de Venezuela. “Es tan ridículo que hace que la gente hable. Te distrae de la verdadera realidad de los seis millones de personas en el extranjero, las cifras de desnutrición y el hecho de que hay 250 presos políticos”.

“Creo que es eficaz. Yo no lo descartaría”, añade. “Repites una y otra vez que es un héroe hasta que la población empieza a creerlo”.

Frank Dikötter, autor de un libro sobre los cultos a la personalidad del siglo XX, centrado en su caso en dictadores, está menos seguro. “El dilema del dictador es que debe mostrarse cercano al pueblo pero, por otro lado, muy por encima de la lucha política, y en particular de su entorno, ya que cualquiera podría apuñalarle por la espalda en cualquier momento”. En ese sentido, “una caricatura parece socavar ligeramente esa sensación de distancia”, puntualiza el profesor de la Universidad de Hong Kong.

Dikötter indica que el arte se ha utilizado durante mucho tiempo para señalar las cualidades extraordinarias e incluso sobrenaturales de esos líderes: “Pero nada tan frívolo como esto. No es muy digno, ¿no creen?”.

Traducción de Emma Reverter