La noticia de que el autor del atentado de Londres nació en Reino Unido y estaba inspirado por el islamismo extremista era totalmente predecible, como también lo era su historial delictivo. El detalle más sorprendente de lo que sabemos del perfil de Khalid Masood es su edad: 52 años, casi el doble que la mayoría de los atacantes.
El ataque fue reivindicado el jueves por ISIS. El grupo ha sido muy selectivo con estos comunicados, que son creíbles y cuidadosos con el vocabulario utilizado. ISIS ha descrito al atacante como un “soldado” que ha respondido a su “llamada”, indicando que el grupo probablemente no tuvo contacto previo con Masood antes de la matanza.
La misma terminología ha sido la utilizada para describir a gente como Omar Mateen, que abrió fuego contra la multitud en una discoteca de Florida en junio y que juró lealtad a ISIS durante el ataque, y Mohamed Lahouaiej-Bouhlel, que en junio arrolló y mató a 84 personas en un desfile en Niza con un camión.
Para otros atentados como los cometidos en París y Bruselas el año pasado, el ISIS suele utilizar otras palabras. En la mayoría de estos casos los atacantes recibieron órdenes, fueron entregados y enviados por planificadores de ISIS tras pasar un tiempo en Siria.
Uno de los objetivos de ISIS es dar la impresión de alcance global. El comunicado de la reivindicación del ataque de Londres fue emitido en árabe, francés, alemán e inglés. Hay muchas razones para ello.
La primera es que el grupo necesita fomentar la floja moral de sus reclutas y simpatizantes en Oriente Medio y Europa, que se ha visto debilitada por meses de reveses militares. El lema de ISIS es “resistir y expandir”, pero recientemente ha hecho muy poco en ambos sentidos.
El ISIS siempre ha utilizado la violencia para lanzar sus tres principales objetivos: aterrorizar (inspirar miedo irracional en una población determinada, habitualmente civil), polarizar (dividir comunidades para reclutar partidarios a través de mayores tensiones) y movilizar a sus seguidores.
Una segunda razón es que la raíz de la ideología yihadista radica en la idea de que todos los miembros de la comunidad musulmana global –la umma– tienen la obligación individual de actuar en defensa de cualquier correligionario en cualquier lugar del mundo si están siendo atacados, sin tener que pedir permiso a un dirigente, padre o líder religioso. Esto significa que toda organización extremista tiene que reconocer la idea de una lucha mundial unificada.
La tercera razón es que el reclutamiento en estos grupos, especialmente el ISIS, depende en parte de la idea de que los voluntarios se están comprometiendo con algo que tiene una relevancia y presencia mundial.
Finalmente, la naturaleza de las tendencias terroristas da una falsa impresión. Este jueves un hombre fue detenido por intentar atropellar con un vehículo a un grupo de personas en Amberes. Tenía una pistola y armas blancas. Las tácticas se difunden rápidamente a través de fronteras internacionales. ¿Una conspiración global? ¿O simplemente un efecto de imitación? Este último es casi seguro uno de estos casos.
La naturaleza de la amenaza es local
La realidad es que la violencia islamista extremista moderna nunca ha sido tan internacional como han imaginado a menudo terroristas y sus víctimas. En los ataques del 11 de septiembre de 2011 participaron secuestradores que volaron miles de kilómetros desde sus hogares en Oreinte Medio y que vivieron durante meses en EEUU antes de atacar. Pero esto fue una anomalía, aunque ha deformado la visión sobre la naturaleza de la amenaza durante una década.
Una gran proporción de los ataques que se han producido desde el 11-S han tenido como protagonistas a reclutas locales atacando a objetivos locales. Esto ocurre en los conflictos en el mundo islámico, donde se producen la mayoría de muertes por terrorismo. En 2010, los servicios de inteligencia en Afganistán quedaron muy sorprendidos al enterarse de que la mayoría de los atacantes talibanes operaban en un radio de 25 kilómetros de su hogar. Por otro lado, cabe destacar que las filas de Boko Haram en Nigeria y de al-Shabaab en Somalia están compuestas por nigerianos y somalíes, no por extranjeros. Esto es lo que pasa también en Occidente.
En España, el atentado en Madrid de 2004 fue obra de una red de personas que vivía a menos de dos kilómetros de la estación en la que mataron a cerca de 200 personas. Los atacantes en el atentado de Londres del 7 de julio de 2005 eran del norte de Inglaterra y de los alrededores de la ciudad. Los asesinos del exsoldado Lee Rigby en el sureste de Londres en el año 2013 vivían a pocos minutos en coche del lugar del asesinato. Los hermanos que atentaron en las oficinas de Charlie Hebdo en París en enero de 2015 vivían a pocos minutos en coche del objetivo. Y la mayoría de las redes que atacaron de nuevo en el corazón de París once meses después eran de origen francés o belga francófono. El atacante de Niza vivió durante mucho tiempo en la ciudad portuaria.
Hay excepciones. La persona que perpetró el ataque en Berlín justo antes de Navidad era de origen tunecino y un puñado de los atacantes de París eran de Oriente Medio.
Muchos de estos agresores habían participado en delitos menores o graves. Para aquellos que ya viven al margen de la sociedad y de la ley, el paso hacia el activismo violento es más pequeño de lo que debería. Las cárceles son un lugar clave en el que este tipo de personas pueden quedar expuestas a ideologías y personas radicales. Los contactos criminales pueden proporcionar un apoyo logístico esencial, que a menudo pasa inadvertido.
El significado de la edad de Masood se aclarará quizá más adelante. Por el momento, simplemente resalta la variedad de perfiles extremistas y lo impredecible de esta amenaza. La mayoría de radicales islámicos tenía entre 18 y 35 años, con una media de edad que se ha ido reduciendo en los últimos años. Algunos analistas creen que la atracción que experimentan hacia el radicalismo tiene que ver con una rebelión generacional. Los radicales de extrema derecha tienden a ser mucho mayores. Thomas Mair, el asesino de la parlamentaria Jo Cox, tenía 52 años.
Por supuesto, cada caso es único. Y la realidad es que, de la misma manera que toda la política es esencialmente local, también lo es el terrorismo. Los estrategas extremistas islámicos han trasladado este desafío a su visión global durante años, y todavía no han sabido dar una respuesta adecuada. Los expertos occidentales todavía debaten si las motivaciones de estos lobos solitarios son 10% ideología y 90% contexto local, o exactamente al revés.
Pero la triste realidad es que, aunque pueda ser tranquilizador culpar a las personas malas o a sus malas ideas (que vienen desde lejos a atacar nuestros hogares), no debe sorprendernos que el hombre que atacó el lugar más simbólico de toda Gran Bretaña haya nacido precisamente en Reino Unido.
Traducido por Javier Biosca y Cristina Armunia