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Deliveroo es la distopía en la que puede convertirse nuestro futuro

Una vida a lo Black Mirror. Así es como la sindicalista Mags Dewhurst describe su trabajo como repartidora de Deliveroo, la conocida plataforma online de reparto de comida a domicilio. Esta es una historia de trabajadores a los que llaman emprendedores para despojarles de sus derechos, de una carrera cada vez peor en los términos y condiciones de los contratos laborales, y de algoritmos y aplicaciones que dirigen el trabajo de personas.

Me he sentado con cinco mensajeros de Deliveroo en la sede del Sindicato de Trabajadores Independientes de Gran Bretaña (IWGB, por sus siglas en inglés), una agrupación que luchó con éxito por los derechos de los trabajadores inmigrantes especialmente mal pagados. Los repartidores hoy son considerados contratistas independientes autónomos o microempresas ciclistas. Eso hace que carezcan de derechos que cualquier trabajador debería poder dar por sentados: salario mínimo, vacaciones pagadas, jubilación, protección contra la discriminación y derechos sindicales.

Cuando terminaba el año 2016, el sindicato pidió que se le concediera el derecho de representar a los repartidores de Deliveroo en Camden y Kentish Town (en el norte de Londres) en los convenios colectivos. De esa forma pasarían a una categoría de autoempleo conocida como “trabajadores agentes (b)” y conseguirían al menos los derechos básicos.

Tres semanas antes de que el caso llegara al comité central de arbitraje, Deliveroo se sacó un as de la manga introduciendo una cláusula en los contratos de todos los empleados que, supuestamente, otorgaba a los repartidores el “derecho” de permitir que cualquier otra persona hiciera el trabajo en su lugar.

Todo era una farsa. Los repartidores tendrían que someter a un control de antecedentes penales y otro de inmigración a cualquier posible sustituto, así como cumplir con leyes específicas (para asegurarse de que no han sido objeto de trata, por ejemplo). Pero la cláusula permitía a Deliveroo presentar a los repartidores como si fueran subcontratistas autónomos: ¿o en qué empresa se ha visto que los empleados tienen la libertad para encontrar a un sustituto que haga su trabajo?

La artimaña funcionó. Según Dewhurst, el dictamen de la comisión fue “99%” en favor de los repartidores. Incluso, dijo, la comisión aceptó que los repartidores de Deliveroo no querían ni necesitaban esa nueva cláusula, pero la compañía ganó gracias a un tecnicismo.

El sindicato está ahora buscando financiación para seguir luchando con una apelación en el Tribunal Supremo que costará decenas de miles de libras. Si pierde, el sindicato se enfrenta a la ruina y la perspectiva de que otros empleadores incluyan la misma cláusula en los contratos para librarse del salario mínimo o los derechos básicos de los empleados.

Deliveroo dice que su intención es proporcionar cláusulas y condiciones justas a los trabajadores. De todos modos, es bueno detenerse a escuchar cómo le va a sus repartidores. Su presente puede ser nuestro futuro.

En una época había formación, dice Tom, de 24 años, repartidor de Tooting (en el sur de Londres): “Salías en la bici con un asesor de reclutamiento, llamado instructor, que también estaba clasificado como contratista independiente”. Los repartidores me han dicho que ahora escasea la formación apropiada porque eso les haría parecer empleados en vez de contratistas.

Según Tom, los responsables de Deliveroo “han terminado perjudicándose a sí mismos por querer darle la vuelta al modelo de negocio”: “¿Te imaginas si en la presentación inicial de la startup hubieran dicho a los inversores: ‘Vamos a coger a gente aleatoriamente de las calles’ ¡Por supuesto que no lo hicieron así!”.

A la mayoría de los repartidores de Deliveroo les pagan por entrega. Corre por su cuenta la financiación del equipo y las reparaciones que necesite. En las horas tranquilas del día, uno puede registrarse en la aplicación como disponible para trabajar, esperar y terminar la jornada sin cobrar nada. A cada trabajador se le asigna una zona (en una ciudad tan grande como Londres hay docenas de ellas). Pero los repartidores me han dicho que el tamaño de las zonas está ampliándose constantemente, por lo que cada vez tardan más en hacer las entregas y cobran menos.

“Todo se maneja por algoritmos”, dice Guy, de 20 años, de Brighton. “Pero la aplicación da bastantes problemas: puedes quedarte sin señal, el trabajo que te corresponde no es asignado, y si tienes demasiados pedidos sin asignar pierdes el empleo”.

El sistema incentiva que los pilotos vayan a velocidades peligrosas. Una vez, Mohann, de 25 años, se bajó de la moto y se lesionó gravemente la rótula, pero siguió hasta la dirección de reparto por temor a que el incumplimiento fuera motivo de despido.

Los que hacen un mayor número de entregas tienen preferencia para elegir las franjas de tiempo más lucrativas. Suena bien pero no es un sistema tan justo. “Te lo venden de esa manera tan masculina, que si eres realmente rápida y estás comprometida con la empresa ganarás mucho dinero”, dice Dewhurst. “Pero la realidad es que hay muchas variables que escapan de tu control: un pinchazo en la rueda, restaurantes que tardan demasiado o clientes que no están”.

Si te asignan un turno de trabajo en el que cobras menos del salario mínimo y cierras la sesión en la aplicación, es un punto negro en tu currículum que te obligará a trabajar en un turno de aún menos dinero la próxima vez.

Los repartidores cuentan historias de colegas despedidos por razones arbitrarias y fuera de su control, como fallos en el sistema o errores cometidos en la centralita telefónica. Como dice Alan, un repartidor de Barnet de 31 años, “si transfieres la responsabilidad a los que no tienen forma de responsabilizarse, estás volviendo al trabajo a destajo y sin derechos laborales de la era victoriana”.

Deliveroo se presenta como una oportunidad para obtener un poco de dinero de vez en cuando, incluso se habla de dinero de bolsillo. También dice que sus repartidores valoran la flexibilidad. Pero en la práctica, ninguna empresa puede trabajar y prosperar así. Los repartidores insisten en que ellos no están contra la flexibilidad, la innovación o la tecnología: solo quieren tener derechos. No hace falta mucha imaginación para darse cuenta de que estamos ante una distopía en el mundo del trabajo.

Como me dice Jason Moyer-Lee, el secretario general del sindicato, la aplicación de las leyes laborales es débil en comparación con las leyes de inmigración, por ejemplo. Es posible imaginar que este modelo sea adoptado por cadenas de café o tiendas de ropa. “Inicias sesión en la app de Topshop y te unes a la cola para trabajar”, dice Dewhurst. La propuesta es atractiva para las empresas porque elimina costes laborales y recursos humanos.

No olviden que los contratos de cero horas eran una innovación poco conocida hasta que se extendieron por toda la economía. Podría ser un episodio de Black Mirror pero no lo es. Estamos en Gran Bretaña en 2018. Es Black Mirror en tiempo real.

Traducido por Francisco de Zárate