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Cómo es vivir en Belgorod, la ciudad rusa en primera línea de la invasión de Ucrania

Pjotr Sauer

20 de mayo de 2022 22:26 h

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El sonido de la guerra es cada vez más fuerte en Belgorod, una ciudad rusa de tamaño medio situada a unos 40 kilómetros de la frontera con Ucrania. Y las explosiones son más frecuentes.

“El domingo nos despertaron otra vez las explosiones. Nunca se sabe si son ellos (Ejército ucraniano) o nosotros los que disparamos”, dice Vladímir, un comerciante de la ciudad.

Vecinos como Vladímir fueron los primeros testigos del despliegue militar ruso en la zona a principios de año, cuando miles de soldados se concentraron cerca de Belgorod antes del ataque de Moscú a finales de febrero: “Cuando empezó el conflicto, oíamos cómo se lanzaban misiles hacia Ucrania. Pero ahora también nos atacan a nosotros. Es un sonido diferente”.

Con la prolongación de la guerra y el fracaso de Rusia en su objetivo de tomar rápidamente Kiev, las autoridades de Belgorod y otras ciudades fronterizas han denunciado en las últimas semanas una serie de ataques de las fuerzas ucranianas.

Ucrania no ha reconocido directamente la autoría de esos ataques, pero ha tildado los incidentes como venganza y “karma” para Rusia, casi tres meses después de su invasión.

“Se respira tensión”

Los presuntos ataques ucranianos, que comenzaron cuando dos helicópteros impactaron contra un depósito de petróleo en Belgorod el 1 de abril, han aportado un nuevo elemento a la guerra planteando la posibilidad, hasta ahora impensable, de que algunos de los devastadores daños que Moscú ha infligido a Ucrania lleguen al propio territorio ruso.

“Hablamos mucho de lo que está ocurriendo, por supuesto. En la ciudad se respira tensión”, dice Anna, una profesora de Belgorod. “La vida sigue, pero a veces es imposible ignorar la situación, como cuando la ciudad estuvo envuelta en una densa humareda”, asegura en referencia al ataque contra el depósito de combustible.

Solo esta semana, las autoridades de Belgorod han afirmado que ha habido al menos tres ataques. La semana pasada, Vyacheslav Gladkov, gobernador de la región de Belgorod, dijo que un civil ruso murió en un ataque en una pequeña localidad de la zona.

Durante los últimos días, las fuerzas ucranianas han recuperado el control de pueblos que estaban en manos de las tropas rusas al norte y noreste de Járkov, y las han hecho retroceder hacia la frontera, cerca de Belgorod. Esto ha supuesto un cierto alivio para Járkov, la segunda ciudad más grande de Ucrania, que se encuentra a solo una hora en coche de Belgorod y ha estado sometida al bombardeo enemigo desde que comenzó la guerra en febrero.

Y aunque el consenso entre los expertos militares sigue siendo que Ucrania no intentará penetrar en territorio ruso, sus avances han sido recibidos con malestar en Belgorod y en toda Rusia.

En un reciente encuentro con la población local, Gladkov tuvo que responder preguntas de votantes preocupados sobre lo que significarían los recientes avances ucranianos para Belgorod. El gobernador trató de transmitir tranquilidad, pero admitió que algunas partes de la región estaban bajo “bombardeo constante”.

También ha elevado el nivel de amenaza de la ciudad a “amarillo”, el segundo más alto en un sistema de tres niveles. Anna dice que se está notando una mayor presencia policial en toda la ciudad.

Por otra parte, se han registrado dos incendios en instalaciones del Ministerio de Defensa en la región de Belgorod, así como daños en un puente ferroviario clave para Rusia, lo que ha llevado a especular con la posibilidad de que saboteadores ucranianos hayan actuado en territorio ruso. Las autoridades rusas no ha comentado los incidentes, y sigue sin estar claro qué causó los incendios.

Lazos con Ucrania

Nikita Parmenov, periodista del medio independiente Fonar, sostiene que la falta de información sobre algunos de los últimos incendios ha generado “temores y cotilleos acerca de que los ucranianos se han infiltrado en las ciudades y pueblos de la región”.

A pesar de la amenaza directa que plantea Ucrania, Parmenov afirma que no se aprecian signos visibles de un aumento del patriotismo en Belgorod. “Muchos vecinos tienen vínculos directos con Ucrania, hablan con sus familiares al otro lado de la frontera. Da la sensación de que entendemos mejor lo que pasa que la mayoría de las regiones de Rusia”, subraya el periodista, que ha estado en contacto con su tía de Odesa.

“No se percibe entusiasmo por la operación militar especial. De hecho, ha roto a familias, mientras que otras prefieren no hablar del conflicto con sus amigos y hermanos en Ucrania”, dice.

Pero no solo los ataques ucranianos han perturbado la vida en las zonas fronterizas de Rusia. La guerra también ha tenido efectos más amplios. Desde el comienzo de la invasión, Moscú ha suspendido el funcionamiento de 11 aeropuertos en zonas del centro y el sur de Rusia cercanas a Ucrania, alegando la “difícil situación que rodea” al país vecino. Este cierre ha dificultado los viajes de millones de rusos.

Entre los aeropuertos cerrados están los que dan servicio a destinos vacacionales populares, incluidos algunos de la península de Crimea anexionada y las ciudades turísticas del Mar Negro de Gelendzhik y Krasnodar.

“Me hago a la idea de que la temporada de verano será un desastre”, lamenta el propietario de un hotel en Sebastopol, Crimea.

Según un estudio del periódico ruso de información económica y política Kommersant, durante el primer fin de semana de mayo, cuando los rusos suelen viajar al sur del país, la tasa de ocupación hotelera en Crimea fue del 10-15%.

La previsión del sector turístico de la península es que hasta el 70% de las habitaciones de hotel se queden vacías durante las vacaciones de verano, debido a las dificultades para viajar a Crimea y a la preocupación de que esté demasiado cerca de la guerra. “Va a ser un verano duro”, dice el propietario de un hotel de tamaño medio de Crimea. “Pero en la guerra hay que hacer sacrificios”.

Traducido por Emma Reverter.

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