Trump se dispone a tomar el control absoluto de EEUU
Poder absoluto. Donald Trump ha ganado las elecciones cabalgando sobre el fantasma del fraude electoral y la desconfianza en el sistema político estadounidense. Pero ha sido él quien ha ganado, por segunda vez, con ese sistema electoral que ha cuestionado hasta el punto de alentar el asalto al Capitolio; con el mismo sistema que le ha permitido dar la vuelta a la mayoría demócrata del Senado y estar a punto de retener la Cámara de Representantes: a partir del 20 de enero de 2025, cuando tome posesión como el 47º presidente de Estados Unidos, lo hará con el control, también, del Poder Legislativo.
Además, Donald Trump ha derrotado a Kamala Harris presentándose ante el país como víctima de una Justicia corrupta que le persigue y le condena por pagar a una actriz porno por su silencio; que no paga impuestos y que le investiga por su participación en el asalto del Capitolio del 6 de enero de 2021 y por abusos a mujeres.
Pero lo cierto es que Trump goza de una supermayoría conservadora en el Tribunal Supremo de Estados Unidos: los nombramientos durante su primer mandato han llevado a que haya seis conservadores frente a tres progresistas, algo inédito. Tan inédito como que hicieron posible dar la vuelta a la doctrina que ha protegido el derecho al aborto durante décadas en EEUU, llevándolo a situaciones muy restrictivas en estados como Florida, por ejemplo.
Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Donald Trump se encuentra a punto de tomar el control total de Estados Unidos, potencia económica mundial, con varios botones nucleares y hegemón de la OTAN. Y lo hará después de querer presentarse como un outsider enfrentado al establishment representado por las élites demócratas y republicanas tradicionales, a pesar de ser un magnate y contar con el apoyo de una de las personas más ricas del mundo, como Elon Musk –dueño de X, donde se difunde sin filtro buena parte de la desinformación, y de Tesla–, y de lograr que Jeff Bezos, el principal accionista de Amazon, bloqueara el apoyo de su periódico, The Washington Post, a Kamala Harris en la campaña electoral.
Trump ha hecho un final de campaña oscuro, hablando de “enemigos internos”, con mofas en sus mítines hacia la “basura” de Puerto Rico, atacando a periodistas y medios de comunicación, usando verborrea belicista contra ex referentes republicanos que apoyaban a Harris –como Liz Cheney–; diciendo “ser el protector de las mujeres aunque no quieran”; inventando mentiras sobre los migrantes, como que se comían las mascotas en Ohio; y describiendo un país deprimido, deprimente y depauperado cuya “grandeza” hay que recuperar, que no se corresponde ni con los fríos datos y ni con el papel que tiene en el mundo.
En todo caso, le ha salido bien y ha logrado una victoria completa, total. “Los demócratas se han pasado todo el ciclo intentando atraer a los republicanos moderados, sin conseguir gran cosa. Mientras tanto, han desatendido a su base tradicional, lo que ha beneficiado a Trump”, explica a elDiario.es el estratega político Connor Mulhern.
Joshua A. Cohen, estudioso de datos y autor de la newsletter Ettingermentum, entiende que “los demócratas tenían una oportunidad de hacerlo bien gracias a Dobbs”, la sentencia del Supremo de 2022 que anulaba la protección al aborto. Pero, agrega, “la Administración de Biden era tan impopular que podía hacerles desaprovechar esa ventaja”.
Cohen considera que el Partido Demócrata “debería haber celebrado unas primarias de verdad” y que “la llegada de Kamala Harris como sustituta supuso una mejora, pero siempre fue una solución parcial, en comparación con haber elegido a alguien realmente desconectado de la Administración Biden. No obstante, la reacción inicial ante ella parecía conectar con ese perfil de demócrata genérica que podría querer todo el mundo, y quizá es posible que hubiera podido serlo. Pero una campaña débil y conservadora terminó lastrando el potencial que podría tener, a pesar de que al final parecía llegar con probabilidades de ganar, pero las encuestas no han demostrado ser capaces de rastrear una parte importante del apoyo de Trump. Será mucho más difícil pronosticar las elecciones presidenciales en el futuro”.
El profesor de Ciencias Políticas en el City College de Nueva York (CUNY) Carlo Invernizzi, quien antes de las elecciones dijo que el cambio de estrategia en campaña podría salirle mal a Harris, dice a elDiario.es que el resultado electoral tiene que ver con un “un claro rechazo al establishment del país procedente de casi todos los demás sectores de la sociedad”; “demuestra que las tiritas no son un remedio suficiente para curar los problemas que ya surgieron en 2016” con la primera victoria de Trump, y “que la COVID-19 probablemente tuvo más peso del que se piensa en el resultado de 2020”. Y añade: “Pero lo realmente difícil de explicar es por qué está ocurriendo esto a pesar de unos datos económicos relativamente buenos”.
“La inflación ha sido un desastre para los demócratas”, argumenta Mulhern: “Es evidente que el aumento en el precio de una hamburguesa en un restaurante (de lo que culpan al Gobierno) ha sido más importante que el aumento de sus salarios (que atribuyen a su propio esfuerzo). Podemos hablar de la desinformación y la polarización de género, pero al final, a pesar de que los salarios hayan subido, el ciudadano medio no lo ha percibido así; aunque hayan crecido más que la inflación, si ven que sus compras diarias en el supermercado están subiendo, sienten que sus ingresos están bajando”.
“La inflación en las compras diarias es terrible para la popularidad, lo cual ha terminado resultando en la reelección de Trump”. Y sentencia: “Es extremadamente malo para Estados Unidos y el mundo”.
En efecto, las consecuencias de la victoria de Trump no se verán solo en Estados Unidos, en los retrocesos en derechos de las mujeres, derechos humanos y de las personas migrantes, incluso en las consecuencias de las bajadas de impuestos que van a hacer aún más precarios los servicios públicos en el país. La victoria de Trump va a tener traducción internacional: guerra comercial con la Unión Europea, un mayor acercamiento al presidente ruso, Vladímir Putin, con lo que eso representa para los equilibrios geopolíticos en Europa y en relación con China.
Pero, también, supone el mayor empujón imaginable para la ola reaccionaria que está creciendo en buena parte del mundo. No en vano, en su fiesta del recuento electoral se rodeó de Eduardo Bolsonaro, hijo del expresidente brasileño Jair Bolsonaro, y el ultra británico Nigel Farage, experto en bulos y desinformación –gracias a los cuales logró la victoria en el referéndum del Brexit–.
Eduardo Bolsonaro no es solo el hijo del expresidente ultra. Fue el señalado por Steve Bannon, fiel exasesor de Trump, para el club de extrema derecha llamado The Movement que intentó lanzar en 2019 y que pretendía ser una alianza de extrema derecha mundial que no terminó de cuajar orgánicamente. Dirigido por el ex estratega jefe de la Casa Blanca, The Movement apoyaba partidos y candidatos en toda Europa que abogaban por el populismo nacionalista en sus Estados frente “a la invasión de la soberanía” de organismos internacionales.
Felicidad en la extrema derecha mundial
Las casualidades no existen en política. Y si uno de los primeros que felicita y lo hace de forma más generosa es el primer ministro ultra israelí, Benjamín Netanyahu, quien lleva más de un año cometiendo un genocidio en Gaza, el mensaje es claro. “Tu histórico regreso a la Casa Blanca ofrece un nuevo comienzo a Estados Unidos y una vuelta al compromiso con la gran alianza entre Israel y Estados Unidos. ¡Es una gran victoria!”, escribió en X.
Otra ultraderechista, la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, tampoco se ha quedado corta. “Italia y Estados Unidos son naciones 'hermanas', unidas por una alianza inquebrantable, valores comunes y una amistad histórica. Es un vínculo estratégico, que estoy segura de que ahora fortaleceremos aún más”, ha expresado también a través de esa red social.
De la misma manera se ha expresado el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, quien trabó hace años buena sintonía personal y política con Trump y con Bannon, a quien recibió varias veces. Orbán también ha sido uno de los dirigentes europeos en el cargo que ha mantenido unas relaciones más fluidas con el expresidente, con el que se reunió durante su viaje a Estados Unidos para participar en la cumbre de la OTAN. Orbán incluyó al republicano en las citas de la que autodenominó una “misión de paz” que le llevó a Kiev, Moscú y Pekín cuando arrancó la presidencia rotatoria del Consejo de la UE y que soliviantó al resto de socios europeos.
“¡El mejor regreso en la historia política de Estados Unidos! Felicidades al presidente Trump por su enorme victoria. ¡Una victoria muy necesaria para el mundo!”, ha celebrado en X Orbán, que aseguró que abriría una botella de champán si el republicano se imponía en los comicios. Este jueves tendrá la oportunidad de hacerlo en una cena en la que será el anfitrión del resto de líderes de la UE y en la que está previsto, precisamente, que analicen la relación con EEUU tras las elecciones.
Quien tampoco podía faltar al festín ha sido el líder de la extrema derecha española, Santiago Abascal. “Es la hora de los patriotas. Es la hora de la libertad”, ha expresado en un mensaje acompañado de una foto junto a Trump. Su aliada francesa, Marine Le Pen, ha dicho por su parte: “Esta nueva era política que se abre debe contribuir al fortalecimiento de las relaciones bilaterales y a la búsqueda del diálogo y la cooperación constructiva en la escena internacional”.
Y el presidente de Argentina, otro habitual de las cumbres ultras, mostró su felicidad por el resultado recordando un mensaje en la víspera en el que pedía a EEUU librarse “de las garras de los demócratas”.
Donald Trump ha ganado este martes unas elecciones que llegaban muy ajustadas. Y, con ello, está a punto de tomar el control total de Estados Unidos, tras la toma de posesión, prevista para el próximo 20 de enero. A partir de ahí, está por ver hasta dónde llega el retroceso en derechos dentro de EEUU y su posición geopolítica, entre el repliegue en los organismos multilaterales y la afabilidad hacia Putin y la familia ultras internacional.
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