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Así fue la huida de dos seguidores del movimiento Gulen tras el golpe de Estado fallido en Turquía

Mehmet Siginir aparece en una lista de periodistas y editores buscados por el gobierno de Turquía

Cristina Armunia Berges / Javier Biosca Azcoiti

  • Ahmet Demir y Mehmet Siginir cuentan en eldiario.es cómo fue su huida desde Turquía. El primero trabajaba para una editorial y el segundo es un empresario

“Las Fuerzas Armadas de Turquía han tomado completamente la administración del país para reinstaurar el orden constitucional, los derechos humanos, las libertades, el Estado de derecho y la seguridad general que estaba dañada. Se impone un toque de queda en el país hasta nueva orden”.

Escasos minutos pasada la medianoche del 16 de julio de 2016, los militares golpistas turcos obligaron a la periodista Tijen Karaş a leer este comunicado. Habían ocupado instalaciones clave, disparado contra autoridades leales al gobierno electo y atacado desde el aire el parlamento y el palacio presidencial. Sin embargo, el poder de los golpistas apenas duró unas horas. A las 4 de la mañana el Gobierno ya había recuperado prácticamente todo el control. Alrededor de 300 personas perdieron la vida.

En ese mismo momento, el presidente Recep Tayyip Erdogan ya culpaba al Movimiento Gulen de estar detrás del intento de golpe de Estado. Un año y tres meses después de lo ocurrido aquella noche hay más de 180.000 detenidos y casi 150.000 trabajadores despedidos, la mayoría de ellos acusados de pertenecer a esta organización.

Aquella noche, Mehmet Siginir, simpatizante del movimiento, estaba en su casa y se enteró de lo que estaba pasando por el ruido de disparos y el rugido de los aviones de combate. “Descansad, mañana lo hablamos”, le dijo a su familia. Sin embargo, sabía que tendría problemas. “Tenía muchísimo miedo”, confiesa. Mehmet había trabajado 13 años para la editorial Kaynak Publishing Group, asociada al Movimiento Gulen. “Nuestro equipo preparaba los textos y las publicaciones principales de Fethullah Gulen y de todo el movimiento”, explica.

“No os asustéis, pero tarde o temprano vendrán a por mí”, le dijo al día siguiente a su familia. “Tenemos que salir de aquí”. Justo un mes después del intento del golpe de Estado, el 16 de agosto, Mehmet y su familia estaban de camino a España. Su mujer es murciana y tienen derecho a residir en suelo español. La angustia de que un día el Gobierno llamase a su puerta se alargó un mes, lo que duró la espera del pasaporte de su hijo recién nacido. 

Fue un mes dominado por el miedo y una preocupación que en el consulado español parecían no entender. “Cuando yo les dije que tenía que salir de Turquía lo antes posible, me dijeron que no iba a pasar nada”, asegura. “¿No ves que hay un gobierno fuerte?”, recuerda que le dijeron. “No tenían ni idea de lo que estaba pasando y de lo que iba a pasar fuera del consulado”, denuncia.

El editor está convencido de que salió justo a tiempo. “En ese momento no estábamos en las listas, pero a partir de la última semana de agosto empezaron a detener a mucha más gente, incluyendo a personal de mi grupo editorial”, afirma. Efectivamente, había razones para tener miedo: “Finalmente, en enero de 2017 vi mi nombre en una lista de periodistas y editores buscados”.

Pero los problemas para los seguidores de Gulen no empezaron con el intento de golpe de Estado, asegura Mehmet. “La confiscación de empresas e instituciones privadas propiedad de los simpatizantes del movimiento empezó tras las investigaciones de corrupción de 2013”, cuando el Gobierno acusó al movimiento de intentar llevar a cabo un golpe de Estado judicial sacando a la luz estos escándalos de corrupción.

“En noviembre de 2015 llegaron a nuestra oficina unos 150 policías con una orden de registro. Supuestamente buscaban información de blanqueo de capitales, pero claro, no encontraron nada”, asegura. “Después volvieron a venir y la policía se pasó toda la noche copiando cajas y cajas llenas de pen drives que yo tenía para promocionar la revista Cascada en Latinoamérica”. Mehmet era el responsable del departamento de castellano de la editorial.

Ese mismo mes empezó el proceso de confiscación de las empresas de Kaynak y el Gobierno nombró un nuevo consejo administrativo. “Nos reunieron en grupos y nos dijeron que eran funcionarios que trabajaban en nombre del Gobierno y que estaban ahí para facilitar nuestro trabajo y mejorar la situación económica”, recuerda. “También nos dijeron que no tuviésemos miedo de perder nuestro trabajo”. 

El 12 de febrero de 2016, tres meses después de que el Gobierno tomase el control de la empresa, Mehmet recibió una llamada de la dirección: “Estás en el grupo de unas 30 personas con las que no queremos seguir”. Mehmet asegura que los despidos colectivos se extendieron durante meses y denuncia que no le han pagado su finiquito, de unos 15.000 euros.

Ahmet Demir, un empresario turco en Madrid

Ahmet Demir no habla español. Bueno, en realidad sabe unas cuantas palabras y se defiende en inglés. Como todo buen comerciante turco, espera dominar nuestro idioma en unos meses. Es de estatura media, tiene el pelo cano y hace algo más de un año huyó de Estambul por temor a que el Gobierno le detuviese.

Cuando estalló el golpe de Estado fallido en el verano de 2016, estaba de vacaciones en Grecia junto a su familia. Volvió a Turquía el 17 de julio, apenas día y medio después de la revuelta, pero si hubiera sabido lo que estaba a punto de pasar, “no hubiera regresado”.

A finales de ese mismo mes ya estaba en España intentando poner en marcha una hamburguesería. Ahmet y su primo son socios y llevaban tiempo pensando invertir en España. Primero salió él de Turquía, pero su primo no lo consiguió, y actualmente está detenido.

Demir tenía en marcha dos negocios en la capital turca. El primero, y quizá el más importante para él, era una residencia de estudiantes adscrita al Movimiento Gulen. El segundo, una empresa de importación de equipos informáticos procedentes de China y Corea. La empresa de importación sigue en funcionamiento, ya que no fue intervenida por el Gobierno. Aun así, todo eso ya es parte del pasado. Su presente es seguir abriendo restaurantes en Madrid.

“El Gobierno anunció el Estado de emergencia el 20 de julio y el 28 emitieron unos decretos donde decían que iban a confiscar todas las empresas relacionadas con el grupo 'terrorista' o 'golpista' Gulen. Ese mismo día, equipos de policía llegaron a la residencia”, recuerda con la ayuda de un traductor.

En parte, Ahmet abrió esta residencia para devolver al movimiento lo mucho que le ayudó durante sus estudios. En estas instalaciones se alojaban estudiantes de las universidades del Bósforo, Galatasaray y del Robert College. “La policía nos enseñó una orden de confiscación en la que ponía que se lo llevarían todo, hasta las guitarras de los alumnos”. La residencia y todo lo que había dentro fue vendida por el Gobierno a otros grupos religiosos “favorables al Gobierno por un precio nimio”.

Antes de que congelasen también sus cuentas bancarias, consiguió hacerse con su dinero personal y llegar hasta España con su mujer y su hijo. Una vez aquí, hizo una solicitud de asilo que todavía está pendiente de resolverse, y en estos momentos posee una tarjeta roja de residencia temporal.

Ahmet no tiene claro qué sucedió con los estudiantes ni con los directores y subdirectores de la residencia. Según cree, algunos estudiantes fueron deportados a sus países, pero sospecha que otros también fueron detenidos, como ocurrió con el personal de la residencia.

¿Por qué seguir al Movimiento Gulen?

“Conocí el movimiento en el año 1993 mientras estudiaba en el instituto, me ayudaron en mis estudios para presentarme a la selectividad”, dice Ahmet con nostalgia. “Más tarde me quedé en los pisos y casas del movimiento donde se quedan los simpatizantes”. Al parecer, todos los contactos del movimiento se hacen a una edad temprana en el instituto e incluso en el colegio.

“Esa relación no es clandestina, es institucional. Se hace a través de los cursos de preparación para la selectividad”, defiende.

Mehmet también conoció el grupo en el instituto e hizo el curso de preparación a la selectividad con ellos. Posteriormente estudió lengua y literatura española en una universidad privada afín al grupo. “Después estuve un año o dos en las residencias del movimiento para ayudar a los más jóvenes. Eso funciona así. Si eres universitario ayudas a los del instituto, si estás en el instituto ayudas a los menores. Así es cómo establecemos contactos. Siempre hay alguien que te enseña y alguien a quien vas a enseñar”, explica.

A pesar de las acusaciones, Fethullah Gulen ha condenado el golpe y sus seguidores insisten en que no es un movimiento político que busca hacerse con el poder. Sin embargo, hasta la fecha del intento de golpe, muchos de sus miembros formaban parte del poder judicial, el ejército y la policía.

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