La puerta que se abre a la vida para las víctimas de violencia machista
Al abrirse la puerta parece un piso cualquiera, con una cocina, varias habitaciones y baños. Pero pronto comienza a sentirse tranquilidad. Entre estas paredes se respira protección y seguridad. Esta casa no es un vivienda cualquiera, esta casa salva vidas.
Es uno de los pisos de la red de alojamientos para mujeres del Gobierno de La Rioja, a los que llegan víctimas de violencia machista en situación de vulnerabilidad y dificultad social. Mujeres como Cristina y Laura, que llegaron en septiembre, huyendo del maltrato que estaba acabando con sus vidas.
La red cuenta con 29 plazas de atención integral de larga estancia, a los que se suman los pisos de emergencia para las mujeres de los pueblos de La Rioja, ya que la atención de urgencia para las mujeres de Logroño está antendida por el SUS, el Servicio de Urgencias Sociales. Cuando visitamos la casa, el recurso está al 50% de ocupación, aunque “esto puede cambiar muy rápido, esta noche podría llegar al 75% con llamadas o casos pendientes de valorar, nunca puedes hacer una estimación”, puntualiza la coordinadora María José Mayoral.
Las mujeres que viven aquí tienen para ellas una habitación, aunque si tienen varios hijos se proporciona otra. Es su espacio íntimo reservado. “Lo ideal sería que los centros fuesen apartamentos pequeños”, defiende María José Mayoral, “pero de momento esto es lo que tenemos y ha hecho mucho bien”.
“No nos quedamos ancladas en la palabra víctima”
Pero más allá del espacio físico, al otro lado de esa puerta las mujeres se encuentran con un equipo humano que las acompaña a ellas y a sus hijos e hijas, “que son víctimas igual que sus madres”. Un equipo de profesionales de la psicología, el trabajo social y la educación volcados en ayudarles a construir un proyecto de vida.
“La violencia machista es una lacra, las mujeres vienen deshechas, es muy duro que durante años la persona que creías que te iba a acompañar, te destruya psicológica y físicamente”, subraya Mayoral. “Aquí viene a empezar algo que puede ser maravilloso pero que se desconoce. Y encima son ellas las que salen de su casa. Después ya se dan cuenta que es una liberación y un apoyo, pero el cambio es grande”.
Por eso, para Carolina Medina, la psicóloga del centro, la adaptación es uno de los pasos decisivos de la intervención. “La única entrevista conmigo con la que tienen que recordar lo que pasó es la primera, no me interesa indagar ahí si ellas no quieren”, explica.
El trabajo de esta psicóloga se centra en hacer brillar las fortalezas de estas mujeres: “no nos quedamos ancladas en la palabra víctima, no son víctimas, son poderosas, son unas leonas”. Pero no es fácil conseguir esa fuerza cuando te lo han quitado todo. “El mayor miedo es mirar para dentro y ver que no estás, y no digo rota, no estás. No estar es peor que estar rota”, advierte Carolina Medina, que hace de espejo para ellas, un espejo con el que potenciar sus valores.
Construir un proyecto de vida
La autonomía de las mujeres es un pilar fundamentar de la intervención. “Vienen siendo mujeres muy dependientes y aquí tratamos de hacerlas autónomas y empoderarlas, que sean capaces de valorar hasta donde pueden llegar y, si necesitan, saber pedir ayuda. No debemos olvidar que son mujeres libres”, señala María José Mayoral.
Por eso, el trabajo del centro también es preparar un proyecto para cuando las mujeres salgan por la puerta que les salvó la vida. Aquí el trabajo social juega el papel decisivo y se encargan de diferentes áreas. Desde el punto de vista jurídico, se acompaña en el proceso de juicio después de la denuncia o se prepara para presentarla. Aunque la trabajadora social Patricia Ocampo puntualiza: “no todas las mujeres quieren o pueden denunciar, son víctimas y pueden vivir aquí igualmente”.
También se trabaja la garantía de los derechos a nivel económico y social o para regularizar la situación: “es duro tener que ser víctima de violencia de género para adquirir derechos, afortunadamente hay una ley que ampara”.
Se interviene en el área de vivienda y en la inserción laboral. “Una mujer tiene que salir de aquí con un trabajo y una vivienda que cubra sus necesidades”, aunque según reconoce Ocampo estás áreas son complicadas hoy en día. Para la vivienda se trabaja con recursos de la comunidad y las necesidades de cada mujer y en el ámbito laboral se realizan cursos de profesionalización. “Son mujeres que al haber vivido con un hombre que las aislaba socialmente no tienen experiencia laboral”.
El tiempo de estancia en el centro es relativo. La coordinadora admite que “la capacidad es limitada y hay momentos que te gustaría que estuviesen más tiempo”, pero se va valorando cada caso según las necesidades. “También ellas necesitan salir y es importante que sientan esas ganas. Nosotras tenemos que llenar esa mochila de herramientas para que puedan enfrentarse a todo, como lo hace cualquier persona”.
“Esto no me ha ocurrido a mí por el hecho de que sea yo, si no por ser mujer”
No hay perfiles de mujeres que llegan a esta casa. Lo único que les ha hecho víctimas de violencia machista es ser mujeres. Cada historia es diferente a pesar de que compartan el horror. Sin embargo, todas asienten con la cabeza cuando escuchan las historias de las compañeras con un gesto que dice “eso también me pasó a mí”.
Por eso, a pesar de la pérdida de intimidad que supone vivir con otras personas, ese compartir experiencia les da fuerza: “escucharse entre ellas es sentir que no son diferentes, sino saber que 'esto no me ha ocurrido a mí por el hecho de que sea yo, si no por ser mujer' ”. Por eso, las intervenciones grupales son muy importantes: “al principio son más asépticas, sobre qué es la violencia, que son las fortalezas, el proyecto de vida, no fuerzo, comparten sus experiencias cuando quieren”, apunta la psicóloga.
El llanto de un niño interrumpe la entrevista en un momento. Entran por la puerta de su habitación para atenderle porque su madre ha tenido que ir a comisaría. Son muchas las puertas que han marcado a estas mujeres, entre ellas han estado encerradas en una vida de maltrato, han conseguido salir y huir, han llamado a otras para pedir ayuda y ahora, esta casa en la que viven, es una puerta más de su historia, es la puerta que se abre a la vida.
Recursos contra la violencia machista:
- Teléfono de información de la mujer 900 71 10 10
-Las mujeres víctimas de violencia de género en La Rioja tienen a su disposición la aplicación AlertCops
-Red de alojamientos de mujeres
- Centro asesor de la mujer (CAM) 941 294550
- Oficinas de asistencia a la víctima del delito (OAV)
- Logroño: 941 296365
- Calahorra: 94114 53 48/6
- Haro: 94130 56 25/6
- 016 Servicio telefónico de información y de asesoramiento jurídico en materia de violencia de género
- Red Vecinal contra la violencia de género e intrafamiliar 941244902/ 636759083
- SOS Rioja 112
- Teléfono de emergencias de Logroño 900 101 555
- Instituto de medicina legal de La Rioja 061
- Policía Nacional 061
Servicio de atención a la familia. (SAF) 941 272 054 - 941 272 071
- Policía Local 092
Unidad de Prevención Asistencia y Protección (UPAP) 941 272 109
- Guardia Civil 062
- ERIE (Equipo de Respuesta Inmediata a Emergencias) a través del 112
- Punto de encuentro familiar: 941 291 695
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