Entre los años 1975 y 2015, fallecieron durante los meses de enero un 24% más de personas que las que mueren de media el resto de los meses del año. Las diferencias han llegado a alcanzar casi el 50% algunos años como 2005. Aunque parece que las causas de esta alta mortalidad en enero pueden ser variadas, sí se apunta al frío como una de las principales.
Aunque el frío no es considerado en sí mismo una causa de muerte, sí favorece la propagación de virus y patógenos, causando efectos especialmente dañinos en las personas más frágiles con riesgo de infección. De hecho, existen estudios que relacionan directamente el frío con la mortalidad.
El frío provoca más muertes en regiones más cálidas, porque sus habitantes no están fisiológicamente adaptados y porque las viviendas están menos preparadas. De hecho, las temperaturas mínimas a partir de las que se dispara la mortalidad son de -10 grados en Ávila y 6 grados en Cádiz y Almería. Así, en España, Badajoz, Sevilla y Málaga son las provincias en las que se registran más muertes atribuibles al frío.
Como causa sociológica habría que añadir en esta ecuación la creciente pobreza tecnológica que ocasiona que algunas patologías puedan agravarse al permanecer en un ambiente con frío continuo.
En el extremo opuesto al mes de enero, el mes con menos mortalidad en el transcurso histórico es septiembre. No hay ningún factor relacionado con el frío ni con el calor extremo que pueda agravar las patologías, y eso se refleja en las estadísticas. En los últimos 30 años, todos coinciden en septiembre como el mes más benigno, excepto 1988 cuando fue junio el mes con menos fallecimientos.