¡Arriba las manos!

Rioja2

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@page { size: 21cm 29.7cm; margin: 2cm } P { margin-bottom: 0.21cm } La perspicacia de algunos comerciales que llaman a la puerta de casa puede llegar a límites insospechados. No es que todos sean así, es que como decían antiguamente: “nadie da duros a cuatro pesetas”. María es una señora de 80 años residente en Logroño y que fue víctima de la agresividad comercial de algunas personas que intentan vender productos fuera del establecimiento a toda costa.

Primero pasan al salón de casa con el pretexto de estar más cómodos y luego comienzan a intentar averiguar los gustos o aficiones de su presa. A María, concretamente, le ofrecieron en un principio una enciclopedia de Patrimonio a 3 euros, pero ella la rechazó. Luego le ofertaron una de Medicina Natural y Primeros Auxilios al mismo precio y accedió.

Entonces llega el momento de los regalos. Le enseñaron un libro de obsequios a elegir, entre los que se encontraban relojes, otras enciclopedias o “masajeadores” de pies. Hacen creer que son regalos gratuitos y que ese mismo día o, como mucho al siguiente, lo van a recibir en casa. Para ello, necesitan el DNI. En el caso de María, no lo encontraba y estos comerciales le sugirieron que le enseñaran la cartilla del banco, por lo que no tuvieron problema en cogerle los números de la cuenta bancaria. Luego le dieron a firmar un contrato, cuyas cantidades detallaba al final y en pequeño.

“Fui a casa de mi abuela a comer y me sorprendió ver un montón de cajas. Me dijo que se lo habían dado todo por 3 euros y que además le habían apuntado a un sorteo de una televisión de plasma. No me olía bien, por lo que me metí en foros de Internet que hablaban sobre esta empresa. Está por toda España, aquí en Lardero, y encontré el testimonio de gente que tenía que pagar hasta 4.000 euros bajo amenaza de entrar en un proceso judicial como no lo hicieran.”

La nieta de María llamó a esta entidad para informarse del compromiso que había adquirido su abuela. Una chica al teléfono le dijo que tenía dos contratos firmados. Uno por valor de 800 euros y otro que ascendía a 900, además de que su abuela ya había adelantado 180 euros en concepto de gastos de envío. “Les pregunté el plazo y la forma de revocar los contratos, el principal y el de ampliación, y me remitían a la parte posterior del contrato, de su boca no salía nada. Además me dijo que por qué lo quería cancelar, que si ella lo había firmado no le parecería tanto y que quién era yo para meterme”.

María no sabía que tenía que pagar ese dineral. Creía que esos regalos le habían costado 3 euros, más lo que le había entregado al chico que le trajo los paquetes por el transporte, 180 euros. “Cuando le dije a mi abuela lo que eran 1.800 euros en pesetas, casi se cae de la silla”.

Seguidamente, la nieta de María llamo a la Oficina del Consumidor y le informaron de que tenía 7 días hábiles desde la recepción del pedido para revocar el contrato y de cuáles eran los pasos a seguir para que todo se arreglara. “Me dijo que como este caso tienen muchos, habitualmente con gente mayor que son fáciles de convencer”.

Cuando buscó todos los papeles que necesitaba, la nieta se dio cuenta de que faltaba el contrato de ampliación. La empresa le dijo que lo tenía que tener, pero el de su abuela estaba en blanco. “Les llamé y me enviaron una copia. Qué sorpresa cuando vi que estaba escrito a mano. ¿Cómo se interpreta eso? Mi abuela tenía el contrato en blanco y la empresa a mano. Me da la sensación de que lo rellenaron en el momento y que falsificaron su firma”.

En cuanto recibieron el fax para revocar el contrato en la oficina central de Madrid, se presentaron en casa de María para recoger todo, no sin antes decirle que no tenía vergüenza por cancelar el pedido una vez realizado. María tuvo suerte de tener una nieta que le solucionó la papeleta antes de que expirara el plazo para revocar el contrato, pero ¿qué pasa con todas esas personas mayores que viven solas en casa?

Matilde Millán, responsable de la Oficina Municipal de Información al Consumidor de Logroño da algunos consejos. “Hay que saber lo que se contrata y para eso hay que leer la letra pequeña. Lo que se puede hacer en este caso es quedarse con el contrato y, antes de firmarlo, leerlo bien o informarse en la OMIC. De todas formas, si se ha firmado debemos saber que tenemos una serie de derechos como la revocación del contrato”.

Las personas mayores suelen ser un blanco fácil para estas prácticas éticamente reprobables, pero que no tocan la ilegalidad. Sin embargo, nadie está a salvo de picar en estrategias comerciales con regalos encubiertos. “Los más jóvenes acuden a los SMS Premium, con los que, por ejemplo, te puedes bajar un politono. Son servicios regulados, pero son contratos orales, algo muy peligroso. Se piensan que se van a bajar un politono y en realidad empiezan a bajarse 200. Hasta que le digamos para, imagínate a lo que puede ascender la factura”.

Las empresas de telefonía son las que se llevan la palma en la lista de quejas de las oficinas de consumo. “La telefonía es el gran caballo de batalla, ya que acapara casi el 80 por ciento de las quejas. Tenemos incumplimientos de contrato, problemas en las altas, bajas, portabilidades... También hay otro caso en el que llaman a tu casa y te dicen que te puedes ahorrar mucho dinero en el recibo de teléfono. Te hacen sacar la factura y ahí pueden ver tu número de cuenta bancaria. Nunca se debe dar ningún tipo de información, bastante información nuestra corre por todos los sitios por participar, por ejemplo, en un concurso. La gente debe saber que existe la Ley de Protección de Datos y que puede pedir a la empresa que los tiene que los borre de su base de datos”.