La noche de San Juan es mágica. Según la tradición se trata de la noche más corta del año, cuando coincidiendo con el solsticio de verano las almas se purifican gracias al fuego de las hogueras. Los que más y los que menos se han reunido en alguna ocasión alrededor de una de estas piras festivas y han saltado sobre las brasas espantando a los malos espíritus y atrayendo las cosas positivas.
En esta época de crisis en la que la sombra del paro se cierne sobre muchas familias varios habrán sido los que, al pie del fuego, habrán pedido que se solucionen todos sus problemas.
Logroño se tiñó la pasada noche de colores anaranjados y rojos, el color de las llamas que resplandecieron en varios puntos de la ciudad. El convento de Madre de Dios fue testigo de una gran hoguera encendida por la Plataforma YATQTI y la Asamblea Convento Abierto, donde se congregaron alrededor de mil vecinos de todo Logroño. Además, el chocolate, los churros, un espectáculo de rumba gitana y la quema de una espectacular falla de casi seis metros de altura fueron las delicias de todos cuantos se acercaron a contemplar y participar del espectáculo.
La falla ha sido construida en los dos últimos meses por las asociaciones que conforman el tejido social del barrio. La materia prima ha sido material de desechado y la mano de obra ha correspondido en buena parte a personas en situación de desempleo y exclusión social.
La convocatoria en torno a la hoguera “de la crisis” estuvo reforzada por una sonora bicicletada que recorrió el centro de la capital desde las 22:00 de la noche, animando a todos los logroñeses a participar del mágico evento.
Los espectadores lanzaron al fuego papelitos que contenían sus malos deseos y completaron el ritual dando tres vueltas alrededor de la hoguera, de dimensiones considerables.
La plaza de los Tilos también se convirtió la noche de ayer en centro de reunión de los vecinos de la zona. Los palos y maderas dieron paso a una hoguera en la que todos los que se acercaron pudieron quemar sus malos deseos y pedir con esperanza algo mejor. A las 23:30 de la noche dio comienzo el espectáculo donde los más pequeños, con las vacaciones de verano ya comenzadas, pudieron disfrutar de varias horas más de jolgorio.
LA TRADICIÓN DE LAS HOGUERAS
Uno de los antecedentes paganos de la noche de San Juan lo encontramos en la celebración celta del Beltaine, una festividad en honor al dios Belenos ('bello fuego'). Durante esta fiesta se encendían grandes hogueras, sorteadas con pértigas por los más valerosos. Los druidas hacían atravesar al ganado el fuego para purificarlo y sacrificaban algún animal para que el dios les otorgase un año fructífero.
Otro ancestro directo de nuestra festividad se remonta a la época griega, donde en las fiestas dedicadas al dios Apolo, que se celebraban en el solsticio de verano, conocido por los griegos como “puerta de los hombres”, según creencias helénicas, encendiendo hogueras de carácter purificador.
Los romanos siguieron el ejemplo de las hogueras con fuegos dedicados a la diosa Minerva que saltaban tres veces, siguiendo las costumbres impuestas. Tanto romanos como griegos pensaban que las hierbas recogidas durante esta noche poseían mayores propiedades curativas.
Pero la festividad de San Juan adquiere mucha más importancia cuando el mundo cristiano la lleva a su terreno. San Juan es el único miembro del santoral que celebra el día de su nacimiento y no el de su muerte.
El evangelio de San Lucas cuenta que el padre de San Juan, el sacerdote Zacarías, quedó mudo por dudar de su mujer al quedarse ésta encinta. Sin embargo, al nacer Zacarías recuperó la voz y, según la tradición cristiana, mandó encender hogueras para anunciar a amigos y familiares la grata noticia del nacimiento de su único hijo.
El nacimiento de San Juan está íntimamente ligado con el de Jesucristo, que se produce el mismo día, 24, pero seis meses más tarde, casi coincidiendo con el solsticio de invierno, siendo el precursor del hijo de Dios, además de su primo, y abriendo el camino al bautismo.
Ritos paganos y religión se han unido a lo largo de los siglos para hacer de la noche de San Juan la más especial del año. Es una noche mágica, una noche de purificación, de dar gracias y de pedir imposibles. La superstición unas veces y la tradición otras han hecho de la noche del 23 de junio uno de los momentos más especiales del año.