Michele, la peregrina que quedó atrapada en Logroño por la pandemia y cambió de vida gracias al Camino de Santiago

Michele McNally, peregrina galesa asentada en Logroño

Olivia García Pérez

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La de Michele McNally es una historia de búsqueda personal. Un recorrido a lo largo de casi diez años que le ha hecho descubrir que Logroño es su lugar en el mundo. Es la historia de alguien que decidió dejarlo todo para descubrir que estaba perdida y que, por tanto, necesitaba encontrarse. El Camino de Santiago se convirtió en su guía y la pandemia le ubicó en este lugar del mapa. Las personas que transitan entre la iglesia de Santiago y el albergue de peregrinos son ahora su familia y por eso ha decidido que su futuro está en La Rioja.

Fue en 2015 cuando decidió que su trabajo como consultora de negocios en Gales no le estaba haciendo feliz. Nunca había sentido interés por el Camino de Santiago pero sí sentía que quería caminar por la naturaleza y pensar en su futuro, por eso compró un billete de ida y vuelta a España para dedicar dos semanas a reflexionar sobre lo que quería hacer en la vida. Cuando apenas llevaba cinco días recorriendo el Camino supo que no iba a volver a casa. “Sentí algo muy fuerte, me di cuenta de que no era el trabajo sino mi vida entera lo que no me estaba haciendo feliz, y por eso decidí seguir hasta Santiago viendo muy claro ya que la vida se estaba abriendo ante mí”, cuenta Michele con una sonrisa en una terraza de Logroño.

Por eso decidió volver a Gales, dejar su casa, venderlo todo y volver a España con lo que tenía “para descubrir más sobre la vida y sobre Dios”. Se crió en una familia católica pero a los 16 años perdió la fé. Sin embargo asegura que el Camino le enseñó “que hay algo”. Es así como se hizo nómada. Recorrió varios caminos, se fue a Nepal, a Israel... Pero siempre acababa volviendo a España. “Cambió mi forma de pensar en el tiempo y el dinero, sólo quería vivir, encontrarme y saber quién es dios”, cuenta, “y cada paso me traía siempre de vuelta a España, aquí había algo especial”. Así es como en 2019, a través de un voluntariado llegó a la isla canaria de El Hierro donde decidió asentarse durante un año. “Allí es donde me di cuenta de todo lo que el Camino me había dado y decidí volver a hacerlo una vez más para dar gracias”, recuerda.

Michele no seguía las noticias y no supo hasta que era demasiado tarde que el Covid estaba a punto de paralizar el mundo. Empezó el Camino tres días antes del primer confinamiento y el cierre definitivo le pilló en Logroño. “Quería seguir con el Camino cuando se pudiera y como en principio el cierre era sólo de dos semanas, decidí alquilar un piso en Logroño con otros peregrinos coreanos. Cuando la cosa empezó a alargarse, ellos decidieron volver a su país pero yo sentía que tenía que seguir cuando se pudiera así que me quedé”. Y así es como descubrió otra de las casualidades que han marcado su vida: ese piso alquilado por Airbnb estaba junto al Camino y muy próximo a una iglesia, la de Santiago.

“José Ignacio abría la iglesia cada día aunque no se podía porque él necesitaba que la gente en esa situación lo necesitaba”, cuenta Michele haciendo referencia al entonces párroco de Santiago, “yo entré y enseguida me preguntó; le conté mi situación y me invitó a quedarme en el albergue donde pasé todo el confinamiento aprovechando que estaba vacío para pintarlo y hacer algunas reparaciones”. Así empezó una profunda amistad que cambió para siempre el destino de la peregrina. “Conocer a José Ignacio fue importante en el camino de mi fe y de mi vida porque encontré por primera vez a un cura que entendía a las personas de la forma más profunda, entendí que dios era amor y gratitud, encontré lo que estaba buscando, la enseñanza más poderosa”, asegura.

Así pasó dos años ayudando en la parroquia y en el albergue como hospitalera hasta que sintió de nuevo la llamada del Camino y decidió volver a emprender el viaje hasta Santiago. Era el año 2022 y en este nuevo peregrinaje decidió asentarse en otro lugar, en el Valle del Silencio en León. Allí recibió al cabo de unos meses la llamada en la que le comunicaban el pronóstico del cáncer de pulmón de José Ignacio. “Regresé para estar con él en su última semana, haciendo turnos con otras personas de la parroquia y cuando murió tuve claro que debía quedarme aquí en Logroño para continuar con el trabajo en el albergue y en la comunidad tan especial que hay en torno a la iglesia de Santiago. Una vez que fue nombrado el nuevo párroco, una persona maravillosa, decidí centrarme en mí”, cuenta. Ahora Michele quiere buscar trabajo para quedarse de forma definitiva en Logroño para hacer su vida aquí junto a la gran familia que ha creado a su alrededor. “Ojalá pudiera trabajar en algo relacionado con el Camino”, dice con una sonrisa.

Tiene claro que volverá a recorrer las rutas que llevan a Santiago de Compostela aunque ya lo ha hecho once veces antes, siete de ellas por la ruta francesa, porque “cada vez es diferente, tanto la experiencia como la enseñanza que obtienes”. Y tiene claro también que el Camino hay que hacerlo sola “si quieres realmente aprender y estar abierta a los demás”. Asegura que ser mujer no es un problema para ello. “Cuando hice el Camino por primera vez tenía miedo porque además fue justo cuando desapareció Denise (Denise Pikka, peregrina asesinada en el año 2015 en Astorga), incluso hice un curso de defensa personal antes de empezarlo pero luego me di cuenta de que es una tontería porque en el Camino casi nunca estás sola”. Considera que “llevamos muchos miedos dentro y lo que en realidad hay que hacer es seguir la intuición. Si no te sientes muy bien, alejarte de esa persona o esa situación. Escuchar a tu incomodidad aunque te parezca una tontería, no ignorarla nunca”. No hay más riesgos en el Camino que en el resto de la vida.

Michel nació en Chipre, donde su padre militar estaba destinado. Vivió toda su vida en Gales y ha pasado los últimos nueve años buscando su lugar en el mundo. Lo ha encontrado en Logroño, “una ciudad muy interesante, con muchísima actividad cultural, con gente que entiende cómo vivir, disfrutar y socializar con amigos y con quienes no lo son. Las raíces aquí son muy profundas; es una ciudad moderna haciendo cosas modernas pero con una vinculación envidiable con su historia”. Por todo eso tiene claro que la capital de La Rioja es su lugar en el mundo.

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