El poeta asturiano Ángel González ha fallecido tras haber sido ingresado en un hospital madrileño a causa de una crisis respiratoria.
ENTREVISTA PUBLICADA POR RIOJA2.COM
10 de octubre de 2007
“Debajo del poema, siempre hay un intento de buscarse”
Premio Príncipe de Asturias (1985) y miembro de la Real Academia Española de la Lengua desde 1996, Ángel González mide sus palabras al hablar, quedo y pausado, de sus comprometidos versos de crítico realismo, de la España actual, de la fe en el hombre y de su gran obsesión: el paso inevitable del tiempo.
- Enhorabuena por este nuevo homenaje.
- Lo recibo como un honor, con mucha satisfacción, con mucho orgullo.
- De una ciudad pequeña a un poeta cercano. ¿Quizás, ése lenguaje común que caracteriza su obra lo explicaría?
- Quizás, sí. El mío, es verdad, es un lenguaje claro, directo y sencillo, aunque sólo aparentemente. Puede que eso me acerque más a los lectores.
- También quizás lo haga la materia sobre la que tratan sus versos, el crítico momento en que nace su poesía.
- Sí, es verdad.
- Podría decirse que empezó a escribir de manera seria estando enfermo de tuberculosis. ¿La poesía nace mejor en momentos de dificultad?
- Bueno, no diría yo eso. Es cierto que los momentos difíciles, de incomodidad con el mundo y conmigo mismo son un estímulo para la escritura, pero el canto a la vida, a la belleza y al amor también son motivaciones muy fuertes.
- Sin embargo, la imagen de usted y de los contemporáneos de su generación, la de los 50, aparece con frecuencia asociada a una tendencia pesimista…
- Ante todo, yo no hablaría de generación porque ello abarcaría determinada época y gente que escribe de maneras muy distintas, Pero sí hubo un grupo coherente en esos años 50, que nos enfrentamos a la realidad española en un momento en que ésta era muy hosca. Todo ello lo recogimos en nuestros poemas porque éramos poetas con vocación realista. Pero también había una meta de esperanza en aquella España tan oscura; diría casi negra.
- ¿Una meta que ve llegada, cercana, lejos…?
- La veo llegada. Hoy hay una España democrática y libre. Se cumplió en gran medida esa esperanza, pero también hay motivos de desesperanza. Es el paso del tiempo.
- ¿Es la poesía un género que permitía un mejor reflejo de aquella España de mitad de siglo?
- Lo permitía. Pero no era obligatorio reflejarlo. Lo que ocurre es que a veces uno se siente obligado, la situación me obligó a ello y la literatura, en general, lo permite.
- ¿Cómo ve la situación poética española actual?
- Hay muchos poetas, mucho más jóvenes que yo, que pueden ofrecer una obra madura que ya se ve muy importante.
- Sin embargo, no es tan comprometida…
- No puede ser igual como era la de aquel entonces, pero sí tiene un fondo de tono cívico que puede enlazar con aquella, tender un puente.
- ¿Se puede entender una poesía no instrumental, que no busque cierta transformación en el lector, en la realidad?
- Claro. Normalmente la poesía es así. Sólo circunstancias muy difíciles, extremas como las que yo viví de niño o joven, presionan para que el sentimiento crítico desemboque en el poema....
- ¿Por esa vocación, sus versos son concretos, nada metafísicos?
- No, los de mi grupo de metafísicos no tuvimos nada. Meditativos, sí: reflexionábamos sobre muchas cosas, pero aquellas que pertenecen al mundo del más acá.
- ¿Qué opinión le merece la otra poesía, más divagadora?
- No es la mía, pero creo que existe esa posibilidad. En ella se abre un campo enorme, muy legítimo y que tiene lectores, aunque en principio y en general sea una poesía más difícil de entender.
- Versos de complejo acceso. ¿Quizá el concepto que de poesía hoy tiene la gente?
- Puede. Esa poesía espanta, asusta a los lectores, que muchas veces no saben de que está hablando el poeta.
- El hombre condenado a un cierto determinismo, avocado a hechos que no controla, siempre ha estado presente en su obra.
- Sí y, sobre todo, el hombre apresado por el tiempo, que es creador y destructor a la vez. La imagen de Saturno devorando a sus hijos es muy representativa de lo que el tiempo hace con nosotros: nos crea y nos devora. El hombre está preso en esa dimensión que es el tiempo y no puede salvarse de las servidumbres que éste le impone.
- ¿Algo a lo que aferrarse?
- La única solución es vivir la vida como viene e incluso tratar de vivirla mejor todavía de lo que viene y esperar, resignarse al final inevitable.
- Entenderá que algunos vean en usted un pesimista.
- Yo creo que lo que es realismo. Lo peor del paso del tiempo no es la muerte; es la vejez, el desamparo, la pérdida de facultades.... Es una idea a la que debemos acostumbrarnos y hacernos a la idea sin demasiado dramatismo. Todo lo que empieza tiene un fin, pero el tiempo podía habernos ahorrado esas penalidades que conlleva la vejez. Es lo que más me preocupa.
- Volviendo a España. ¿Se puede tener fe en el progreso histórico?
- Creo que sí. A la larga, se produce ese progreso. Aunque pueda haber momentos de retroceso y vuelta atrás, a largo plazo la historia nos hace bien, nos cambia para mejor. Hay que tener fe en el hombre, en su capacidad de renovación, de cambio y de invención.
- Unos de sus versos más conocidos (Para que yo me llame Ángel González/para que mi ser pese sobre el suelo) hablan de su propio nombre y de la duda sobre la propia identidad. ¿A su edad, esa búsqueda va camino de culminar?
- En los poemas no habla el hombre real que escribe los versos, sino un personaje que él mismo crea. Eso lo aprendí en el tiempo. Cuando escribí ese poema creí que estaba hablando yo, pero luego me convencí de que no que era así. Es un personaje que habla en mi nombre, que se parece mucho a mí, que tiene tías que se llaman como mis tías, pero no soy yo. Por debajo de la escritura del poema siempre hay un intento de buscarse, de crearse una identidad. En el poema, el Ángel poético prevalece, aunque detrás, muy cerca, esté el autor, el hombre.