“Soy lo que soy gracias a la diabetes”

Rioja2

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Si ser diagnosticado con diabetes es difícil para cualquier persona, las complicaciones se multiplican cuando el enfermo es todavía un niño. Con tan sólo 8 años, Pablo Palomo tuvo que aprender a cuidarse, a comer de forma diferente y a no distraerse nunca. La diabetes es una enfermedad silenciosa, que no duele, pero que te obliga a no bajar la guardia y a seguir unas rutinas durante toda tu vida.

Todo comenzó cuando su madre y sus tías notaron que bebía demasiada agua y orinaba mucho a lo largo del día. Tras la sospecha de que algo pasaba, llegó el diagnóstico como un mazazo para toda la familia. Lo más importante era que estuviera controlado, pero también que su vida no cambiara demasiado.

“Cuando eres un niño, poder hacer las cosas lo más similar al resto es imprescindible para aprender a convivir con esto. Yo siempre he intentado que mi vida fuese lo más similar a lo que era antes de la diabetes y a la del resto de niños”. Y así lo hizo. Pablo seguía jugando al fútbol, iba de excursión con el colegio...pero inevitablemente la supervisión de quien le cuidaba era imprescindible.

Y es que esta enfermedad implica también a todo el entorno del paciente. Los diabéticos necesitan tratamiento para que su cuerpo utilice el azúcar en la sangre, pero a veces es difícil mantener el equilibrio adecuado y hay que saber actuar ante un bajón de azúcar. Los padres de sus amigos debían saber cómo hacerlo y qué puede comer y qué no cuando iba a sus casas, y también los monitores de los campamentos a los que acudía, los entrenadores...Es una labor de equipo.

“Ese apoyo fue básico. Que tu entorno se preocupe en que todo se desarrolle de la manera más rutinaria posible ayuda a no sentirse diferente al resto: las madres de mis amigos en los cumpleaños para que nunca faltase algo para mí o los monitores de los campamentos animándome a que fuese, pese a que a ellos esto les suponía una responsabilidad extra en cuanto a comidas y medicación”.

SER DIABÉTICO Y DEPORTISTA

Sin embargo, la enfermedad no le privó de una de sus pasiones: el deporte y ha llegado a jugar como portero en el Berceo y también en el San Francisco de Mallorca, ambos en División de Honor. “Siempre he jugado, nunca he tenido problemas”, asegura Pablo, quien, si bien reconoce que el control tiene que ser mucho más riguroso, explica que “bien controlado y teniendo informados a los que te rodean (entrenadores, fisioterapeutas...), puedes practicar deporte perfectamente”.

Pero no todo ha sido un camino de rosas. La llegada de la adolescencia fue una etapa, como Pablo define, “compleja”. “Uno se pone un pelín rebelde, quiere restar importancia a cosas que la tienen y descuida el tema. Afortunadamente dura poco y después fuera de casa y dependiendo de ti mismo, no queda otra que centrarse de nuevo”.

DE ENFERMO A ENFERMERO

Es un proceso que, sin duda, marca. Con 27 años, este arnedano admite que el hecho de haber tenido que hacerse cargo de su diabetes desde pequeño ha forjado su carácter y le ha hecho ser una persona muy responsable en todos los aspectos de su vida. Hoy en día, Pablo lleva una vida perfectamente normal. Sigue jugando a fútbol, sale con sus amigos y al margen de las responsabilidades diarias (controles de azúcar, insulina....) y de las revisiones médicas pertinentes, no ve ninguna diferencia con los chicos de su edad.

Eso sí, su enfermedad le marcó hasta tal punto que hoy es él el que cuida de la salud de otras personas como enfermero. “El conocer este mundo de revisiones y hospitales desde niño me hizo sentir admiración por este sector y desde bien pequeño tenía clara mi profesión. Siempre digo que, a día de hoy, soy lo que soy gracias a la diabetes”.