La noche cae sobre Logroño tras una jornada más de vendimia. Una furgoneta de Cruz Roja trae a un grupo de personas desde la estación de autobuses y la enfermera trata a un hombre con fuertes dolores de abdomen que dice no haber comido en todo el día.
Por lo demás, la tranquilidad reina en el dispositivo de atención a trabajadores agrarios desplazados que se ha instalado este año en el polideportivo Titín III. Son las 20.00 horas y el dispositivo funciona como un perfecto engranaje: control de temperatura, registro de entrada, atención social, pegatina, test de antígenos si es el primer día, cena y cama.
Desde las 18.30 se puede entrar al recinto. “Hemos notado que a esa hora entra un grupo de los que no han encontrado trabajo”, apunta el concejal de Servicios Sociales, Iván Reinares. Aunque el dispositivo está destinado para estas personas, lo cierto es que buena parte de quienes duermen esta noche en el frontón han estado trabajando en la vendimia durante todo el día y, por tanto, sus empleadores no cumplen con la ley de dar alojamiento digno a los trabajadores. “En este sentido no hemos avanzado del todo, la mayoría de los que han estado alojados hasta ahora y trabajaban venían de Álava”, apunta Reinares.
Sin personas durmiendo en la calle
No obstante, sí se están produciendo más contrataciones. “Todavía no sabemos por qué, pero lo cierto es que este año hay menos mano de obra y hay agricultores que se han acercado hasta el servicio de mediación laboral”, destaca el concejal de Servicios Sociales. “Este fin de semana se han ido dos cuadrillas a trabajar con un alojamiento”, subraya el coordinador de Cáritas en el dispositivo, que cuantifica en la mitad el número de trabajadores que han llegado, la mayoría de nacionalidades marroquí y senegalesa.
Las personas que se instalan en el Polideportivo Titín III tienen un máximo de 7 días para pernoctar, que no tienen por que ser seguidos. “Este año, como hay plazas suficientes, quienes han cumplido las siete noches esperan a ser los últimos y pueden pasar la noche aquí”, explica el concejal. En los últimos días, ha habido un ligero aumento de las plazas ocupadas, 116 la última noche de un total de 150 pero superando las 105 de año pasado. Y sin personas teniendo que dormir en la calle, en el pasaje o en la plaza de la Alhóndiga.
Para Ibrahim es la primera y la alegría que transmite no haría pensar que, desde Gambia, recorre España en busca de trabajo entre las diferentes campañas agrícolas. “Tengo mucha suerte de haber encontrado este sitio en Logroño. Cuando me enteré, me dijeron que era un sitio muy bueno, lleno de gente buena”, celebra Ibrahim en inglés mientras espera a que le realicen un test de antígenos (en todos los días del dispositivo solo se ha detectado un caso, que fue trasladado al Arca de Noé para pasar la cuarentena). “Es gente muy agradecida”, señala Marcos de Cáritas lamentando los prejuicios a los que muchas veces está sometidos.
“Salto de calidad de trato y dignidad”
El concejal responsable apunta a la centralización del dispositivo como una de las claves para conseguir que estas personas se sientan más acogidas: “antes recorrían la ciudad: la atención social se hacía en el Centro Municipal de Acogida, la cena en la Cocina Económica, luego tenían que ir corriendo para entrar al dispositivo a las 22.30... Centralizar la atención es hacerla más cercana y más personal”. “Dormían en el suelo, ahora tienen un colchón con somier y todos tienen un enchufe”, subraya Reinares. Algo que parece sencillo pero que les permite seguir conectados a miles de kilómetros con sus familias.
“El salto de calidad en cuanto a trato y dignidad con este personas ya el año pasado fue muy gratificante y este año hemos ido un poco más allá”, celebra el concejal de Servicios Sociales, que destaca la puesta en marcha de unos lavaderos, el desayuno caliente y la ampliación de plazas. La distancia entre camas de un metro y medio se adapta a las circunstancias sanitarias, “pero es que es la distancia digna para descansar y estar”, dice contundente.
El trabajador social Jon García es el coordinador del dispositivo y también se siente satisfecho: “creo que hemos dado un paso enorme hacia la dignidad humana”. “Se da cobertura a todas las necesidades básicas de una persona”, reitera orgulloso: “te llena ver cómo las cosas funcionan y que las personas vuelven, cogen confianza y te van contando sus problemas, les vas conociendo...”.
Así también les cuentan algunos casos de impagos y en el dispositivo les ayudan a gestionar las denuncias o reclamaciones oportunas. Y es que las condiciones laborales siguen siendo la asignatura pendiente de la campaña de vendimia. Babú es de Senegal y viene de trabajar en la recolección de la aceituna en Córdoba. “Ayer fui al pueblo en el que iba a trabajar y mi jefe me dijo que me pagaba menos, muy poco, así que preferí volver para buscar aquí otro trabajo”, cuenta. No es la primera vez que llega a La Rioja, el año pasado tuvo que irse sin encontrar trabajo y en 2019 tuvo que dormir quince días en la calle, por lo que asegura sentirse más acogido en este lugar.
Trabajadores y voluntarios trabajan al unísono
Para Reinares, uno de los mayores éxitos del dispositivo ha sido “conseguir que tantas entidades distintas trabajen en conjunto con una predisposición a que esto salga bien”. Trabajadores y voluntarios trabajan al unísono, Cocina Económica sirve la cena, la enfermera realiza test de antígenos, los voluntarios de Cáritas dan indicaciones a los recién llegados, los jóvenes del colegio Las Fuentes entregan mantas a quienes se van a la cama...
Un perfil de voluntarios muy joven que tiene una explicación: “Con el coronavirus, incorporamos a los jóvenes para sensibilizarlos de otras realidades y también como forma de proteger a nuestro voluntariado más mayor”, señala Marcos, el coordinador de Cáritas. Jorge tiene 16 años y se lleva una buena experiencia: “sorprende cómo después de las largas jornadas de trabajo, estas personas hacen bromas y nos sonríen”.
La noche ya se ha echado. Los primeros recogen una manta y se colocan en su cama para descansar los dolores de espalda y muñecas después de una jornada de vendimia. O para prepararse para salir antes del amanecer en busca de un contrato de trabajo con el que llevar pan a casa.
Son los ojos de quienes solo buscan un techo, las manos curtidas de quienes recogen la mayor riqueza de nuestra tierra. Personas, en definitiva, que merecen dignidad.