Lo de Argaga ya es algo más que preocupante. Raro es el mes que o bien se accidenta un senderista o bien se extravía en este barranco del sur de la Isla. Y lo último ha sido ya el alemán fallecido este sábado tras haberse perdido su rastro el pasado viernes. Es un suma y sigue de una larga lista de sucesos que tienen como epicentro este enclave, situado junto al turístico municipio de Valle Gran Rey aunque territorialmente dependiente de Vallehermoso.
La situación no es fácil de resolver. Un cartel, situado en Vueltas, alerta, primeramente, del peligro del acceso que conecta este punto con la desembocadura del barranco de Argaga donde se encuentra la finca Argayall, centro comunal y lugar de peregrinación para muchos extranjeros que buscan terapias alternativas. Allí arranca un difícil ascenso hacia la cabecera del barranco que muere en Gerián. Aquí, como sucede en El Guro (Valle Gran Rey) no hay señales al uso. No es una de las rutas recomendadas y por tanto carece de señalización dentro de la red insular de senderos. Lo que sí hay son flechas pintadas sobre las piedras, montículos superpuestos de callaos que te orientan. Y peligro, mucho peligro. Porque no es un ascenso fácil. Porque el camino se desdibuja. Porque hay pasos que se han perdido y otros que apenas son trillos de cabras. A Argaga no es fácil ni acceder ni que accedan.
Lo que habría que plantearse es dónde leen nuestros visitantes referencias a este sendero, quién lo recomienda y cómo hacerle frente a esta sangría que se ha cobrado una nueva víctima, esta vez mortal. Junto a las vidas humanas hay otro factor preocupante: esta imagen se traslada al turismo y da sensación de inseguridad en uno de los productos más importantes para nuestra isla como son los senderos. Es lo que vendemos y uno de los elementos mejor valorados por nuestros visitantes. Argaga es un problema y serio.