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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

La calle Galileo: la primera batalla de las derechas contra la movilidad de Carmena

Un coche circula por la Calle Galileo entre otros vehículos aparcados en los laterales

Constanza Lambertucci

Son apenas 70 metros con algunas terrazas, una joyería, un taller de reparación de motos, algún almacén y un par de locales cerrados. La calle Galileo, entre Fernando Garrido y Meléndez Valdés, es una vía tranquila desde la que el PP y Ciudadanos lanzaron su ofensiva contra las políticas de movilidad de Manuela Carmena cuando la anterior alcaldesa cerró un tramo al tráfico en 2017. El actual regidor, José Luis Martínez-Almeida (PP), y la vicealcaldesa, Begoña Villacís (Ciudadanos), han escenificado, nada más conformar el nuevo gobierno, la victoria sobre esos 70 metros y han quitado las jardineras y bancos del espacio ganado a los coches, como habían prometido antes de las elecciones.

“Que unos metros de calle den para hacer campaña electoral es penoso”, advierten algunos vecinos que, aunque aplauden la reversión, exigen “que haya una propuesta de actuación” que cuente con su opinión. Pilar Rodríguez, miembro de la junta directiva de la asociación vecinal El Organillo, que aplaudió el “triunfo vecinal” el pasado 2 de julio, critica que la reversión “se haya hecho a las bravas” y que el espacio se destine a 29 plazas de aparcamiento azules. “Se tenía que hacer con consenso, no tiene ningún sentido volver a aparcar coches, y sobre todo si son de rotación”, critica la representante vecinal, que también fue portavoz del grupo socialista en Chamberí. Según defiende, esa “no es una prioridad de los vecinos”. “Nosotros queríamos tener una reunión antes de que se pusieran a hacer estas cosa”, explica.

El actual concejal del distrito, Javier Ramírez (PP), niega que le pidieran una reunión para tratar el tema. “Nosotros hemos dado cumplimiento a un mandato del pleno y tengo 1.200 firmas en el despacho”, expone. “No podemos prohibir que cada uno circule libremente como quiera”, sostiene. Según Ramírez, el equipo anterior implementó la medida, que califica de “chapuza”, y “no volvió a hacer nada”. “Las jardineras no eran seguras para niños y no estaban homologadas”, afirma. Las prioridades de Chamberí, opina, van en otra línea: “Primero, la limpieza y arreglar las aceras”.

Lo que había hasta entonces era un experimento, un plan piloto que estaba enmarcado dentro del proyecto Chamberí Zona 30 para reducir la presencia de vehículos entre las calles Alberto Aguilera y Cea Bermúdez, las dos colectoras que delimitan las zonas de Gaztambide y Arapiles. Pero ese ensayo enseguida levantó ampollas entre algunos de los vecinos, que temían que se convirtiera “en un espacio para hacer botellón y trapicheo”, según cuenta Rodríguez. La representante vecinal explica que tampoco les parecía “lógico” que se intentara mejorar la calidad del aire con el corte al tráfico en un tramo tan pequeño de una calle poco concurrida que “no es la Castellana”.

2.000 firmas

Hicieron ruido y presionaron con las 2.000 firmas que llevaban recogidas hasta ese momento, entre las que estaba la de la entonces presidenta de la Comunidad, Cristina Cifuentes. También hubo otras asociaciones vecinales que protestaron -las portavoces de dos de ellas, 'Madrid se defiende' y 'Madrid lo vale', acabaron en las listas de candidatos municipales de Vox-. Y PP, Ciudadanos y PSOE pidieron en el pleno la reversión de la medida. La instalación de plazas de aparcamientos en ese tramo se votó también en los Presupuestos Participativos de 2018, pero la iniciativa fracasó con solo 207 votos.

El entonces concejal de Ahora Madrid de Chamberí, Jorge García Castaño, atribuye las protestas a “un tipo de oposición que se ha hecho en la ciudad”. “Viendo el resultado electoral en el distrito [ganó el PP, pero la formación de Carmena mejoró su resultado de 2015 y obtuvo el 26,33% de los votos], no creo que la gente haya visto mal las actuaciones”, apunta e intenta reducir la dimensión de la polémica: “Ha sido una actuación dentro de una multitud de actuaciones. Su importancia es menor que la repercusión que ha tenido en el pasado y ahora”. 

La respuesta del Ayuntamiento a los reclamos fue reabrir al tráfico un carril que estaba reservado para bicicletas y vehículos de emergencia y mantener las jardineras y los bancos sobre la zona de la calzada pintada de amarillo, donde ahora hay coches y motos estacionadas. Sentada en una terraza del tramo, Lucía Rico, de 39 años, opina que aunque la idea le gustó la aplicación le pareció “cutre”: “No era ni una cosa ni la otra, dos rayas en el suelo, cuatro jardineras…”. De espaldas a los coches aparcados, su marido, Lucio Gómez, reclama “un proyecto de urbanismo serio” e inversión en un barrio que “es caro”

Rafael Hernández, profesor e investigador de la Universidad Camilo José Cela, explica que con proyectos de urbanismo táctico como el de la calle Galileo se pretende usar la ciudad “como laboratorio” y construir “islas de calma para que la gente tenga una calidad de vida mejor”. Se trata de medidas reversibles, con elementos móviles -como los bancos o las jardineras- para evaluar cómo reacciona el barrio y qué impacto supone en un período determinado.

“Una tendencia en muchas ciudades”

“Es una tendencia en muchas ciudades que mejoran la calidad del aire y la salud”, explica. En Londres, por ejemplo, hay varios casos de calles que han sido devueltas a los peatones;  Exhibition Road, 80 metros de vía compartida entre los transeúntes y los vehículos, es una de ellas. Aunque Hernández aclara que “cada ciudad tiene su propia evolución”. El investigador añade: “El consentimiento de los vecinos tiene mucho que ver porque si no sería una imposición y no un laboratorio”. La idea, según dice, es que pueda haber espacios muy diversos para todo el mundo. Pero “hace falta períodos de tiempo que no sean interrumpidos por elecciones” para evaluar su funcionamiento. “Es oportuno darle una oportunidad a una manera de moverse que ha funcionado en el pasado”, asegura.

El entonces concejal de Desarrollo Urbano Sostenible y arquitecto, José Manuel Calvo, evalúa hoy que “la experiencia fue positiva”. “Cuando se hace una transformación hay un tercio de la población que se pone en contra”, cita al urbanista Salvador Rueda. “Quizás se podría haber ejecutado la obra, y nadie lo cuestionaría, pero queríamos ensayar”, afirma.

Isidro Aguillo, de 56 años, es uno de los vecinos que veía con buenos ojos la transformación. “Se creaba ambiente”, destaca delante del portal de su casa, que está sobre el tramo que se ha vuelto a abrir a los vehículos. Lleva 15 años viviendo ahí y cree que la reversión ha sido “un paso atrás”. En la acera de enfrente, Ana Peña, vecina de Chamberí desde hace 10 años, pasea con sus hijos. “Lo veía más agradable y frenaba a los vehículos, porque aquí hay muchos niños”, cuenta. “Los pequeños andaban en patinete, podían correr… Tampoco es que vayamos a extrañarlo”, aclara y matiza: “Es más el símbolo, plantas por coches, no creo que sea para aplaudirlo”.

Cuando hace una semana se quitaron las jardineras y bancos, algunos sí que aplaudieron. Fue un día después de que entrara en vigor la moratoria de multas en Madrid Central, otra de las banderas de las tres derechas en la capital, que finalmente ha sido paralizada por la justicia. En primera fila, estaban los representantes del actual equipo de Gobierno. “Sois un ejemplo de dignidad democrática”, felicitaba en Twitter a los vecinos Martínez-Almeida. “Esta actuación es hacer caso a aquello que nos estaban reclamando los vecinos”, decía Villacís.

Allí también estaba Carmen Mirayo, de 70 años y propietaria de un comercio de la calle, que vive en Navalcarnero y llega en coche. “Era una cosa tonta, los niños subiéndose a las macetas, estaba todo roto”, asegura en la puerta del local que regenta desde hace 12 años. Junto a ella está su marido, Diego Jiménez, de 71, que opina lo contrario. Dice que al principio la medida le daba igual, pero se dio cuenta de que los coches ocupaban el mismo espacio que las jardineras: “Me gustaba ver las flores, que no tiran humo”. Su esposa lo señala con el dedo: “Hicimos la manifestación, pasa que se le olvida”. Jiménez arquea los labios y responde:

- Me parece mal que lo quiten.

- A mí me parece bien.

Discuten sobre los 70 metros que ganaron el PP y Ciudadanos.

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