Mónica García ha salido de casa sin desayunar. Tiene doblete de entrevistas. Antes de las 10 de la mañana ya ha hecho una en la radio pública y otra en la televisión. Está viviendo un momento político dulce. Las encuestas soplan a su favor. Partía como la candidata más desconocida a las elecciones del 4 de mayo pero es la que más ha rentabilizado el paso de los días. El último sondeo de Metroscopia la sitúa cada vez más cerca del PSOE con 25 escaños, a solo tres de los socialistas. El 'sorpaso' ya se ha instalado en las conversaciones de los círculos internos de la candidatura de Más Madrid. “Bienvenido si es así, pero no estamos en eso, estamos en el objetivo: que Ayuso y Monasterio no lleguen a la Puerta del Sol”, dice la candidata, rendida en el sofá del cuartel general del partido –un ático alquilado en Gran Vía al que llaman La Madrileña– 12 horas después de salir de la puerta de su casa. Lleva encima un bolso negro y una mochila de Frozen de su hija pequeña. Es lunes, quedan seis días de campaña.
– ¿Hay un efecto Mónica García?
– Uy, eso tal vez no debería analizarlo yo. No sé qué es eso. Yo no soy nada sin el efecto de Más Madrid. Supongo que se trata de la cotidianeidad y la normalidad con la que estamos abordando la campaña, alejada de crear personajes políticos. No voy a ser una cosa que no soy.
Duerme poco pero mantiene un humor envidiable. “Ánimo a todos, que nos queda menos”, dice a los periodistas en el primer canutazo del día desde un polígono industrial de Coslada. Acaba de anunciar una prestación por hijo a cargo de 1.200 euros para las familias vulnerables. En un aparte, Pablo Padilla y Luis Giménez, asesor y jefe de prensa respectivamente de la candidata, repasan un grupo de Telegram en el que una compañera les cuenta qué se dice de García en los medios o por dónde va el discurso del día de otros candidatos. Son su sombra en esta campaña. “Ayuso nos ha mencionado”, dice uno. “Que nos mencione, que nos mencione...”, contesta el otro. Pero García, si cuenta con una ventaja frente a los demás, es la de no ser el blanco de nadie. Durante toda la campaña ha esquivado las críticas que PP y Vox lanzan a diario contra Ángel Gabilondo o Pablo Iglesias, sus adversarios de bloque. Según las encuestas, despierta una simpatía mayor que otros candidatos.
Café para llevar y furgoneta en marcha. La siguiente cita es con el sindicato de inquilinas, con quien la candidata se compromete a aprobar una ley de vivienda si llega a la Puerta del Sol. Han quedado en un pequeño local que la formación política tiene en Arganzuela. En la planta baja han instalado una suerte de call center con el que se comunican con los militantes. El resto del espacio lo ocupan cajas de cartón con los carteles, panfletos y chapas con la cara de García, que aprovecha que ha llegado con tiempo al segundo compromiso para pedir un bocadillo de lomo con queso en una terraza cercana. A pocos metros hay unas banderolas electorales. “Lo de ver los carteles con mi cara lo tengo que hablar con un psiconalista cuando esto pase”, comenta. “Digo: mira qué maja, la votaría”.
“Reyes Maroto ha recibido una carta con una navaja. Hay que reaccionar”, le interrumpe Padilla. Abre su libreta y juntos repasan qué va a decir en los próximos minutos ante las cámaras. Se apunta en la palma de la mano unas letras para no olvidarse de nada. Se va acostumbrando a exponerse, pero hay días y días. “El del debate pasé muchos nervios. Sobre todo, antes de llegar. Una vez allí, ves que estás hablando con personas que conoces... pero hasta aterrizar lo viví un poco en tercera persona”, admite. En la carpeta que siempre lleva con ella conserva algunos papeles que estaban sobre su atril durante la retransmisión. “Mira, estos cuadros amarillos eran las cosas de las que tenía que hablar sí o sí”, explica. El folio está lleno de dibujos e iconos perfectamente ordenados.
A su familia no le termina de convencer su exposición pública. “Los niños no sé si se enteran mucho. Mi hija el otro día me preguntó si el PSOE era bueno. Le dije que sí y me respondió: ay, menos mal, porque me han dado caramelos”. Rosa tiene seis años y ha mamado la política desde la cuna. Con unos meses, García la llevaba a la Asamblea de Madrid donde entonces era diputada de Podemos. Los “mayores”, Nicolás y Pablo, lo comentan con orgullo con sus amigos del colegio. El único requisito que puso a su equipo de campaña fue poder ir todos los días un rato a casa para verlos. “Para mí es fundamental, aterrizas de repente en los problemas de la vida cotidiana, como que mi hija ha perdido a su baby yoda”, bromea.
Hoy les ha recogido del colegio y llevado a clases de inglés. El descanso de mediodía lo ha aprovechado también para dormir una siesta corta –“soy una profesional, me duermo 20 minutos y reseteo”– y tomar un café con su padre, un psiquiatra que también fue diputado, en su caso por el Partido Comunista, en el Parlamento madrileño en la primera legislatura autonómica. “Tenemos una relación muy especial, soy la hija pequeña, soy médica y ahora también política, como él”, cuenta.
El de su padre fue el número de teléfono que marcó antes del debate para calmar los nervios. “Yo pensaba: esto no puede ser peor que el MIR”, recuerda García, que es médica de la sanidad pública desde el año 2006. Su especialidad es Anestesia y trabaja en el hospital Doce de Octubre. Tiene una excedencia hasta mayo. “Luego veremos qué pasa. Voy aceptando lo que viene sin pensar mucho más allá. No me pongo catártica ni intensa”, se ríe de nuevo.
En su partido creen que “no ha tocado techo”. “Es una jefa, va sola”, dice uno de sus asesores en la treintena. La candidata ha crecido en las encuestas según ha ido avanzando la campaña. Hay acuerdo entre analistas y encuestas en que fue la mejor del bloque de izquierdas en el debate de Telemadrid. Una sorpresa para quienes aún no la conocían. Desde aquel día ha ganado casi 9.000 seguidores en Twitter y ya rebasa los 107.000. En la recta final, la formación sueña con superar el resultado de 2019. Entonces, el candidato, Iñigo Errejón, ya era popular y estaba respaldado por el tándem con Manuela Carmena. García se situaba en el número 10 en aquella lista. Su ascenso ha sido fulgurante.
En el PP la apodan “la pistolera” por el gesto que hizo en la Asamblea de Madrid al consejero de Hacienda, Javier Lasquetty, un viejo conocido para García cuando, desde el activismo en defensa de la Sanidad Pública, plantaba frente al plan privatizador del entonces responsable de Sanidad de Esperanza Aguirre. “De esta pandemia solo sale con propuestas progresistas. Una situación así no da para hacer recortes ni privatizaciones, así que tiran de insultos, de esa política sucieta en la que se mueven bien”, responde. Su relación personal con la presidenta de la Comunidad de Madrid, asegura, es nula.
Con menos recursos económicos que otros partidos, Más Madrid se lanzó al 4M con una estrategia optimizadora dirigida a sus nichos de votantes: la juventud y las mujeres. La inversión de 550.000 euros está lejos de los dos millones del PSOE o los 1,7 que se va a gastar Unidas Podemos, según los datos publicados por Newtral. En estas elecciones atípiticas que prohíben los grandes actos, el partido está haciendo uso de nuevas vías de comunicación que conectan con sus potenciales votantes. Todas las tardes emiten un streaming en el que participan caras conocidas, como La Prohibida o La Bien Querida. Esta jornada hay un debate LGTBI después de una visita a la librería Berkana, en Chueca, un referente de la cultura del colectivo. Es el partido, sin embargo, con menos mítines. Solo se celebran los fines de semana. El último fue una charla con mujeres de diferentes ámbitos (una matrona, una trabajadora del hogar, una empresaria...) en medio de una campaña que había empezado a romperse. “Somos la vacuna contra la ultraderecha”, clamó García para animar a la movilización del voto femenino.
Semifinalista del campeonato de España en 60 metros vallas, dice que está preparada para el sprint final. “Quién dijo miedo”, afirma su último vídeo de campaña para el que se atrevió a volver a calzarse las zapatillas para saltar obstáculos. “Me lesioné”, dice entre risas. “Pero esto mejor no lo contamos”.
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