La fiebre del lujo hotelero resiste a la COVID en Madrid

Víctor Honorato

21 de marzo de 2021 21:44 h

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Los efectos económicos adversos del coronavirus no han evitado que el centro histórico de Madrid siga su proceso de conversión en polígono industrial de los hoteles de lujo. Desde Plaza de España hasta Cibeles, pero sobre todo en el entorno de la Puerta del Sol, la proliferación de las cinco estrellas no se detiene. Aunque la pandemia haya ralentizado el ritmo, las piquetas siguen trabajando, para tristeza de vecinos y defensores del patrimonio. A continuación, un repaso de la situación.

Uno de los grandes mamotretos que se avecinan está en plena calle Montera, ocupa cuatro números y da también a la plaza del Carmen. Además de hotel de lujo se anuncia una zona comercial que hace temblar a las tiendas de precios populares de la calle. La concentración parcelaria la emprendió paso a paso Exacorp, sociedad vinculada a la familia Díaz-Estrada, que adquirió los cines Acteón y los echó abajo. También tuvo un papel determinante la empresa municipal Madrid Espacios y Congresos, que, en tiempos de Alberto Ruiz Gallardón y burbuja inmobiliaria, compró dos de los inmuebles por 55 millones de euros y lo vendió a pérdida años después por 37. Exacorp también es propietaria del edificio de Gran Vía donde tiene el hotel la cadena Hyatt, abierto en 2017.

Muy cerca de la obra de Montera están los andamios de lo que era la sede del Monte de Piedad, en la plaza de las Descalzas, frente al monasterio, también a un suspiro de El Corte Inglés. Por unos 80 millones de euros se hizo con la propiedad el fondo KKH Property Inverstors, que lo vendió el año pasado a Archer Hotel Capital, vehículo a medias entre el fondo soberano de Singapur y una gestora holandesa, por 220 millones. Se prevé que la cadena Marriot pase a gestionar el recinto.

Por el otro flanco ultima su puesta en marcha otro nuevo hotel de cinco estrellas gestionado por el grupo Iberostar. El fondo Mazabi compró media manzana entre las calles Carretas y de la Paz. Por un lado, el antiguo hotel Madrid. Por el otro, el histórico Teatro Albéniz. La movilización ciudadana consiguió que el edificio del teatro, bien de interés patrimonial, haya conservado el escenario y sus rasgos arquitectónicos, y la idea es que vuelva a albergar espectáculos. Pero los defensores del Albéniz no se fían del todo y están pendientes del avance de las obras. Beltrán Gambier, abogado hace un lustro en los pleitos para proteger el teatro, recela ahora de la instalación de lo que parecen los nuevos ascensores, “un cubo que se ve desde Sol por la calle del Correo”. La apertura estaba prevista para el año pasado, pero la pandemia la ha retrasado, como en otros casos.

El perímetro de las cinco estrellas en torno a Sol lo cierra el ya operativo hotel Four Seasons, principal exponente de la operación Canalejas, que ha transformado el espacio entre la plaza homónima y el comienzo de las calles Alcalá y Carrera de San Jerónimo. Para ello, hizo falta cambiar el plan urbanístico en el ayuntamiento y la ley autonómica de patrimonio. Además, justo enfrente se desarrollan las obras del que será el hotel W, también gestionado por Marriot. La propietaria es la sociedad hotelera Millenium, presidida por Javier Illán, que adquirió el inmueble a Platinum, del inversor Harry Mohinani.

Resulta que el hotel W también fue antes un hotel, el Sevilla, pero más humilde, de dos estrellas. Esta subida de categoría es ejemplo de la reconversión inmobiliaria del centro, según Víctor Reyes, portavoz de la Asociación de Vecinos Sol – Barrio de Las Letras. “A los hoteles de Madrid venían comerciantes, viajantes, trabajadores que tenían que pasar dos o tres días. Todo eso ha desaparecido”, dice, y apunta un dato: “Entre Canalejas y el Paseo del Prado quedan entre 22 y 26 vecinos. No es por casualidad; el mercado ha ido comiendo territorio poco a poco para crear una zona donde los intereses económicos están por encima de los derechos y las posibilidades vecinales”. 

En Gran Vía aún espera el futbolista Cristiano Ronaldo que empiece a funcionar su proyecto hotelero, en los pisos superiores del emblemático edificio la Casa del Libro, suspendido por la pandemia. En esa empresa está a medias con la familia Pestana, que desde 2019 tiene un hotel en la Plaza Mayor, en la antigua Casa de la Carnicería, donde hasta 2008 se reunía la junta de distrito. Al final de la Gran Vía, en Plaza de España, las colas para subir a la terraza del hotel RIU, en el edifico España (solo cuatro estrellas aquí) no dan idea de que el inmueble estuvo a punto de perder la fachada original. Junto al paseo del Prado, un histórico del fasto, el Ritz, volverá a abrir de forma inminente tras tres años de cierre por reforma.

Concienciar para el futuro

Vigilante contra los experimentos urbanísticos en edificios históricos lleva años la asociación Madrid, Ciudadanía y Patrimonio. Su vicepresidente, el arquitecto Álvaro Bonet, llama la atención sobre la “bipolaridad” del ayuntamiento. “Por un lado parece que quieren que el centro esté habitado. Si el guiri llega a un centro histórico que está totalmente vacío de vecinos, como una especie de parque temático, tampoco es atractivo. Pero luego esto no se da, porque no pone ninguna cortapisa a la apertura de hoteles y a la destrucción de edificios singulares”, critica.

Bonet menciona otro ejemplo reciente de aquiescencia municipal al impuso hotelero, el del Real Cinema de Ópera, derribado, y en cuyo solar crece un edificio que también será un hotel de cuatro estrellas por empeño de Marc Rahola, sobrino de Abel Matutes, millonario exministro de José María Aznar. “Acreditamos que nunca se había derribado y perdido su uso, pero no paralizaron el proyecto”, recuerda Bonet, que duda de la viabilidad a largo plazo de este modelo. “No sé cómo van a llenar estos hoteles, debe de ser que con tener un par de habitaciones ocupadas a la semana ya les da para mantenerlo operativo. Con la cantidad que están abriendo, los ricos tendrían que estar sistemáticamente viajando”, calcula. Pero en el sector apuntan, contra la que pudiera parecer, que son los inversores llamados institucionales, no los de capital riesgo, los que apuestan por las “zonas prime de Madrid y Barcelona”, según declaraciones de Ana Ivanovic, directora de inversiones para España de la división hotelera de la consultora JLL, en una nota al hilo de un flamante informe sobre perspectivas de inversión.

Bonet no desfallece, pese a las dificultades. “Estamos haciendo un trabajo a largo plazo. A lo mejor no vamos a salvar los edificios en peligro ahora, pero generamos conciencia. La didáctica es muy lenta. La dictadura arrasó con toda clase de actividades civiles, y aunque en los 80 sí hubo movimientos vecinales, con la llegada de los catálogos [de protección patrimonial] eso pasó. Parece que ahora estamos en otra oleada de desarrollismo”.