Garrido consuma su venganza contra Casado en un momento crítico para el PP
Un atril, un buen puñado de periodistas y muchas cámaras en la sede nacional de Ciudadanos. Era el escenario que podía verse a través de una de las grandes cristaleras del cuartel general de Albert Rivera en Madrid a mediodía de este miércoles. Al fondo, un tándem cuyos miembros se habían hecho muchas fotos juntos, pero nunca hasta ahora revueltos: el expresidente de la Comunidad por el PP, Ángel Garrido, y el aspirante de la formación naranja a presidirla, Ignacio Aguado.
Ciudadanos oficializó el fichaje con aires de ceremonia en un acto que ha terminado con una ovación de varios minutos para el nuevo candidato, que, carpeta de Ciudadanos en mano, consumaba su ruptura definitiva con el PP de Casado tras 30 años como militante y dejando un cómodo puesto de salida en las listas europeas (el 4) para incorporarse a un lugar segundón (el 13) del equipo con el que Aguado intentará ganar la Comunidad de Madrid. En su nuevo destino, Garrido entra en competición directa con la que hasta ayer era su candidata, Isabel Díaz Ayuso, una dirigente a la que conoce bien de años de convivencia en el PP regional.
Un puesto tan bajo en la lista para un expresidente, que además renuncia a un sueldo mucho más alto en Bruselas, puede augurar otras promesas no escritas de futuro en las que ni Garrido ni Ciudadanos han profundizado.
Garrido no dirigió ataques frontales contra el PP ni calificó explícitamente el nuevo rumbo tomado por el líder Pablo Casado. Pero dejó algunos dardos que hacen ver que su partido no es ya el de las últimas tres décadas.
“Yo tenía un lugar asegurado en el partido, más cómodo en lo personal, me vengo aquí por convicciones. Si quería seguir en política lo quería hacer en un sitio donde me sintiera absolutamente cómodo”, defendía Garrido, que sostiene que él no se ha movido del “centro”, pero sí su partido. Y por eso lo abandona, para dejarse querer por “la mejor opción, alejada de los extremismos que provocan el enfrentamiento”. “Sentirse querido es muy importante”, remarcó.
Ese último mensaje hace asomar los fantasmas de los últimos meses. Los silencios de Casado hasta que lo desecharon como candidato, las tensiones con el PP de Madrid a la espera del dedazo del líder, la cita en la sede nacional una noche de viernes y un partido, el suyo, que no esperó a que saliera de Génova 13 para contar a los medios que no era el elegido.
Cuatro meses después, el hombre “moderado” que aseguró que estaría donde el PP necesitara en cada momento se ha marchado sin avisar tras firmar un plan para la fuga de espaldas a la dirección nacional. El lunes no fue a un acto en Ávila; el martes se ausentó de Guadalajara y este mismo miércoles, el día de autos, declinó acudir a Ciempozuelos excusando enfermedad. Su dimisión como presidente autonómico hace dos semana por la incompatibilidad del escaño como diputado con su candidatura en la lista europea ya se produjo en la sombra. Fue anunciada unos días antes pero la transición, que ha dejado al mando en funciones al vicepresidente Pedro Rollán, se hizo sin alharacas. No hubo actos de despedida ni tomas del bastón de mando.
Silencio en la primera planta de Génova
En la primera planta de Génova, sede del PP de Madrid, el mutismo atravesó la jornada. No se produjo ninguna reacción oficial a la fuga ni tampoco personal de ninguno de sus dirigentes hasta última hora de la tarde, cuando Ayuso, en un acto en Boadilla del Monte, expresó su deseo de que cerrase “el mercadillo de segunda mano de políticos”, acusando a Ciudadanos de ser “el partido de los tránsfugas, de las veletas y de los pucherazos”. Hasta que Ayuso profiriera estas declaraciones, solo el candidato al Ayuntamiento de Madrid, José Luis Martínez Almeida, se había significado públicamente compartiendo un vídeo, introducido con el mensaje “sobran comentarios”, en el que Garrido califica a Ciudadanos como socialista en una intervención en la Asamblea de Madrid.
La dirección nacional sí criticó al expresidente por no “dar la cara”, pero trató de restar importancia al movimiento, que tildó como “el último fichaje de invierno de Ciudadanos”. “Le hemos dedicado muy poco tiempo a este asunto [Casado y él]. Garrido ni siquiera se lo ha comentado a su equipo más cercano”, dijo el secretario general Teodoro García Egea.
En su presentación pública como nuevo militante de Ciudadanos este miércoles, Garrido defendía, sin embargo, su modo de marcharse. “No creo que se haya visto nada extraño. Es el procedimiento habitual del PP. El partido sabe que estas cosas son así”, decía haciendo explícita referencia a que casi del mismo modo, in extremis, se enteró él de que Isabel Díaz Ayuso, con la que ahora competirá directamente y probablemente pactará, sería la candidata a la Comunidad de Madrid.
La salida del político –que paradójicamente fue elegido en otros tiempos por la dirección nacional del PP para evitar la moción de censura para echar a Cristina Cifuentes– afecta a las listas autonómicas, pero impacta directamente en la campaña del 28A y alimenta un sensación de desbandada en el seno del PP a la extrema derecha (con varios ediles madrileños) y a Ciudadanos, además de desbaratar del todo el pacto de no agresión entre las derechas. “Es para hacérselo mirar, algo no se está haciendo bien si pasan estas cosas”, dice alguien cercano al expresidente, que asegura que no solo ha pesado lo político. También lo personal: “A todos nos gusta estar donde nos quieren”.
La escenificación montada por Ciudadanos, además, ha eclipsado de repente la resaca de los debates tras una noche que bajó la euforia con la que salieron los de Rivera del primer encuentro en RTVE. El anuncio en la calle Alcalá ha servido a Ciudadanos para hacerse con la agenda del día y, de paso, dejar a un lado las valoraciones del debate en Atresmedia, donde tuvo más dificultades que el lunes para destacar como la mejor opción de derechas.
La maniobra llevaba meses pergeñándose en la cabeza de Ciudadanos, admiten fuentes de la formación, aunque los de Rivera no le habían echado el lazo hasta hace unos días. En Alcalá, por su parte, se reafirman en su perfil dialogante, capaz de desconvocar el enconado conflicto del taxi que mantuvo a los conductores en huelga durante 16 días y consideran que su fichaje proyecta a Ciudadanos como una opción “ganadora”.
El trasvase se ha gestionado con total secretismo. Ni siquiera el equipo más cercano al expresidente conocía sus intenciones. Aunque sí que era conocida la buena relación entre ambos políticos. Garrido fue el único interlocutor con Ciudadanos durante la crisis del caso Máster, cuando Cifuentes abandonó por completo cualquier vínculo con sus socios de Gobierno.
Ya antes, las relaciones se habían tensado cuando fue citada, con el apoyo de la formación naranja, a comparecer en la Comisión de Investigación de la Corrupción de la Asamblea de Madrid. Desde entonces, Garrido iba en nombre de la presidenta a las reuniones con Ciudadanos y ponía el talante a las negociaciones, a veces difíciles, con los de Rivera. Una “buena relación”, calificada por Garrido, que ha culminado en una fusión inesperada. Un golpe bajo al PP que cierra el relato de una legislatura convulsa que ni el mejor guionista habría podido escribir.