Lo que pasa en la Cañada Real Galiana se ha quedado históricamente dentro de esos muros invisibles de un poblado de infraviviendas a 15 kilómetros de la Puerta del Sol. Vecinas del sector 5 y 6 se han concentrado este martes frente al Ayuntamiento de Madrid para romper ese aislamiento y reclamar una solución. Llevan más de un mes sin luz y están “agotadas psicológicamente”.
El poblado tiene problemas de suministro desde hace años porque las viviendas son precarias, no hay contadores -la mayoría de la gente está “enganchada” irregularmente- y las lámparas de las plantaciones de marihuana que hay en algunas zonas chupan la luz y sobrecargan la red hasta que salta.
Pero esta vez los cortes han ido más lejos. Empezaron la primera semana de octubre, según varias vecinas; después la luz volvió unos días pero de nuevo la situación es invivible. Nunca se había prolongado durante tanto tiempo.Las autoridades no dan una solución a corto plazo para estas miles de personas que viven a oscuras desde principios de octubre. A mediados del mes pasado un grupo de vecinos cortaron calles y la A-3. Se registraron algunos disturbios.
“El frigo lo tenemos vacío porque todo se pone malo. No podemos poner lavadoras. Mi bebé de dos años está helado de frío. Me cuesta muchísimo echarle a dormir. Está desorientado”, denuncia entre lágrimas Sara Benayad, de 25 años, hundida en la desesperación. No sabe si “el problema son las plantaciones u otra cosa” porque “la luz viene momentáneamente siempre a la misma hora”. La saturación de la red eléctrica, además de privar de la luz, está dejando electrodomésticos inutilizables por los subidones y bajones.
Hajaz Ezzerouali estudia un módulo superior de Farmacia y, sin wifi, no puede conectarse a las calles online. Considera “una vergüenza que esto esté pasando en Madrid, en España, en Europa”. “No hay derecho a vivir como estamos viviendo”. En las últimas semanas ha optado por subirse una montaña que hay al lado de su casa y sentarse ahí arriba para intentar coger algo de cobertura con el móvil y seguir las clases. “No me entero de nada porque hay mucho trasiego. La verdad es que se me quitan las ganas de seguir estudiando. Esto no es el cole. Si no voy, suspendo y nadie hará nadie por mí”, lamenta.
Lleva en las manos una pancarta que dice: “En mi casa no hay marihuana”. Esta situación ha generado enfado por parte de algunos vecinos y vecinas de la Cañada, que sufren los excesos de las plantaciones. “Siento muy poco apoyo social para una situación desesperada como la que vivimos. Nos sentimos abandonadas. La Cañada sigue siendo invisible”, denuncia Hajaz, que asegura que su deseo es salir “pronto” del poblado, donde vive con su familia desde hace 10 años, cuando llegó desde Tánger. Su abuela también vive aquí. “Ya sabes, venían y les vendían un terreno”, añade al pie.
Saida ha traído un cartel pintado por su hija de ocho años, que le ha pedido a los reyes magos que le devuelva la luz, según su madre. “Me pintó esto ayer con una cara llorando”, cuenta. Fátima Dirai ha venido a manifestarse con su bebé de siete meses. El niño lleva días con vómitos y está dentro del carro muy tapado. “Sin luz la vida es fatal. No se puede imaginar. Viene cinco minutos y se va. No te da ni tiempo a poner una lavadora. Hemos comprado un generador de gasoil pero es carísimo ponerlo en marcha, 20 o 25 euros al día”.
Todas subrayan que quieren “pagar” el suministro, pero deslizan que ni la eléctrica (Naturgy) ni las administraciones saben dar una solución rápida con vistas a desalojar progresivamente la zona, como acordaron en 2018 la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid, garantizando un realojo digno para las familias. Las vecinas temen las consecuencias también a largo plazo. Varios profesionales del centro de salud que atiende a esta zona han redactado un escrito, avanzado por la Cadena Ser, que advierte de las secuelas psicológicas y físicas puede dejar en la población una situación así sostenida en el tiempo.
“En la Cañada se ha pasado mucho, pero ahora se asoma por aquí el Cañaveral”
Durante dos horas, las vecinas piden a gritos que no se les juzgue cuando reivindican su derecho a los suministros básicos. “En la Cañada se ha pasado mucho. Es ilegal desde Franco y aquí se han dejado pasar muchas cosas. Ahora se arrima por aquí El Cañaveral -uno de los nuevos desarrollos urbanos impulsados por el Ayuntamiento de Madrid- y claro...”, ironiza Adelaida Carrasco, educadora social y mediadora de la Fundación Secretariado Gitano. “De verdad que no sé qué es una emergencia para nuestras administraciones si esto no lo es”, añade. La asociación Fanal, que trabaja también sobre el terreno, lleva semanas trabajando a oscuras. “Las familias no pueden hacer las cosas del día a día. El estrés psicosocial es muy fuerte”, asegura Rocío Díaz, una de las educadoras.
La Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid suscribieron el convenio de realojo hace más de dos años. En este tiempo se ha dado un nuevo hogar a 150 familias que vivían en la zona de antigua vía pecuaria sin asfaltar. El proceso está siendo muy lento. El área de Familias, Igualdad y Bienestar Social asegura que “es una prioridad la dignificación de las condiciones de vida y eso pasa por reestablecer la luz”, aunque 37 días después de los primeros cortes masivos no hay todavía una salida.
El Pleno aprobó a finales de octubre la creación de una mesa de emergencia, propuesta por Más Madrid, para abordar la situación de inmediato con las entidades sociales y los vecinos. El director general de Atención Primaria, Intervención Comunitaria y Emergencia Social, Alejandro López Pérez, ha asegurado en la comisión del ramo el acuerdo de un plan de choque para “agilizar las intervenciones policiales necesarias para el reestablecimiento del suministro”.
Para Más Madrid, el Ayuntamiento no está cumpliendo lo acordado en el pacto regional firmado en 2017. “No hay camiones generadores, no hay placas fotovoltaicas. El acceso de falta de luz atenta contra la vida”, ha espetado la edil Pilar Sánchez en la misma comisión. Una de las medidas prioritarias del pacto es un plan de rehabilitación de la red eléctrica que solo se ha cumplido en la primera fase: hacer una prospección de datos para conocer la situación técnica de la instalación. Mientras, la vida sigue a oscuras en la Cañada Real.