Las familias del colegio público Yvonne Blake, situado en el barrio de El Vivero, en Fuenlabrada (Madrid), han visto agotada su paciencia en lo que respecta a la construcción por fases del centro educativo. La primera, que comprende el módulo de infantil, se edificó en 2019 y, por aquel entonces, no había problemas de espacio porque había clases suficientes para los alumnos. Pero durante estos años no se han construido nuevas zonas para la docencia, los niños van pasando de curso y ahora no hay clases de primaria. “Cuando mi hijo entró en 2019 tenía una sala de psicomotricidad para poder hacer gimnasia. Los niños de infantil ahora no tienen esa aula porque la tiene una clase de primaria”, dice Miguel Ángel Sanz, padre de un alumno de primero de primaria.
La segunda y última fase comprende otras doce aulas mas cuatro de desdoble, el gimnasio, la biblioteca, las pistas y más zonas que deberían haber estado acabadas en el curso 2021-2022, como prometió Enrique Ossorio, el consejero de Educación. Sin embargo, dos años después, la última fase aún no ha entrado en funcionamiento y las consecuencias ahora las sufren los aproximadamente 200 alumnos que alberga el centro.
Por ejemplo, primero de primaria está dando clase en el aula de usos múltiples porque no hay otra alternativa. El comedor, donde comen aproximadamente unos 170 estudiantes, también se utiliza para las clases de psicomotricidad, de religión y de las diferentes actividades extraescolares. Aún así, las condiciones de estos espacios son muy improvisadas: “El aula de religión es una mesa separada por colchonetas”, declara Carolina Ruiz, vicepresidenta del AMPA y madre de una niña del colegio. Además, las clases de educación física se imparten en el patio, que es muy pequeño y no tiene toldo, lo que obliga a los alumnos a aguantar las temperaturas tanto cuando hace frío como cuando hace calor.
Y no solo faltan sitios para la docencia, sino que el problema se amplía también a los baños. “Los de primero de primaria B tienen que pasar por primero A, luego a cinco años y ya entrar a los baños, que los utilizan casi unos 90 niños”, explica Gema Lizana, presidenta del AMPA. Son baños de infantil, es decir, construidos a partir de cristaleras donde se ve todo, lo que lleva especialmente a los niños de primaria a “sentir pudor”, aparte de que la higiene “brilla por su ausencia”, indica Ruiz.
En el Yvonne Blake también estudian cinco niños con trastorno del espectro autista (TEA), que pasaron de recibir las clases en un aula normal, donde ahora están los de tres años, a hacerlo en un despacho junto con dos profesionales. Aparte, están los niños con necesidades especiales como los que precisan de Pedagogía Terapéutica (PT), que ocupan la entrada del centro para las clases. “El problema con los niños autistas es que necesitan una estabilidad y una rutina. Cambiarlos cada año de aula no es beneficioso para ellos”, señala Cristina Rodríguez- Gavela, madre de un hijo en aula TEA. Dar las clases en un despacho provoca además que los profesionales no puedan desarrollar bien su trabajo “y todo por no querer construir un colegio”, apunta Rodríguez- Gavela.
La respuesta de la Comunidad de Madrid: panelear el comedor
Las familias de los alumnos del Yvonne Blake empezaron a hacer ruido cuando vieron que la segunda fase que les prometieron para el curso 2021-2022 no estaría lista porque ni si quiera habían empezado las obras. Ante sus quejas, la Comunidad de Madrid les prometió que para el inicio del curso 2022-2023 iban a estar terminadas y operativas cuatro aulas para los estudiantes de primaria, pero ya casi finalizado el año lectivo, esas obras aún no han empezado.
En un comunicado de la Dirección de Área Territorial de Madrid Sur del 4 de mayo, la solución que daban a las familias pasaba por panelar el comedor: “En previsión de que el pequeño aulario, cuyas obras se iniciarán lo antes posible, se pueda retrasar en su terminación (no estar disponible en septiembre), se valora construir tres aulas en el comedor, dado que el tamaño del mismo lo permite sin afectar al servicio de comedor”.
“No queremos que se toque el comedor porque al final es un sitio donde se reúnen para hacer todo tipo de actos porque es lo único que tenemos más grande”, declara la presidenta del AMPA. Para Rodríguez- Gavela, las tres aulas en comedor son un “parche”, además que es el sitio donde comen los niños e iniciar unas obras allí llenaría todo de polvo y escombros.
Las familias critican el trato recibido por la Comunidad de Madrid, quien en todas sus negociaciones les asegura que las obras de las cuatro aulas van a ser “inminentes”, e incluso les ofrecieron la posibilidad de construir barracones, pero las familias se negaron: “Decimos que no queremos restructuración ni barracones, lo que queremos es que nos construyan el cole y que nos adelanten esas cuatro aulas que nos han prometido”, recalca Lizana.
Sin embargo, en las reuniones con la Comunidad de Madrid se les trasladó a las familias que no era un problema de dinero, por lo que piensan que es una “guerra política”. “Consideramos que aquí en Fuenlabrada el PSOE es muy fuerte y creemos que es una manera de castigar a los fuenlabreños”, comenta la vicepresidenta del AMPA. “La sensación es de abandono total porque vemos que nada se acaba de materializar”, continúa.
Ante la desesperación, madres, padres y alumnos del Yvonne Blake se encerraron durante todo el primer fin de semana de mayo en el colegio para protestar contra su situación y piensan seguir haciéndolo: “Tenemos pensado seguir haciendo encierros y estamos hablando con otros centros también construidos por fases porque lo suyo sería hacer encierros simultáneos”, manifiesta Lizana.
“Luchar por algo que es un derecho, como el derecho a la educación, es muy cansado. Es concentrarte por algo que es tuyo, no tendríamos que estar exigiéndoselo a nadie”, concluye Rodríguez- Gavela.