Una premisa: este blog, que se actualiza cada 15 días, pretende incluir reseñas constructivas (es decir, la crítica, si es negativa, se hace para fomentar la mejora) sobre la oferta de restauración que caracteriza Malasaña.
Partiendo de esta premisa, siempre he tratado y trato de buscar sitios que conozco y me han gustado, o de los que recibo información positiva. Bueno, entre unos establecimientos y otros, he caído en dos, Casa Julio y El Pez Gordo, que tienen un hilo conductor: son lugares agradables, con buen ambiente, estilo cafés de los años 20 del siglo pasado, con personal cordial y donde yo, particularmente, recomendaría más ir a beber que a comer. Os cuento mi experiencia.
Casa Julio
Venimos M. y yo todos contentos después de ver la exposición “Las Furias. De Tiziano a Ribera” (la recomiendo encarecidamente, belleza tormentosa sin igual, ¡realmente fantástica e interesantísima!) y nos vamos dirección a Casa Julio. Yo ya me había documentado para la ocasión y estaba emocionada pensando en las maravillosas croquetas que íbamos a degustar. El local es agradable, inaugurado en 1921, es estilo café antiguo con sus lámparas art déco de luz cálida, sillas de madera, mesas de hierro y mármol y… bueno, una pantalla gigante para los partidos, ¡la modernidad también tiene su espacio (glups)! Los parroquianos eran, en su mayoría, gente joven. Las paredes están llenas de fotos de los dueños con famosos y artículos sobre el local. Pedimos para beber M. una caña (creo 1,50 €) y yo, viendo que tienen vinos de numerosas denominaciones de origen, tanto tintos como blancos, me decanto por un tinto del Bierzo, Cuatro Pasos (2,50 €/copa). La copa del vino está cuidada, no es la típica de cristal grueso y baja propia de una casa de comidas, sino que es una copa de tallo largo y cristal bastante fino. Y el vino está correcto. ¡Bien, promete! La carta ofrece platos muy propios para un lugar de cocina casera: albóndigas con salsa, pisto con huevo, pincho de tortilla, pimiento relleno con carne, ensaladilla rusa… Nosotros pedimos huevos rotos con patatas, pero nos dicen que tardarán más de ½ hora, así que desistimos y, teniendo ganas de patatas y de algo típico de cualquier casa de comidas tradicional, pedimos unas patatas bravas (4,5 €, advierten que son muy picantes). La salsa de las bravas bien, picantilla y simple, pero las patatas estaban talludas (sé que es un adjetivo para personas, pero en Asturias lo utilizamos para las patatas que están envejecidas y, por ello, no en su punto). Para acompañar, pan de pistola… mejor no digo nada.
Bueno, tenemos hambre y nos las comemos, entre tanto, el camarero, que es muy amable, nos ha traído ya las otras dos raciones: picadillo riojano (6 €) y 12 croquetas (11 €). M. pide otra caña y yo un Tagonius, un tinto de Madrid, que resulta mejor que el del Bierzo, más reposado y profundo. El picadillo lleva un huevo encima, porque el camarero, viendo que nos habíamos quedado con ganas de huevos rotos, nos ofreció incluirlo. Lo probamos, el picadillo es vulgar, no llama la atención ni por bueno ni por malo, pero viene flotando en aceite, no pretendo ser Chicote, pero recordaba una minisopa de picadillo en aceite. Tomamos parte y abandonamos. Finalmente, nos ponemos con las croquetas, ofrecen los siguientes sabores: jamón, queso azul, espinacas, pasas y gorgonzola, setas con puerro, atún con huevo, picadillo y morcilla con membrillo, elegimos dos de cada, sólo no cogemos la de atún con huevo. A pesar de que al servirlas no nos dicen cuáles son de cada tipo, imaginamos que al degustarlas nos enteraremos… ¡Pues no! Juis, juis, juis. Las únicas que se distinguían eran las de jamón, porque se veían los trozos, y las de espinacas, pasas y gorgonzola, por el color verde, pero ninguna tenía un sabor por el cual pudieras diferenciarlas. La masa era más bien argamasa, ¡la suavidad a las croquetas la da la leche, no la harina! Y yo, a este punto, me pregunto: ¿cómo pueden tener tanta fama estas croquetas? ¿Será que caí en un mal día? Ayer, cenando con E. y M., hablamos de estas croquetas y comentaba E. que tal vez eran los nuevos adoquines para uso en manifestaciones, que cada día estamos más modernos y gastronómicos... ¡A lo mejor son croquetas revolucionarias y yo soy una simple y no veo la profundidad de la cuestión! Bueno, no sigo, porque cada vez me siento más la bruja avería.
Recomendaría este lugar exclusivamente para beber, tienen cañas y una selección de vinos bastante maja. Si lo que quieres son grandes raciones con una calidad media-baja, éste es tu sitio.
- Casa Julio, Calle de la Madera 37, Tel. 915 227 274. Horario: de lunes a sábado, de 13.00 a 15.30 y de 18.00 a 23.30; domingos cerrado.
El Pez Gordo
Al Pez Gordo llegamos, de casualidad, el día que íbamos para el Corazón Bar E., M. y yo. El local, como ya comenté, es estilo café literario antiguo, agradable, con fotos chulas de músicos en las paredes y buen ambiente, muy variado, simpático, gente de todas las edades y de la más diversa procedencia. Entre la reducida oferta de vinos, dos blancos, un rosado y cinco tintos, elegimos una botella de Camino de Castilla, un Ribera de Duero Crianza (14,00 €/botella). Las copas eran un poco atroces, de tallo muy corto y gruesas, pero el vino estaba correcto (sabroso, firme, persistente).
En la carta, hay tres ensaladas (de tomate y queso fresco, de espinacas, champiñones, nueces y parmesano y de rulo de queso de cabra con pimientos caramelizados sobre lechuga y vinagreta de naranja) y luego raciones y medias raciones: chorizo picante, queso provoleta, cecina extra, jamón ibérico, queso curado de oveja, paté de oca y confitura, lacón a la gallega, salmorejo, morcilla con piquillos, callos a la madrileña...
La chica que nos atiende, encantadora, nos recomienda berenjenas y calabacines con miel (8,00 €). Nos traen un gran plato y, aunque la idea es buena, el resultado deja que desear: las berenjenas y los calabacines están rebozados en harina y huevo, pero su fritura, al estar hecha tiempo atrás (bastaaaante), está reblandecida y la miel es una miel muy líquida y poco sabrosa. Pero tenemos hambre, ¡así que adelante con ello!
Después nos decidimos por un carpaccio de buey (9,00 €), que está bien, la carne es fresca, lleva unas escamas de parmesano por encima y, en conjunto, resulta correcto. Elegimos también media ración de migas “Pez Gordo” hechas con sémola (5 €), están aceptables, originales (por la sémola) poco picantes y, aunque un poco saturadas, por encima, de chistorra, me gusta el detalle de que les pongan uvas, siempre me ha parecido que a las migas les van muy bien las uvas, les aporta un contraste dulce muy agradable.
Seguimos con una ración de croquetas (8,00 €), 3 de bacalao y 3 de jamón, bien fritas y sabrosas, aunque la masa no es excesivamente cremosa. Y para terminar media ración de picadillo con queso “picón” (5,00 €). El picadillo está rico (nada grasiento y en su punto de picante) pero la combinación con el queso “picón” (queso azul) no está muy lograda, son dos sabores que se matan.
Y, como siempre, no podían faltar Humbert y Humbert. Ya lo he entendido, Humbert II es el que está siempre durmiendo, creo que padece narcolepsia. Entre tanto, Humbert I nos dejó un mensaje: il caffè in Spagna è una ciofeca e l’agente Cooper non capisce niente. Le dimos la razón y, como siempre, se fue igual que apareció, llevándose en la chepa a Humbert II.
Este local lo aconsejaría por su ambiente, es relajado y variopinto. La comida, aunque no es maravillosa, se puede disfrutar si estás en buena compañía... El personal se molesta mucho en ser amable y lo consigue.
- El Pez Gordo, Calle Pez 6, Tel. 915 223 208. Horario: todos los días de 19.30 a 2.00.