Hemos ido, M. y yo, a un lugar muy particular… Para acompañar nuestra incursión en ese lugar, el Café Ajenjo, un poquito de música, que nos acerca a la estación estival a la par que nos sumerge en el ambiente de este establecimiento tan diferente: Summertime, interpretado por Ella Fitzgerald.
Entramos, y el local, su decoración, su aroma, sus detalles, hasta Helios, su propietario, nos hacen sentirnos en otra época. Es un establecimiento, en pie desde 1978, que emula los cafés literarios de finales del siglo XIX y principios del XX: mesas con tablero de mármol, madera recubriendo barra y paredes, gran caja registradora antigua y Helios, todo un personaje, asturiano tirando a gallego, por sus secretos y sus silencios, no por su procedencia ya que es de Gijón. En las paredes hay fotos antiguas de parientes y conocidos, me llama particularmente la atención la de, supongo, una boda, con ella vestida de negro, como se hacía antes (¿qué será mejor el blanco y radiante actual o el negro y sus connotaciones pasadas? Yo abogaría por el negro).
El local tiene una penumbra que crea una atmósfera muy propia pero que dificulta la fotografía… Helios nos ofrece, amablemente, para las fotos (sin preguntar para qué son), cambiar la bombilla de una lámpara por una de 50 W que tiene, especial, para cuando hay tertulias. Nunca te acostarás sin saber una cosa más: las tertulias parecen necesitar más luz que los cafés literarios en su conjunto. Hago unas fotos del local y, cuando ya me siento, empiezan a llegar mujeres, que van al salón del fondo, el de las tertulias. Estamos en otros tiempos, sin duda.
Su carta es muy variada, ofrece una amplia selección de combinados, es decir, bebidas compuestas por varios licores, vinos, cavas y orujos, para los más nocturnos; gran número de cafés, cervezas, chocolates, tes e infusiones para los literatos y sus meriendas; helados, tartas y batidos caseros para los más golosos; granizados para el veranito y vermú de botella para quien guste.
Nosotros, que somos golosos por momentos, bueno, yo particularmente chocolatera, nos decidimos por dos clásicos, batido de chocolate (5,40 €) y batido de fresa (5,40 €), y una tarta de zanahoria (4,50 €).
Vemos a Helios en la barra elaborando los batidos con mimo y nos emocionamos pensando la que se nos viene encima: dos tremendas copas de batido. El de chocolate sabe realmente a chocolate, como debe ser, y es de textura suave, fluida. El de fresa, elaborado con fresas frescas, azúcar, helado hecho in situ y un toque especial (que será una constante de todo lo que tomemos y que Helios no nos desvelará por más que insistamos), es más denso, cremoso y con un marcado aroma a fresa. Ambos se nota que son caseros y eso se agradece, nada de siropes ni saborizantes varios. Nos pone, de regalo, para acompañar, dos pastitas de mantequilla de la casa, crujientes y sabrosas, una de ellas muy divertida, con letras de colores por encima.
Mientras nos concentramos en acabarnos nuestros copones de batido, yo ya estoy pensando en un siguiente round. Entre tanto nos llega nuestra tarta de zanahoria, con sus dos seres encima, los cuales, al verse en un entorno tan intelectual están inmersos en una conversación (en realidad monólogo, pues Humbert II duerme, pero a Humbert I no le importa, él sigue con su rollo) sobre la metafísica del mal y los diversos planteamientos para afrontar el problema del mal. A mí, al observarlos, enfrascados en temas tan “elevados”, me hace gracia, sobre todo el hecho de ver como Humbert I habla y el otro duerme… me siento profundamente identificada con Humbert II, tantas veces he vivido esa sensación de sopor irrefrenable y de “yo sólo vine a comprar pan y me enseñasteis el Corán” (parafraseando a Siniestro Total). Al dar otro sorbo a mi batido ya no están ahí, así que ¡ya podemos dedicarnos al bizcocho! Es realmente diferente a las tartas de zanahoria previamente probadas: su estructura consiste en bizcocho con relleno de crema de zanahoria y cobertura del mismo vegetal. Resulta fresca, original y el toquecito de coco rallado por encima le va muy bien.
Le pregunto a M. si se anima a probar un chocolate con nata (4,50 €), para ver como son ambos ingredientes, y me dice que sí, que adelante. Así que pedimos una última ronda, de chocolate con nata, para una merienda en toda regla. Vemos a Helios trajinar en la barra, utilizar la batidora y, finalmente, traernos una bonita copa de chocolate con nata. Al lado, otra bandejita de pastas, muy ricas. El chocolate, una vez más, tiene un aroma, un toque, el cual lo hace diferente de los degustados anteriormente. El propietario se hace el sueco (o más bien el gallego), una vez más, cuando le preguntamos. La nata tiene un batido ligero, que la deja líquida pero con cuerpo, excelente para combinar con el chocolate, denso, cremoso y de aroma especial.
Finalmente, hablando de nuestra Asturias (patria querida), al momento de pagar Helios nos ofrece un licor de café de Potes (pueblo de Cantabria pero que allí se considera prácticamente parte del territorio del Principado), ¡riquísimo, mil gracias! Al final, no hay día que no acabemos algo alcoholizados, ¿qué va a ser de nosotros?
Recomiendo el Café Ajenjo totalmente por su ambiente, por su decoración, por su propietario, para probar cosas que, siempre, tienen un toque diferente... un lugar nada globalizado, muy especial, un viaje en el tiempo. Me quedo con ganas de probar el café asiático, muy recomendado por A., del Somos Malasaña, y en muchas reseñas de revistas varias.Somos Malasaña
*Parafraseando la peli de Regreso al futuro.
- Café Ajenjo, Calle Galería de Robles 4, tel. 91 447 70 76. Horario: de lunes a jueves de 15.30 a 01.30; de viernes a domingo de 15.30 a 02.30. Web: http://www.cafeajenjo.com/