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La estatua portuguesa a la que llevaban sandías para conseguir novio: el origen de las fiestas de La Melonera en Madrid

Romería de las fiestas de La Melonera de Madrid

Nerea Díaz Ochando

Madrid —

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Desde 1978, cada 8 de septiembre, mientras en la mayoría de los pueblos españoles comienza la vendimia, Madrid celebra la romería dedicada a la Virgen del Puerto a orillas del Manzanares. Esta tradición madrileña, conocida popularmente como las fiestas de La Melonera, marca el final del verano en la capital. Ni su nombre, ni su fecha de celebración, ni el lugar en el que se festejan son casualidad. Detrás de esta festividad hay más de tres siglos de historia en los que el hallazgo de una Virgen portuguesa en Plasencia, la devoción del marqués de Vadillo por ella y la creencia de que podía conseguir un “buen marido” a las mozas madrileñas dieron como resultado una de las tradiciones castizas más aclamadas de la ciudad.

Su origen se remonta al Al Ándalus. Según una leyenda popular, la Virgen del Puerto estaba en Lisboa y unos caballeros cristianos que huían de los musulmanes llevaron hasta Plasencia su imagen para ponerla a salvo de sus enemigos. Durante varios años estuvo bajo tierra sin que nadie supiera su paradero, hasta que a finales del siglo XVII, un pastor placentino encontró la imagen enterrada. En el lugar del hallazgo, se ordenó construir una ermita con su nombre y terminó convirtiéndose en la patrona de la ciudad extremeña.

Poco tiempo después del hallazgo, en 1689, Francisco Antonio de Salcedo y Aguirre, marqués de Vadillo, fue nombrado corregidor de Plasencia por el Consejo de Castilla. Durante su estancia el marqués conoció la historia de la Virgen del Puerto y se convirtió en un ferviente devoto de su imagen.

En 1715 el rey Felipe V ordenó el traslado del marqués de Vadillo a Madrid y le nombró corregidor de la villa, cargo que ocupó hasta su muerte en 1729. Si hay algo por lo que se le recuerda en la ciudad es por las numerosas obras que proyecto durante su mandato y con las que contribuyó al embellecimiento de la capital. Una de las más famosas es el la reedificación del Puente de Toledo, donde ahora se le recuerda con una glorieta que lleva su nombre.

Fueron muchas las aportaciones que hizo a la ciudad, sobre todo en la zona donde ahora se ubica el distrito de Arganzuela, aunque posiblemente en la que puso más cariño y dedicación fue en la construcción de la ermita de la Virgen del Puerto. Aunque tuvo que abandonar Plasencia, su devoción le hizo llevarla hasta Madrid.

La ermita la levantó en la orilla izquierda del río Manzanares, una ubicación nada casual. La construyó en este preciso lugar para ofrecer un espacio de culto a las lavanderas cerca de su trabajo y a su vez abrir y mejorar los caminos de acceso a la ciudad. El edificio tardó en construirse dos años y la obra corrió a cargo del arquitecto barroco Pedro de Ribera. El 10 de septiembre de 1718, con una copia de la Virgen del Puerto de Plasencia, se inauguró.

En poco tiempo la ermita se convirtió en un lugar de referencia para madrileños y madrileñas, que peregrinaban hasta allí para encomendarse a la Virgen. La popularidad que adquirió dio lugar a la celebración de una romería anual en su honor, que además de su significado religioso servía como excusa para disfrutar de los parajes y la naturaleza que crecía alrededor del río durante los últimos días de verano.

Melones y sandías para la Virgen “casamentera”

El 8 de septiembre, la fecha en la que se celebra cada año la romería en honor a la Virgen del Puerto, corresponde con el día que la Iglesia fija el nacimiento de María. Coincidiendo con esta fecha, las golondrinas abandonaban la capital anunciando el final del verano. Hay incluso un refrán que hace referencia a ello: “Cuando la Virgen de la Melonera viene, las golondrinas se van”.

Curiosamente, la fecha también coincide con la época en la que desde el siglo XVIII hasta comienzos del siglo XX los meloneros de Villaconejos instalaban sus puestos de melones y sandías a orillas del Manzanares. Estos dos acontecimientos que se producían a la par que la romería dieron lugar a los nombres con los que se bautizó popularmente a la Virgen, el más conocido, “La Melonera”, o “La de la buena leche”, ya que se representa amamantando al niño Jesús.

Desde entonces, la romería adquirieron el nombre de La Melonera y para hacer justicia a su nombre, los madrileños celebraban la fiesta comienzo melón y sandía a orillas del río. Era tradición que las mozas que estaban por casar llevaran dinero para comprar un melón a los vendedores que venían desde Villaconejos y se lo llevaban a la Virgen como ofrenda para que les consiguiera un “buen marido”.

Parece ser que al menos una de las veces la ofrenda causó efecto. Cuenta la leyenda que una joven a la que su novio dejó plantada en el altar pidió a la Virgen que este volviera y ella le concedió tal milagro. En agradecimiento, la chica robó un melón y lo llevó a la ermita como ofrenda. Una noche, se le apareció en sueños y le dijo que debía compra un melón y compartirlo con su novio para tener un feliz matrimonio. 

La historia caló entre las madrileñas y desde entonces todas las mozas subían hasta la ermita el día de la romería con melones y sandías para pedir marido. Algo de aquella tradición queda todavía. Las jóvenes ya no llevan ofrendas frutales, pero los melones se siguen comiendo cada ocho de septiembre a los pies de la ermita.

La última verbena del verano madrileño

Aunque estas fiestas llevan celebrándose desde hace siglos, mantenerlas a lo largo del tiempo no ha sido nada fácil. Desde la inauguración de la ermita en 1718, cada año se celebraba una romería. Sin embargo, en 1808 con la llegada de los franceses a la capital y la Guerra de la Independencia, las orillas del Manzanares quedaron completamente arrasadas. El ejército francés desarboló la zona, dejando a los madrileños sin la chopera que les resguardaba de los tórridos días de verano.

Poco a poco la gente fue cambiando sus excursiones de verano a la ermita por la zona de merenderos de otros parques como el de la Bombilla, en el distrito de Moncloa-Aravaca. El paraje de la ermita se convirtió en una zona de lavaderos y solo se subía una vez al año con motivo de la romería de La Melonera.

Con el tiempo, la romería se convirtió en verbena, y como la mayor parte de las verbenas madrileñas comenzó a celebrarse en las praderas de las Vistillas. Durante la Guerra Civil, este lugar se transformó en un frente de batalla y la ermita acabó prácticamente destruida. Hasta la imagen de la Virgen fue quemada. De hecho, la actual es una reconstrucción que se llevó a cabo en el año 1945. 

En 1951 se abrió al público de nuevo, aunque la romería no volvió a celebrarse. En el año 1983, siendo alcalde Enrique Tierno Galván, se recuperaron los festejos. Fue el propio alcalde el encargado de inaugurar desde la plaza de Peñuelas las primeras fiestas de La Melonera tal y como las conocemos en la actualidad.

Este año la celebración tiene lugar del 1 al 8 de septiembre en el recinto ferial de la Explanada de Madrid Río, donde durante una semana los vecinos del distrito de Arganzuela podrán disfrutar de una amplia programación protagonizada por los conciertos de Azúcar Moreno, Celtas Cortos y María del Monte. Quedan lejos aquellos tiempos en los que los madrileños peregrinaban hasta la ermita y las mozas iban cargadas de melones como ofrenda. Aquel capricho del marqués de Vadillo es ahora una de las fiestas más aclamadas por los madrileños. Una última verbena antes de que termine el verano. Un rayo de sol con sabor a melón.

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