“La semana que viene me largo de Madrid, después de 4 meses sin conseguir curro de DJ y cancelándose todos mis bolos veraniegos, no puedo seguir aquí. Espero veros de nuevo en la pista de baile algún día”. Estas lapidarias palabras las escribía en Twitter este viernes Eme DJ, una de las referencias en los platos de Malasaña y nombre habitual en fiestas y festivales dentro y fuera de Madrid. Su marcha es consecuencia directa de que la mayoría de locales de noche permanezcan cerrados por la pandemia del coronavirus. Y de que las pistas de baile estén clausuradas como precaución para evitar rebrotes de Covid-19.
Eme DJ o Marta Fierro (Monforte de Lemos, 1982) se marcha de forma indefinida, sin fecha de regreso, después de vivir durante 20 años en el centro de Madrid y de tener casa en propiedad en Malasaña desde hace más de una década. Vuelve a Galicia, su tierra natal, ante el negro panorama de este verano para el ocio nocturno de la capital. “Yo vivía solo de mi trabajo como Disc Jockey, pero ahora mismo no hay nada que hacer aquí”, explica en conversación con Somos Malasaña. “No es una retirada, son las circunstancias. No puedo ni pagar internet. En Madrid está todo parado y no conozco a nadie que esté pinchando”, dice.
En un mundo paralelo en el que no hubiera existido esta pandemia, Marta hubiera pinchado el pasado fin de semana en la fiesta internacional de la MTV por el Día de la Música. Y hoy lo haría probablemente en alguna fiesta del Orgullo LGTBI. También tenía cerrada su presencia en grandes festivales de verano como el Sonorama. Pero el trabajo se ha esfumado y las perspectivas no son halagüeñas. “Incluso en Galicia es complicado pinchar en el circuito de chiringuitos de playa, porque no puede haber pistas de baile en funcionamiento”, lamenta.
Eme DJ pasó la cuarentena confinada en la calle San Vicente Ferrer, metida en casa junto a sus dos gatos y aguardando con paciencia la desescalada, mientras tejía redes con sus vecinos de calle, para los que montó alguna sesión desde su balcón. “Los vecinos hemos hecho mucha piña”, recuerda. Pero, al contrario que otros creadores, su gremio tenía más complicado pasar del directo a las redes digitales, reproduciendo sus sesiones en streaming: “El problema es que no hay ninguna plataforma adecuada para ello, estamos en bragas. Youtube te las corta por infracción de derechos de autor, Instagram también y últimamente también en Twicht. Además, lo de que no veas a la gente bailar lo que pones hace que todo pierda frescura”.
El oscuro futuro que vislumbra Eme DJ es parecido al que temen los bares históricos de Malasaña, que prevén un flojo verano cuando puedan reabrir (algunos lo han hecho ya, otros tendrán que esperar por su licencia a principios de julio), siempre bajo la amenaza de nuevos cierres por el peligro de rebrote de la enfermedad. Marta, además, ve las medidas de la nueva normalidad incompatibles con su profesión: “No me veo pinchando con mascarilla, ni tampoco veo lo de los conciertos para gente que llega en coche. Se cargan la experiencia de la música en directo, si tengo que llegar a eso no disfrutaría nadie, ni el público ni yo”, confiesa.
Además de poner música, Eme ha ejercido como profesora de futuros pinchadiscos en centros educativos -otra de las vías de trabajo cerradas, porque la formación se ha trasladado al online- y ha escrito el libro Mamá, quiero ser DJ. Hace años fue elegida por la (ahora extinta) revista Rockdeluxe como la Mejor DJ nacional. Cree que su gremio debería aprovechar esta pausa para atajar la precariedad de su actividad, pagada en muchas ocasiones con dinero en B y sin posibilidad de salir de la economía sumergida. “Necesitamos una mejor regulación y protección, además de ayudas para las salas”, reclama.
Mientras prepara la maleta, Marta Fierro confía en que la noche se reactive de alguna manera y pueda volver a Madrid, a la vez que cruza los dedos para que la vacuna contra el coronavirus llegue pronto y salve las pistas de baile. “Solo podemos esperar”, dice con resignación.