Parodiaba, hacía números acrobáticos, tenía un gran dominio de la escena y no dejaba títere con cabeza en sus chistes, algunos de los cuales han quedado prendidos al anecdotario histórico sin que sea sencillo discernir qué salió de su boca maquillada y qué se le adjudicó en la calle. Se hacía llamar Ramper y durante los años veinte y treinta era el payaso de España.
Ramón Álvarez Escudero Ramper nació en la calle de San Vicente el 20 de octubre de 1881. Decía que su primera aparición ante el público fue en su casa, entonces en la calle Marqués de Leganés. Vivió también en la calle de la Manzana y en algunos lugares se le encuentra nombrado como el excéntrico de Maravillas. Miembro de una familia numerosa (eran catorce hermanos), Ramón no debía diferenciarse demasiado de los chavales de familia humilde que hacían el trasto y sobrevivían todo el día en la calle en aquella época. Probablemente ayudaría en la carbonería de su padre y trabajó de peón de albañil en las obras del Hotel Palace.
Pero Ramón siempre miraba de reojo al circo y la acrobacia, acudía cuando podía a los espectáculos (se colaba si era menester) y, tras introducirse en el espectáculo en lo más bajo del escalafón, en 1914 empezaron a actuar él y su hermano Pedro (contorsionista) con el nombre Ramper. Su hermano se rompió la columna vertebral ensayando uno de sus números en 1920. Murió: no hay vida de payaso sin mueca triste tras el maquillaje.
Rámper fue realmente famoso en su tiempo. Encontramos, por ejemplo, un cuentecito humorístico de Jardiel Poncel titulado El robo del auto de Ramper (Buen Humor, 1925) que, obviamente no tendría sentido si el caricato no fuera de sobra identificable por todos los lectores.
Puede verse su figura en movimiento durante los años veinte en la película Frivolinas (Arturo Carballo, 1926), un exitoso registro fílmico de las mejores escenas de revista de le ápoca, en la que Ramper ejerce de hilo conductor entre los números. La película ha sido restaurada por la Filmoteca Española. Pronto participaría también en la primera experiencia de cine sonoro en España, el Phonofilm, un sistema ambulante de cine sonoro cuya principal característica radicaba en que el sonido quedaba inscrito fotográficamente en la misma película que la imagen. No tuvo excesivo éxito pero bajo este sistema se produjeron algunas películas, entre ellas unos cuentos protagonizados por nuestro personaje de hoy a finales de la década de los veinte.
Uno de los chistes más comentados de la carrera de Ramper se produjo circo Price a propósito de Alfonso XIII:
Antes, se comentó en la prensa progresista el número en el que aparecía delante del público, en silencio, leyendo La Nación (órgano de prensa de la dictadura de Primo de Rivera). Ante el murmullo del público el caricato replicaba “pueden gritar lo que quieran, la nación está conmigo”.
Dicen que tuvo también chistes para la República («¡Serrín de Madrid! ¡Serrín de Madrid», decía al final de la guerra mientras esparcía virutas por el escenario) y para Franco, que en diversas ocasiones le supusieron multas y detenciones.
Ramper actuó mucho durante la guerra en teatros e, incluso, en festivales en el propio frente, a doscientos metros de las trincheras. Después, continuó con su carrera, pero había comenzado la decadencia de la otrora estrella, que murió en 1952. El que había sido un nombre mítico de la escena española se convirtió en una referencia subterránea, muy admirado dentro de la profesión pero ignorado por el gran público. En 2017 su figura fue objeto de reivindicación por parte de la compañía Cancamisa Teatro , que montó sobre su vida la obra Rámper. Vida y muerte de un payaso.