A Alicia, Ladis, al Chato, a Paco, a Alberto...y a todos los demás que estuvieron en la plaza y ya se han ido
*La primera redacción de este artículo incluía algunos nombres propios...pero no tenía sentido
El 28 de mayo de 2011 tuvieron lugar las primeras asambleas del 15M en los barrios y distritos de Madrid. Aunque la potencia del 15M radicó en tener el arrojo de ocupar el lugar más visible de la ciudad, era obvio que quedarse allí para siempre no era una opción. El miedo era que, desaparecida la explosión con forma de lonas azules y estructuras de madera, el humo fuera consumiéndose hasta no quedar nada visible en el aire. Desde pronto surgió la idea de que el desembarco en los barrios, expansión más que retirada, era la mejor manera de escribir dos puntos y no un punto final.
Un poco antes, una multitudinaria reunión en la Plaza del Carmen para preparar las convocatorias auguraba algo importante. “Por aquí los de Carabanchel”, “por allá se han reunido los de Tetuán”. ¡Oh!, había mucha gente. Alguien había pensado que el mejor sitio para que se produjera la asamblea de Tetuán era la Plaza de la Remonta, al fin y al cabo estábamos en la revolución de las plazas y aquella era la más conocida y amplia del distrito. Sin embargo, los allí presentes decidieron convocar en la Plaza de las Palomas, un espacio mucho menos conocido pero en medio del trazado de la calle de Bravo Murillo. Una plaza que, a raíz del 15M, iba a quedar muy connotada socialmente.
Y sucedió, lo que se auguraba importante se manifestó impresionante también. Nadie se dedicó a contar la gente que acudió aquel día a la Plaza de las Palomas pero no debieron ser muchas menos de mil personas, como también sucedió en el resto de las 120 asambleas -#barriosdespiertos se las llamó en redes- que tuvieron lugar aquel fin de semana.
¿Por qué hablamos de las asambleas de barrio, que llegaron un par de semanas después, en el aniversario del 15M? Porque también fueron el 15M y su recorrido ayuda a matizar algunos tópicos del 15M como movimiento ciudadanista, reactivo y protagonizado exclusivamente por jóvenes blancos de clase media que habían visto frustradas sus expectativas por la crisis económica.
No pararse a analizar el recorrido de un movimiento que duró años en los barrios (alguna asamblea persiste, como la de Carabanchel) y que protagonizó un ciclo extraordinario de movilización los dos primeros y aún muchas cosas en los siguientes, nos aboca a la versión del experimento fallido que repiten quienes solo curiosearon en los primeros momentos y airean el chascarrillo de la inoperancia de una asamblea que tardaba días en acordar su propio horario.
Solamente describir la cantidad de iniciativas que se llevaron a cabo bajo el paraguas de la Asamblea Popular de Tetuán 15M daría para un libro. El capítulo de los primeros momentos, en los que la Plaza de las Palomas y sus alrededores estaban permanentemente ocupados entre semana por las asambleas de las distintas comisiones, sería tildado de exagerado. Vale la pena contarlo aunque aquí solamente esbozaremos algunos retazos ilustrativos.
Un movimiento estrictamente impugnador
Hubo, al principio, mucha gente del movimiento que renegó del apelativo indignados (proveniente del hoy olvidado panfleto ¡Indignaos!,de Stéphane Hessel) precisamente porque situaba el 15M en un papel poco propositivo. Mucho se habló del 15M como momento destituyente y mucho se buscó encontrarse con lo constituyente. Pero la impugnación de fondo, el no nos representan, era radical: una crítica a las bases de nuestra democracia representativa.
Es cierto que, despojada de contenido (quedándose en el lema) la reclamación podía servir lo mismo para un roto que para un descosido y albergar tanto anhelos revolucionarios como reaccionarios. Pero no es una crítica que se quedara en el enunciado. Independientemente de lo que se debatiera en las asambleas de política (a corto o a largo plazo, en las decenas que surgieron, por todos lados) la mejor demostración fue el empecinamiento apartidista en dejar claro que el poder pertenecía a la asamblea y la determinación obcecada (culpable de muchas deserciones tras horas de asamblea) de tomar decisiones por consenso y no por mayorías.
Si hubo en la práctica asamblearia un hálito que era algo más que una protesta, una práctica constituyente de una forma de política si se quiere, también cabe decir que la práctica política del movimiento mutó pronto en un frente amplísimo en defensa de los servicios públicos (las célebres mareas) y contra los desahucios, que fueron la gran toma de tierra de la generación del 15M. Los grupos de apoyo mutuo y sindicalismo social de todo pelaje nacidos del movimiento, entre los que destacan los grupos de vivienda, se pusieron desde el primer día de frente al concepto de propiedad privada y a la policía en la puerta de sus vecinos. Y, apurando 2012, centenares de miembros de las asambleas salieron a la calle para formar piquetes en el transcurso de la huelga general europea del 14N. Probablemente, el escalón laboral quedó sin pisar y, aunque hubo alguna experiencia cosida a los grupos de apoyo mutuo de los barrios, se puede decir que fue una asignatura pendiente de las asambleas del 15M.
Un momento generacional y adanista
Otro de los tópicos sobre el 15M que la experiencia de la Asamblea Popular de Tetuán y otras muchas de las surgidas aquellos días contradicen es la de ser un movimiento netamente generacional. Este artículo tiene bajo el encabezado una dedicatoria que en buena medida habla de ello: los que ya no están. Las asambleas del 15M de los barrios fueron muy intergeneracionales, reunieron a la juventud que jaleaban los titulares en 2011 con vecinos de la edad de sus hermanos mayores, sus padres y hasta de sus abuelos en ocasiones. Si en Sol las personas mayores participaron sobre todo desde la observación alucinada del acontecimiento, en los barrios pronto se mezclaron. De hecho, a medida que el movimiento se desgastó fue perdiendo a la gente más joven, quedando a veces asambleas envejecidas.
Cabe reivindicar el 15M como un aprendizaje intergeneracional, lejano del movimiento adanista que a veces se ha descrito. No es falso que hubiera participantes del 15M que descubrieron en 2011 que en algunas manifestaciones se reciben palos, pero también es cierto que otros habían conocido los tiempos duros de Francisco Javier Ansuátegui como delegado del Gobierno en Madrid.
El retrato robot del activista del 15M es el de un joven que dijo basta, se encontró reflejado en los ojos de otros su misma circunstancia de hastío -dormíamos, despertamos, decían- y decidió entrar en el activismo como si nadie antes lo hubiera hecho. Pero es complicado entender el 15M sin las experiencias activistas que lo precedieron. Los jóvenes de Democracia Real Ya o Juventud Sin Futuro recogieron las prácticas asamblearias de sus hermanos mayores; en Sol hubo mucha improvisación generadora, sí, pero no se pueden obviar las lonas llevadas desde el CSO Casablanca o la influencia del activismo telemático radicado en el Patio Maravillas. Esta naturaleza como movimiento a hombros de otros, que ya estaba latente en la Puerta del Sol, se hace muy patente con los tiempos y los ritmos de los barrios, fuera ya de foco.
En la Asamblea Popular de Tetuán coincidieron aquel joven del retrato robot con gentes provenientes del movimiento vecinal -la megafonía no salió de otro lado que de la veterana Radio Almenara, por ejemplo-, okupas, militantes antifranquistas, ecologistas, feministas, sindicalistas de todo pelaje, participantes en el movimiento vecinal, del movimiento pacifista…
Probablemente, el hecho de que toda esa generación se encontrara en un lugar nuevo ayudó a que, salvo excepciones, la vieja guardia aprendiera a esperar su turno de palabra y adoptara aquella fraseología de los brazos en alto que tanto caracterizó al movimiento. Hasta el punto de que no pocos compañeros descubrieron en la tele o los periódicos que algunos de aquellos señores y señoras con quienes habían compartido asambleas eran históricos de los movimientos sociales.
De aquellas, uno flipaba con la práctica para doblar pasquines de un compañero bregado en la propaganda, se emocionaba con la visita de una de las fundadoras de las Madres de la Plaza de Mayo, o se ponía en situación con el taller de resistencia pacífica frente a la represión de una compañera veterana en esas lides. Y estoy seguro -porque me lo han contado ellos- de que los viejos activistas también fliparon en más de una ocasión con toparse de repente con un inesperado ciclo de movilización de caras renovadas.
Muchos se ha hablado, además, de la apertura hacia el barrio de los Centros Sociales Okupados (refugio cuando llegó el invierno a las plazas). En nuestro caso fue La Enredadera y en otros barrios se hicieron nuevas okupaciones.
Un movimiento blanco y de clase media
Sí, pero no solo. Ya el primer día de asamblea en Tetuán escuchamos hablar del caso de la calle Naranjo. El primer desahucio parado en Madrid, el 15 de junio, recién levantada la Acampada de Sol. La imagen de la pequeña calle del barrio de Tetuán atestada por medio millar de activistas de toda la ciudad dio la vuelta al mundo. Quienes vivían en esa casa, un libanés un búlgara, se convirtieron también en activistas por la vivienda, dando el acento de lo que iban a ser los grupos de vivienda, en buena medida compuestos por compañeras (sobre todo) y compañeros de procedencia extranjera y clase trabajadora.
La diversidad del movimiento, es cierto, tenía una caracterización bastante precisa en sus distintas ramificaciones. Desde el primer momento se creó una red de apoyo y un banco de alimentos autogestionado que, junto con la comisión antidesahucios (luego Tetuán Resiste) era el lugar donde militaban la mayoría de los compañeros de procedencia extranajera.
La imagen de una composición de clase homogénea del 15M debe mucho a las portavocías. Aunque el movimiento se defendía horizontal y descabezado, pronto una serie de voces y caras se hicieron familiares para quienes miraban desde fuera. Jóvenes universitarios y desenvueltos que gozaban de capital cultural suficiente para enfrentarse a los mass media con soltura. Pero el mapa de la composición de clase del 15M también es incompleto sin entender que el propio movimiento expresa una ruptura -posteriormente zurzida por el sistema- de la idea de clase media.
En el caso de las asambleas de barrio, situadas en terrenos mucho más umbríos que la asamblea original, no se produjo de igual forma, aunque, significativamente, es posible que nunca antes las comisiones de comunicación e informática hubieran tenido tanto peso en un movimiento social. En cualquier caso, no se recuerdan rentistas en las asambleas y sí un amplio gradiente de trabajadores que incluía a parados, trabajadores manuales, en servicios, estudiantes, funcionarios o profesionales liberales.
Un movimiento de renovación de élites…¿O de activistas?
La profecía se escuchó desde el primer minuto. No era muy aventurada, y acaso reconocía implícitamente la dimensión de lo que estaba sucediendo, dado que no ha habido en la historia movimiento de reacción participado por las clases medias que no haya servido como trampolín generacional. Y, sin embargo, el famoso proceso de cooptación de élites no parece haberse consumado de forma clara salvo en el evidente asalto institucional de Podemos y los municipalismos, que reclamaron el espíritu de la cosa y enrolaron a participantes.
Pero, si uno hace repaso mental de las y los participantes en la Asamblea Popular de Tetuán no encuentra, diez años después, ningún ejecutivo, ningún director de periódico, ningún cargo político...Localiza alguna vida atropellada por la precariedad, carreras profesionales exitosas (dentro de la normalidad), muchas personas en la misma longitud de onda en la que se encontraban entonces, alguna jubilación, algunas energías medio fundidas por el hastío o la represión, voces que permanecen indómitas…
El 15M tuvo mucho de tsunami repolitizador de la sociedad que operó a distintos niveles, desde las tertulias televisivas hasta el activismo de base. En este sentido, aún hoy encontramos a las compañeras muy presentes en grupos que han surgido después, como Feminismos Tetuán, o en otros que nacieron del propio 15M en el barrio, como el grupo de vivienda Tetuán Resiste o Invisibles de Tetuán. Ver a cualquiera de ellas (el femenino es muy consciente) negociar con la policía en una concentración o un desahucio da la medida de la experiencia acumulada por estas activistas durante todos estos años. Durante el 15M se inventaron y reciclaron infinitud de lemas: utilicemos para ilustrar la renovación del tejido activista en los barrios aquel de Lo que pasa no despasa.
La Asamblea Popular de Tetuán duró hasta finales de 2016, momento en el que decidió disolverse muy desinflada en su centro, aunque con múltiples semillas sembradas en otros colectivos del distrito. Podemos había nacido en 2014 y Ahora Madrid lo hizo un año después. Ambos llegaron ya un momento de bajada de la movilización popular que desembocó en que parte del tejido que había alimentado el ecosistema del 15M trasvasara hacia el famoso asalto institucional, que acabaría certificando el cierre de un espacio del 15M que tuvo sus propias características y cuya memoria es humus de nuestros barrios sobre el que merece la pena plantar.