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Discurso racista de Vox ante un público exiguo en una de las plazas más multiculturales de Tetuán

Fragmento de una pintada en el suelo de la  plaza que decía "El virus es el fascismo"

Luis de la Cruz

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La Plaza de las Palomas –nombre popular de la Plaza del Canal de Isabel II– es una de las más populosas del distrito de Tetuán. Todas las tardes hay en ella chavales jugando al fútbol, abuelos sentados, entreteniendo el bastón entre las manos, y mucha gente de paso. Situada a la a orillas de la calle de Bravo Murillo, entre los metros de Estrecho y Tetuán, sus perfiles duros se sitúan en la intersección de dos zonas donde abundan vecinos de origen magrebí y latino, comunidades ambas muy presentes en el día a día de una plaza que, sobreponiéndose a un urbanismo que parece pensado para alejar a los vecinos, es sin embargo un lugar lleno de vida.

La Plaza de las Palomas es, además, un punto significado para los movimientos sociales del distrito. Allí se reunió durante mucho tiempo la Asamblea del 15M o se han llevado a cabo las concentraciones feministas por el 8M, por ejemplo.

Y este fue el espacio elegido por VOX para llevar a cabo un acto electoral este lunes, 12 de abril, a las 19.30 h. Siguiendo el ejemplo de los movimientos sociales de Vallecas cinco días atrás, distintos vecinos y vecinas, participantes de movimientos sociales arraigados en el distrito en su mayoría, han acudido a mostrar su desacuerdo con la presencia del partido en Tetuán.

A pesar de que en la plaza, en cuyo centro se había instalado un estrado para los oradores, seguía habiendo gente en las terrazas o saliendo del supermercado que hay en ella, la singularidad del día era que, a diferencia de cualquier tarde normal, prácticamente todo el mundo era blanco. Algunos de los abuelos españoles que, como si formaran parte del atrezzo, siempre están allí sentados, siguieron en su sitio sin demasiado aspaviento. Sin embargo, ese lunes no había vecinos de origen migrante en la plaza.

El acto comenzó puntual, con una intervención breve del concejal Íñigo Henríquez de Luna para dar paso al primera espada de la tarde: Javier Ortega Smith. El contenido del discurso fue el habitual de la agrupación –se refirió a los chiringuitos, a la posibilidad de que te okupen la casa “al salir al mercado”, o al comunismo–  e hizo hincapié, sobre todo, en los menas (menores extranjeros no acompañados tutelados) y la emigración ilegal, que quedaron asociados en la misma enumeración con las palabras atracos, bandas latinas y violaciones. La comunidad china, que también suele frecuentar la Plaza de las Palomas, fue nombrada también: a propósito del virus chino.

La afluencia del mitin fue exigua, sobre todo teniendo en cuenta el dispositivo policial movilizado. En el centro de la plaza había un corro de asistentes que, quitando la prensa y los miembros de la organización, no llegaría a la setentena; alrededor de la misma, un buen número de policías, que filtraba a quien dejaba pasar un tanto caprichosamente (en el momento álgido, justo antes del final del acto, hubo unos trece furgones policiales); y en la acera de enfrente de Bravo Murillo otras sesenta o setenta personas con pancartas, cantando lemas como “Tetuán Multicultural”.

Este grupo fue rodeado por las Unidades de Intervención Policial en la calle de San Germán, manteniéndolo allí largo tiempo después de que el acto hubiera acabado y produciéndose algunas identificaciones aleatorias –o quizá determinadas por la indumentaria de los identificados, a tenor de la coincidencia estética de los elegidos– . Sin duda, la pancarta más comentada del frente anti-VOX fue aquella portada por una vecina que decía “Señoras contra el fascismo”.

La pugna en las ventanas alrededor de la Plaza de las Palomas, aparentemente, la perdió VOX. Había en ellas un par de banderas de España, una de Izquierda Castellana, otra LGTBI y, en el último piso de uno de los bloques de la plaza, una bandera roja con la hoz y el martillo, a la que se refirió durante su discurso Ortega Smith para decir que debería estar prohibida. Justo debajo de la ventana tocada por el comunismo, un vecino que vestía la camiseta de la roja aplaudía con entusiasmo las intervenciones de Smith, en contraste con alguna vecina del otro lado de la plaza que profirió desde su ventana algún grito de “racistas”. La mayoría de quienes se asomaron a las ventanas, por lo demás, curiosearon callados y, al terminar el acto, la plaza empezó a recuperar su diversidad habitual.

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