Vallecas y la asociación de Palomeras Bajas: recuerdos del germen de la lucha vecinal en Madrid

En 1968, mientras el mundo se revolvía, los habitantes de un barrio obrero de Madrid formaron una de las primeras asociaciones vecinales de España casi por supervivencia. La expropiación de las casas construidas con sus propias manos, la solidaridad de quienes vivían en un lugar al que a veces no llegaba ni una ambulancia, la represión franquista y el ansia de algunos jóvenes por vivir en libertad se canalizó en la organización y fundación de la Asociación Vecinal de Palomeras Bajas, en Vallecas, que sigue funcionando hasta hoy. 

Lo recuerda el periodista, poeta y escritor Rodolfo Serrano en la segunda entrega de ‘Vallecas, los años de barro’ (Ed. Hoy es Siempre), una novela gráfica ilustrada por Román López Cabrera que recoge los recuerdos de la juventud del autor en este barrio del sur de la capital. “La historia de una ciudad es la historia de sus gentes”, explica en el libro Serrano, que repite la frase en una conversación con elDiario.es. 

Serrano y López Cabrera publican la obra tras una primera parte -que ya va por su cuarta edición- en la que se cuenta cómo en los años 50 y 60, decenas de vallecanos que habían llegado al sur de Madrid de otros lugares de España, lucharon por construir un barrio y conseguir servicios básicos. “Hubo gente del barrio, además de mi mujer, que tras la primera novela me recordaba muchas cosas. Sentí que continuar la historia era reivindicar el barrio, cómo era, la lucha…”, explica el periodista que se crio en Vallecas. 

“Éramos gente orgullosa del barrio, con un sentimiento cercano entre la gente. Las casas estaban abiertas a todo el mundo, las calles eran de los niños… era inevitable que acabase en la asociación o el apoyo en común de unos y otros. La gente de Vallecas no tenía otra cosa que la unidad de fortaleza. Estábamos muy unidos y había mucha gente que hacía política unida”, cuenta a elDiario.es. 

A finales de los 60 el barrio comenzó a revalorizarse por su cercanía a Madrid y en el 68 llega un decreto de expropiación. “Ahí es cuando el barrio se da cuenta de que les van a echar de sus casitas - y digo casitas porque eran chabolas- y la gente se empieza a unir y a asociarse para encontrar soluciones y poder quedarse. Y lo consiguen”. Gracias a la lucha en las calles, manifestaciones frente al Ayuntamiento y negociaciones con la administración comienzan los cambios: “Derribaban, pero para volver a construir y realojar a los vecinos”. El movimiento vecinal, recuerda Rodolfo Serrano, “fue fuerte en toda España. Era la única forma en la que te podías asociar. Y también había mucha política, así llegaban algunos partidos a los vecinos”. 

El valor de los curas obreros

Y todo este movimiento vecinal fue posible también gracias a un sector de la iglesia y a los curas progres a los que también se recuerda en el cómic. “Todo se hacía alrededor de las parroquias y los curas de estos barrios también luchaban por la dignidad de la gente. Las asambleas se hacían en la iglesia porque era el único sitio grande donde reunirse, ya que estabas más amparado y te sentías más protegido, aunque te podían detener igual”.

Uno de estos curas, recordado aún con cariño en Vallecas es el padre Llanos, que llegó al barrio en 1955 y, tras toparse con la miseria que allí se vivía, impulsó la creación de escuelas, asociaciones de vecinos y colectivos. Y abrió la parroquia y su casa a vecinos, niños, parados, inmigrantes, personas con adicciones…

“La historia es un canto a la unión de la gente y la memoria”, asegura el periodista. Su hijo y editor, el cantautor Ismael Serrano, fue un poco más allá en la presentación del cómic en el Ateneo Republicano de Vallekas: “Es importante contar estas historias colectivas ahora que hay un auge de ideas neoliberales e individualistas, como las que propaga gente como Llados en redes sociales”. 

“Hay mucha gente joven que no recuerda”, asegura Rodolfo Serrano. Como el protagonista de su libro, que cincuenta años después, paseando por el Vallecas de 2024 y viendo a los jóvenes sentados en un banco reflexiona: “Aunque muchos de los chavales que hoy pasean por sus calles, que se reúnen en sus bares y que duermen en sus viviendas, no sepan que fue el esfuerzo y el tesón de sus padres lo que logró transformar el barrio. Transformar sus vidas… Aquí está mi barrio”. 

“Mucha gente joven de Palomeras no sabe lo que fue aquello, no se lo han contado. Ahora llevan ejemplares a los colegios o hay padres que se los regalan a sus hijos para no perder la memoria”, celebra el autor.

Y es que casi 60 años después, Vallecas no ha perdido su esencia de barrio que lucha. Ahora contra la gentrificación y la especulación creciente en los últimos años. Se están construyendo edificios enteros destinados a pisos turísticos, los jóvenes ya no pueden comprar vivienda y tienen que irse, mientras cada vez es más común ver a turistas con las maletas buscando su piso de Airbnb. “Vallecas era el sitio donde antes nadie quería ir y ahora resulta que está lleno de pisos turísticos. Las asociaciones de vecinos luchan por defender el barrio, pero es difícil. Se está perdiendo lo que vertebraba el barrio: las tiendas, los bares que eran lugares de encuentro para socializar…”, reflexiona Serrano.

Y esa es otra de las razones por las que se ha animado a escribir esta segunda parte: “Es un canto a la unión de la gente y a la memoria, para que no se pierda”.