Las trampas de Almeida para colocar en Madrid la estatua del legionario de seis metros que celebran los franquistas
En 2021 se cumplía un siglo desde que José Millán Astray tuvo la original idea de copiar a los franceses. Era una fecha perfecta para proponer la realización de una escultura de seis metros de altura que militarizara las calles madrileñas, mucho más abierto a tales labores bajo el gobierno de José Luis Martínez Almeida (PP).
El escultor Salvador Amaya y el dibujante Augusto Ferrer-Dalmau propusieron a la Fundación del Museo del Ejército la creación del monumento, que deberían financiar en parte con el mecenazgo de los adeptos y así entregarlo libre de cargas a Almeida. Un regalo para la ciudad, que no tendría que pagar ni un euro por la creación, transporte e instalación de la figura. El Ministerio de Defensa, que ocupa la Presidencia de dicha Fundación –que es privada, pero cuenta en su patronato con varios cargos públicos, además de diversas empresas– , tampoco encontró grieta alguna al plan.
A pesar de todo, el año de la celebración quedó sin celebrar y ha sido este martes cuando el bronce se ha colocado a las puertas del Cuartel General del Estado Mayor y próximo, también, al monumento de la Constitución Española de 1978. La Secretaría de Estado de Memoria Democrática “estudia” ahora la alusión que Almeida hizo en el acto al fundador de la Legión y general golpista, José Millán Astray, por si puede vulnerar la recién aprobada Ley de Memoria Democrática.
Durante la inauguración del monumento y tras descubrir la placa, ubicada en el pedestal de la estatua, Almeida afirmó que “en Madrid no hay acuartelamientos de la Legión”, pero eso no quiere decir que no se le rinda “tributo de admiración” a través de unos “reconocimientos” que están a lo largo y ancho de toda la ciudad de Madrid. Y citó, a continuación, el barrio del Tercio, en el distrito de Carabanchel o “la calle dedicada” al fundador de la Legión, “el general Millán Astray”.
Los técnicos del Ayuntamiento prohibieron la instalación del mamotreto de más de 20 toneladas en la Plaza de Oriente. A la Fundación le parecía el mejor lugar para colocar al legionario de bronce de tres metros de altura y el pedestal de otros tres. Era un lugar simbólicamente marcado por las alocuciones del dictador Francisco Franco a la población, desde el balcón del Palacio Real, y por haberse convertido en lugar de celebración de los fascistas cada 20N. El riesgo de que se hundiera en las profundidades de la plaza hueca por el macroaparcamiento enterró esta posibilidad.
La iniciativa no ha recibido de la sociedad ni la mitad del presupuesto que necesitaba para levantarse en homenaje. “No se ha conseguido la inversión”, indicaron desde la Fundación Museo del Ejército a elDiario.es La campaña de microfinanciación recaudó 58.000 euros, con 743 aportaciones, pero solo para los trabajos de la fundición necesitaban 73.000 euros. La campaña está alojada en la web del Ministerio de Defensa. El coste del pedestal, el transporte de las piezas, los permisos, la dirección de obra y la instalación también fueron asumidos con los fondos de la Fundación. A pesar de que el encargo recibió el visto bueno del entonces Jefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra (JEME), el general Varela Salas, en el acto de inauguración de este martes no estuvo el actual JEME, el general Amador Enseñat. Tampoco la ministra de Defensa, Margarita Robles.
A ciegas
El principal escollo que debían evitar para que la operación saliera a flote era la Comisión de Calidad de Paisaje Urbano, organismo que vela por el decoro de la ciudad. Almeida aprobó la instalación del legionario sin consultar. El alcalde no presentó el monumento a los expertos que cuidan los elementos urbanos y cuando se enteraron de la jugada reclamaron que la mandaran “a un cuartel”.
En el año 2020 la comisión solo se reunió una vez –en 2012 solía hacerlo hasta cuatro veces al año–. En esa ocasión, el organismo incluido en el área de la que es responsable Andrea Levy –presente en la inauguración del monumento– jugó con las cartas marcadas. Tal y como han indicado los implicados a este periódico, el equipo de Levy, con el director general de Patrimonio Cultural, Luis Lafuente, a la cabeza, no puso en conocimiento de los miembros de la oposición, ni de los expertos en paisaje urbano, ni de los colectivos ciudadanos, que iban a colocar a un legionario con bayoneta, “sereno ante la muerte”.
El concejal de Más Madrid, Miguel Montejo, presente aquel día, dice que se aprobó por “la vía de los hechos consumados, despreciando cualquier consenso institucional”. Nadie en la Comisión pudo ver la imagen del monumento, porque no se les presentó.
El área de Andrea Levy tampoco aclaró nunca los motivos por los que aceptaron la pieza. Carmen Lasarte, representante de la Asociación Española de Paisajistas (AEP) en este organismo, confirma que no han tenido acceso a la imagen ni a debatir sobre el polémico legionario. Para Lasarte debería haber pasado por la Comisión y debatirse. “Esta decisión y esta escultura cruza una línea roja, porque no se ha consultado, discutido ni votado”, explicó Lasarte. El paisaje cultural impone una identidad, por eso es tan delicado proceder con ecuanimidad. Por eso los especialistas se preguntan por qué el alcalde se empeña en seguir poniendo cosas en la calle, cuando lo que necesita es quitarlas. “No más monumentos, a Madrid lo que le faltan son fuentes, baños y bancos”, zanjó la especialista en paisaje urbano.
Sensibilidad contemporánea
Los homenajes en la calle no son historia, son homenajes. Son una propaganda monumental que habitualmente solo representan al poder que las puede pagar y colocar. En este caso, con un apoyo de menos de 800 personas cabe preguntarse si la escultura es reflejo de la sensibilidad contemporánea. “No sé muy bien cuál es la sensibilidad contemporánea y si es común a todos los españoles”, respondió el escultor Salvador Amaya a este periódico hace un año. “Pero para una parte de la población será algo muy positivo como homenaje a los legionarios que hoy en día cumplen un cometido esencial en nuestra sociedad y como recuerdo a los que han dejado su vida en defensa de nuestro país”, añadía.
La escultura homenajea a la Legión, se excusan los promotores. Pero no han elegido una imagen actual, sino la de la figura que lo vincula al golpista José Millán Astray. Este fue a Argelia a estudiar la Legión Francesa y regresó con un calco de la fuerza de choque, que dijo mezclar con el bushido, el código moral de los samuráis. Aquel Tercio de extranjeros que compuso en 1920 fue el mejor ejemplo de brutalización del Ejército y de la exaltación de la violencia. Para los historiadores esta figura transformó al Ejército en una fuerza reaccionaria que perdió la referencia del talante de las fuerzas del siglo XIX. En el acto de inauguración, junto a los jardines del Museo de Ciencias Naturales también hubo más presencia de muerte que de inteligencia, como promulgó el propio Millán Astray.
España empezó con retraso, en 1983, su proceso de desmonumentalización franquista, con la retirada de la estatua del general Franco de la plaza del País Valencià, actualmente del Ayuntamiento, en València. La última pieza que celebraba al dictador fue apartada de la vista pública en 2021, en Melilla. Con la pieza colocada ahora en La Castellana, el Ejército posiblemente evitará la Ley de Memoria Histórica. Nos lo explicó el propio escultor: “La legión es un cuerpo militar más dentro de nuestras Fuerzas Armadas y su monumento no contiene ningún elemento que contravenga la Ley. Asociarlo con la Ley de Memoria Histórica sería algo totalmente arbitrario. Respecto al monumento de Franco que había en Melilla, rozaba la Ley y se han agarrado a cualquier resquicio”, explicó Salvador Amaya.
Él recordaba los inconvenientes que tuvo con el equipo de Manuela Carmena para instalar el monumento a los Héroes de Baler, surgido de la misma manera que el legionario. “La entonces corporación municipal no quiso ceder un espacio para instalarla por considerar que era un homenaje a un ejército colonial. Después de todo el esfuerzo, de todas las noches sin dormir, pensando una postura que diera a la obra el dinamismo que quería imprimirle, de arriesgarme con una composición helicoidal, para el Ayuntamiento (que no había puesto un duro) todo se reducía a una valoración ideológica, y además totalmente sesgada”, se quejaba con amargura.
Además, el escultor percibe una “gran inseguridad” por la “crítica ideológica” a la que se ve sometido el monumento público. Hasta hace poco, dice, la única crítica eran cuestiones técnicas y compositivas. “El componente ideológico ha asumido todo el protagonismo. Ahora, al público, una escultura le gusta, no por sus formas sino por el significado que quiera dársele”, sostiene el escultor que en 2020 recibió del JEME, general del Ejército Varela, la Cruz del Mérito Militar con distintivo blanco.
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