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Los Ancares: la montaña como resistencia y esperanza

Valentín Cabero, catedrático jubilado de la Universidad de Salamanca

Transcurría en Valladolid la exaltación de las políticas del PP y el liderazgo acusador y manipulador de Mariano Rajoy, con gran aparato mediático y con nuevos cantos de sirena. Mientras, en las sierras olvidadas del Noroeste, unos habitantes ya diezmados y envejecidos, pero bien enraizados en sus lugares, trataban de enfrentarse una vez más a la pervivencia de su cultura y asirse con sentido común e inteligencia al buen manejo de sus recursos naturales y de su rico patrimonio.

A esta actitud vital y social la llamábamos hace unos años la apuesta por la sostenibilidad y el desarrollo endógeno. Ahora, cuando todo se ha roto y demolido, algunos quieren apoderarse además de los “activos y plusvalías” acumuladas en estos remotos parajes.

La vida en estas sierras galaico-leonesas, con cumbres por encima de los 2.000 metros y valles profundos y en forma de saco, donde nacen el río Cúa, el río Ancares o el río Burbia, y, al otro lado del puerto, el río Navia, fue siempre muy dura y austera. Naturalmente, de ellos ni palabra en Valladolid. Ni, por supuesto, de sus consultorios, ni de sus servicios sociales, ni del futuro de sus concejos y bienes comunales tras la criticada Ley de la racionalización y sostenibilidad de la Administración Local

De nuevo, los más humildes quedan marginados. Viven lejos, lejísimos, de Madrid y de la urbe castellana convertida el pasado fin de semana en el ombligo ideológico y político del PP. Ninguna autocrítica a la corrupción y al despilfarro, y encima acallando a las voces discrepantes de nuestra región. Toda una lección de regresión democrática y autopropaganda.

Aunque a Fraga Iribarne sí le gustase visitar como cazador casi furtivo y bien protegido estas sierras, salvo las Misiones Pedagógicas republicanas y algunos científicos interesados por la vida natural o por las “singularidades etnográficas” como las pallozas, pocos, en verdad, han reivindicado el derecho a una vida digna de sus habitantes y se han implicado en la defensa de sus pueblos y de sus bienes.

Llegar hasta esos fondos de valle y descubrir el esfuerzo ímprobo de generaciones anónimas en la construcción de unos paisajes tan atractivos como desconocidos supone acercarse a una de las realidades serranas más representativas que configuran al menos el 40% del territorio regional y sus paisajes más valiosos.

Allí han renovado y pactado en la soledad de la lejanía, pero con determinación, la tarea casi utópica de mantener sus formas de vida con la máxima dignidad y con las necesarias mejoras y ventajas que deparan los tiempos actuales. de de Los Ancares Leoneses ha impulsado con entusiasmo un programa cuya acogida por los vecinos y concejos ha sido francamente estimuladora: 'Uniendo Experiencias'.

Durante algo más de un año se han celebrado encuentros en los que se comparten el conocimiento científico y los saberes populares, propios de la tradición local, en los distintos municipios de estos valles, acompañados además de un trabajo de campo bien articulado y contrastado.

Los protagonistas han sido sus habitantes y la transferencia de conocimientos en problemas como el buen manejo de los pastos. Y la asociación de ganaderos, la defensa del patrimonio cultural y la calidad en las propuestas turísticas o la lucha contra la degradación de los recursos forestales han fortalecido los vínculos y compromisos de los habitantes con sus montañas.

El pasado día 31 de enero, precisamente, el último encuentro entre universitarios y los habitantes afrontó, con una gran asistencia y participación de mujeres y hombres, la conservación de los sotos de castaños y las buenas prácticas frente a las enfermedades destructivas o la trágica pérdida de su presencia y riqueza histórica, estrechamente vinculadas a la vida rural de estos valles y a la gran comarca berciana.

Ciencia y saber popular se han convertido, así, en un intercambio de experiencias que contribuyen decisivamente a una mejor gestión de los recursos naturales y al mantenimiento esperanzador de una montaña viva.

Transcurría en Valladolid la exaltación de las políticas del PP y el liderazgo acusador y manipulador de Mariano Rajoy, con gran aparato mediático y con nuevos cantos de sirena. Mientras, en las sierras olvidadas del Noroeste, unos habitantes ya diezmados y envejecidos, pero bien enraizados en sus lugares, trataban de enfrentarse una vez más a la pervivencia de su cultura y asirse con sentido común e inteligencia al buen manejo de sus recursos naturales y de su rico patrimonio.

A esta actitud vital y social la llamábamos hace unos años la apuesta por la sostenibilidad y el desarrollo endógeno. Ahora, cuando todo se ha roto y demolido, algunos quieren apoderarse además de los “activos y plusvalías” acumuladas en estos remotos parajes.