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Jorge Carrión, escritor: “Amazon es un peligro”

Jorge Carrión / Pedro Maduena de Galaxia Gutemberg

José Daniel Espejo

Murcia —

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Nada libresco le es ajeno. Con una mirada poliédrica, erudita, profunda pero no exenta de contradicciones, sobre el universo de la edición en la sociedad contemporánea, Jorge Carrión (Tarragona, 1976) se ha convertido en una figura de referencia internacional para entender el papel actual en nuestro mundo de este viejo invento -en proceso de digitalización- que llamamos libro. Novelista, ensayista, crítico literario, cronista de viajes, director del Máster en Creación Literaria de la Universidad Pompeu Fabra y analista cultural en La Vanguardia y The New York Times, sus obras han sido traducidas a más de diez idiomas y han servido para encender el debate sobre el impacto de macrodistribuidoras como Amazon frente a las librerías tradicionales. La reciente edición ampliada de su manifiesto global 'Contra Amazon' (Galaxia Gutenberg, 2019) nos lo acerca a Murcia, donde aprovechamos para entrevistarlo de cara a la presentación de este viernes en Libros Traperos a las 19:30h.

¿Te has ganado algún ok boomer a lo largo de tu actividad a favor de las librerías físicas y en contra de las plataformas de venta online “sin intermediarios”? ¿Te sientes señalado como apocalíptico, carca, reaccionario? ¿Hay un Carrión-narrador-experimental y un Carrión-conservador-ludita difíciles de unificar?

Soy contradictorio, como todo dios. Pero si bien es verdad que hubo comentarios críticos cuando publiqué el manifiesto 'Contra Amazon' en Jotdown, ahora que han pasado unos años y he publicado el libro con los 17 textos, la recepción ha sido mucho más amable. ¿Por qué? Porque se ha visto que tenía razón. Que Amazon es un peligro. No hay más que mirar el número de librerías que ha cerrado en Italia en las últimas semanas. Por otro lado, a mí lo que me interesa es pensar nuestro presente y nuestro presente es contradictorio. De modo que lo puedo observar desde plataformas diversas e igualmente interesantes: las series, los cómics, las redes sociales, las librerías, las bibliotecas. No todo puede ser píxel. La crítica cutlural es necesariamente multidimensional.

Entiendo que tu postura en defensa del libro y sus espacios tradicionales de venta y consulta (librerías y bibliotecas) tiene una base humanista. ¿Crees que la cultura escrita puede defendernos de males actuales como el totalitarismo, la xenofobia, el consumismo? ¿De qué nos protegen las librerías?

No salvan, pero alivian. No salvan totalmente, pero dan herramientas para salvaciones parciales. No sólo las librerías y las bibliotecas, cualquier ágora en que se privilegie la conversación, la consulta de las fuentes, el estudio, el contraste, el debate argumentado. En estos momentos las librerías, las bibliotecas, las universidades, los ateneos o Wikipedia son el contrapeso necesario de la peor dimensión de Twitter, del clickbait, de la ultraderecha, de las fake news.

Mi razón favorita de tu manifiesto es la VI, “Porque defiendo la lentitud acelerada, la relativa proximidad”: La necesidad de satisfacción inmediata de nuestros deseos, por encima de cualquier consideración ética, ecológica, política o de mera salud física o mental, es uno de los rasgos de infantilismo que definen la sociedad postmoderna. Frente a eso, defiendes un hedonismo adulto, emparentado casi con la delectación morosa de Lugones, capaz de dilatar, sopesar, expandir o mezclar los placeres. ¿Hay una vía posdigital, no ascética, para oponerse a las recompensas instantáneas del turbocapitalismo digital?

Yo creo que hemos dejado atrás la euforia digital y estamos entrando en una lógica de convivencia entre prácticas, ocios, placeres e intereses digitales y analógicos. No me refiero solamente a los más obvios, como el deporte o la lectura en papel. También veo mucho interés en la artesanía, en los bosques, en el caminar como divagación. Está claro que el futuro es digital, muy digital, ultradigital, computación cuántica, etcétera. Pero no habría que tener tanta prisa por llegar a él.

En Murcia presentarás tu libro en una librería “circular”, de segunda mano, como las que Alberto Manguel prescribe en uno de los artículos de tu texto. ¿Qué posibilidades tienen los fondos bibliográficos de sobrevivir y hacerse atractivos para el gran público en un contexto como el nuestro, donde la novedad parece un bien superior?

También en eso va a haber convivencia, creo. Porque el ser humano es coleccionista por naturaleza. Las colecciones tienden a empequeñecer, por motivos de economía y de espacio, pero siguen siendo fuertes motores sentimentales, de creación de comunidades, de intercambio. Yo creo que las librerías de viejo, bien pensadas y cultivadas, tienen tanto futuro como las librerías de libros nuevos independientes, curadas, de autor.

El público suele lamentar el cierre de las librerías independientes de su ciudad, y es frecuente que el pésame llegue a los medios, ¿cómo cambiar el lamento póstumo por la visita y la compra mientras aún están abiertas? ¿Crees que las librerías con programación cultural deberían recibir ayuda pública por su labor de “cantera de lectores”?

Ya estamos cambiando. Hemos conseguido que en España sea noticia también, al fin, la apertura de una librería. Y, por supuesto, que deben recibir ayuda pública. Ya lo hacen, en forma de subvenciones para ciclos, festivales o talleres. Pero la ayuda debería ser más cuantiosa y visible. Las librerías son agentes de la democracia y deben ser parte de la red institucional.

Para acabar -y perdóname por esta insistencia en señalar dualidades- ¿cómo coses tu pasión viajera con la lectora?

Los aviones y los trenes son espacios perfectos para la lectura. Me reservo las novelas de más de 400 páginas para ellos. Recuerdo que leí 'From Hell' en un avión a Brasil, por ejemplo. Y 'Europa Central' en el vuelo de ida y de vuelta a Costa Rica.

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