Entrevista

Elisa McCausland, periodista y pensadora: “Nada abre tantas nuevas panorámicas sobre el estado de las cosas como un buen apocalipsis creativo”

La ciencia ficción es un género que dibuja mundos alternativos en los que la ciencia tiene una importancia fundamental. Decirlos es el principio de hacerlos posibles. De la historia del género y del papel del feminismo en esa historia es experta la periodista y crítica Elisa McCausland, cuya última publicación ha sido el ensayo Supernovas. Una historia feminista de la ciencia ficción audiovisual, escrito con Diego Salgado y publicado por Errata Naturae. Hoy, jueves 1 de julio, estará en Murcia para cerrar el ciclo El fin del mundo, organizado por Cendeac, en el que hablará entre otras cosas de la posibilidad futura de una naturaleza, extraña, ajena a nuestros parámetros.

En Supernovas aparece el concepto de feminismo del extrañamiento, y también en diferentes lugares esta idea de lo extraño. ¿Tenemos pendiente contactar con lo que se escapa de nuestros parámetros? ¿Sería una forma de comenzar a preparar otro mundo después de este?

A nosotros nos gusta una frase de Ursula K. LeGuin en la que afirma que la ficción, las expresiones culturales, ni pueden cambiar la realidad, ni tienen por qué hacerlo. Lo que sí pueden hacer es transformar nuestra mirada y, con ello, abocarnos a dimensiones inexploradas, extrañas, de la realidad. Algo parecido a una desprogramación a partir de la cual estructurar nuevos sentidos para el mundo. Esa es la (ciencia)ficción que a nosotros más nos interesa, también a la hora de detectar sus vertientes feministas. 

De los lugares comunes y de las opiniones recibidas es muy difícil deducir un pensamiento especulativo; nos interesan las ficciones tocadas por el vuelo de la imaginación, aquellas capaces de hacer que nos lo replanteemos todo.

Lo extraño representa una mirada crítica hacia lo consensuado como real desde vertientes ignoradas por esa misma realidad. Cuando Diego y yo hablamos del feminismo del extrañamiento nos referimos a esa mirada oblicua que delata las estructuras a partir de expresiones que abrazan las zonas de sombra: nuestros miedos, sublimados. Como bien nos recuerda la escultora Louise Bourgeois, “apostar como artista por la magia, el misterio y la dimensión dramática del mundo, me ha enseñado a abrazar el miedo, y gracias a ello, he dejado de temerlo”.

La ciencia ficción se ha erigido como uno de los géneros que nombran por primera vez lo otro, lo que podría ser, un mundo que aún no ha sucedido pero que nombrándolo comienza a ser. ¿Pero es toda la ciencia ficción un salto adelante, una propuesta constructiva revolucionaria?

En primer lugar, la ciencia ficción no es un género prospectivo, sino deductivo; es decir, no se le puede pedir que acierte o no cómo va a ser el futuro, sino que interprete las posibilidades que nos ofrece el presente en el que ha sido escrita. Por tanto, conscientes de dichas posibilidades, es a nosotros, lectoras y lectores, a quienes corresponde extraer el máximo juego de ellas en la realidad. 

Somos nosotros los que estamos obligados a ser constructivos, revolucionarios, o, por qué no, destructivos. Al fin y al cabo, nada abre tantas nuevas panorámicas sobre el estado de las cosas como un buen apocalipsis creativo.

Dentro del dibujo de mundos posibles, está la descripción de un espacio futuro por fin feminista. En el libro revisáis históricamente esos relatos que han podido desasirse de la que denomináis la triple pinza del capitalismo, el patriarcado y el paternalismo. ¿Qué ejemplos actuales podrías darnos de una ciencia ficción feminista, liberada de la triple pinza?

A nosotros nos gusta mucho por ejemplo una serie como Orphan Black, que apela de una manera orgánica a aspectos como la solidaridad, el cuestionamiento de las herencias y el espíritu de colectividad, valores antagónicos a los que citas, que en efecto dominan la producción cultural mayoritaria y, en concreto, la ciencia ficción. Pero, en líneas generales, mientras que el género en su vertiente literaria sí ofrece numerosos ejemplos de una ciencia ficción alternativa a determinado canon ideológico y de producción (de las escritoras utópicas de los orígenes del género a autoras actuales como Kameron Hurley y Nnedi Okorafor), el audiovisual aún deja bastante que desear en lo que se refiere a discursos explícitos y orgánicos. Por eso nuestro recorrido histórico en Supernovas estaba marcado sobre todo por la curiosidad y las ganas de descubrir. Si dijésemos que el cine y la televisión han producido hasta la fecha ejemplos numerosos de ciencia ficción que escapan a la triple pinza capitalismo/patriarcado/paternalismo, faltaríamos a la verdad.

Ahora bien, muchos de los relatos de lo futuro que trataban de ser alternativos fueron desactivados, como relatáis en el ensayo, por los procesos de gentrificación o domesticación ideológica y/o de mercado. Contáis que los momentos post-catástrofe son también un espacio tradicional de represión. ¿Ocurre ahora en el escenario post-confinamiento, un fin del mundo?

Los relatos políticos y mediáticos de la pandemia nos han interesado mucho a Diego Salgado y a mí, y de hecho hemos escrito sobre ello en más de una ocasión porque, como dices, hay mucha especulación en torno a lo que ha representado esta crisis a niveles de apocalipsis, de cambios profundos, y nosotros no tenemos nada claro que vaya a ocurrir algo así. 

A nuestro juicio, la pandemia solo ha exacerbado procesos económicos y sociales en marcha desde hace tiempo, que nos conducen a un escenario en el que se siguen dando de la mano George Orwell y Aldous Huxley. Es decir, una cierta violencia no ya vertical sino horizontal, de la que todos y todas somos víctimas y verdugos según el momento, pero con un envoltorio como apuntas de gentrificación o domesticación, de modo que parezca que no sucede nada a nuestro alrededor. 

Con esto queremos decir que autores como Orwell o Huxley no han perdido ninguna vigencia, pero el cuerpo social, da igual si en el pasado o en el presente, se va a encargar de desactivar sus discursos o declararlos caducos para garantizar la tranquilidad de espíritu, mientras los poderes hegemónicos permanecen blindados. Y, con eso, claro, no se hace más que subrayar lo acertados que estuvieron ambos autores a la hora de retratar las dinámicas de los colectivos y las servidumbres de los individuos.

Todos estos mundos alternativos se narran en un entorno habitualmente periférico, o bien porque el género de la ciencia ficción no es considerado un género mayor, en ocasiones, o bien porque dentro del género las voces más subversivas encuentran poco espacio. Sin embargo, el fenómeno fandom es masivo. ¿Se está minusvalorando las posibilidades activistas de las personas fanáticas de la ciencia ficción?

Existe una cierta tensión en estos momentos en lo que respecta a la percepción del fandom de la ciencia ficción, puesto que por un lado tenemos a la vieja guardia, hombres en su mayor parte, con numerosos prejuicios pero, todo sea dicho, con un conocimiento profundo del género, y, por el otro, una nueva generación que trata de romper con estereotipos y convenciones, pero a la que, en ocasiones, no parece interesarle ni la naturaleza, ni la amplia genealogía del género en sí, más allá de ciertas temáticas específicas. 

Creo que con el tiempo habrá de llegarse a un equilibrio entre el conocimiento, la pasión por la ciencia ficción, y una interpretación más contemporánea y abierta del género. Sobre todo porque, en especial en nuestro país, la ciencia ficción siempre ha sido una moda, una tendencia que, al agotarse tras unos años de entusiasmo, ha dejado tras de sí un páramo hasta que, diez o quince años después, una nueva generación de aficionados y aficionadas ha vuelto a resucitar el género, con todo lo que ello supone en cuanto a empezar de cero por enésima vez. 

Para la ciencia ficción no es importante que sus fans se cuenten por millones como que las personas que se interesen en el género sean entusiastas, curiosas y, desde mi punto de vista, muy importante, se preocupen por pasar el testigo de sus descubrimientos y sus reflexiones a los nuevos fans. Esa cadena es la que crea un continuo de ideas especulativas y heterodoxas, una comunidad capaz con el tiempo de adquirir resonancias políticas, de practicar el activismo al que hacías mención; en lo relativo no solo a la ciencia ficción, sino a la cultura en su conjunto y a todo cuanto nos rodea.