Eurovisión 2020: ¿Por qué el murciano Blas Cantó?

EFE

Madrid —

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El murciano Blas Cantó cumplirá el próximo 16 de mayo en Róterdam su “sueño” de cantar en la gran final del Festival de la Canción Europea y, con él, por primera vez en muchos años, España estará representada por un artista que no necesita Eurovisión tanto como Eurovisión y este país pueden necesitarlo a él.

Como exintegrante de la “boy band” Auryn (y por tanto varias veces número 1 en listas) y tras consolidar su carrera en solitario con un primer álbum titulado “Complicado” (2018), su situación actual es muy diferente a la de otros candidatos y a las al menos dos ocasiones previas en las que él aspiró a desempeñar tal misión.

Fue en 2004 cuando Cantó (Ricote, Murcia 1991), con tan solo 13 años, intentó participar en Eurojunior, la versión infantil de esta competición europea. Quedó finalista por detrás de María Isabel y su “Antes muerta que sencilla”, a la postre también la ganadora continental.

Superada la mayoría de edad, volvió a probar suerte en 2011 en una preselección eurovisiva en horas bajas, esta vez como miembro de un joven y desconocido quinteto vocal masculino llamado Auryn. Fue segundo una vez más, entonces en favor de Lucía Pérez y “Que me quiten lo bailao”. Ni una ni otro pasaron a la historia.

Por contraste, el grupo de Cantó comenzó a crecer poco a poco. Hasta el “alto en el camino” anunciado en 2016, lanzaron cuatro discos de estudio, tres de ellos números 1 en ventas, grabaron a dúo con Anastacia y llenaron el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid para convertirse en la “'boy band' de mayor éxito en la música española”.

“(Al no escogernos para Eurovisión) nos dieron la vida. Es más, le devolvería el euro de la llamada a cada persona que votó a Lucía Pérez. Aquello habría sido el principio del fin. Nos habría fichado una multinacional sin tiempo para elegir nosotros mismos los temas del primer disco y no nos habríamos identificado con ellos”, valoraba la banda tiempo después.

Coincidiendo con el final de Auryn, Cantó tomó parte del concurso “Tu cara me suena”, líder de audiencia en Antena 3, y mucha gente ajena al “fenómeno fan” empezó a familiarizarse con su nombre y apellido.

Fue gracias a imitaciones tan logradas como las de Freddie Mercury, Charles Aznavour, Nino Bravo y, como colofón, la de Anastacia. Ella misma le felicitó por redes por el resultado, igual que Alejandro Sanz o Pablo Alborán.

Además de lucir una pulida voz de contratenor con finos agudos, allí dio muestra también de una gran versatilidad y dominio del escenario, tanto en un formato sencillo como en uno que aprovechara enormes posibilidades escenográficas (las cuales se multiplicarán por diez en el Ahoy Arena de Róterdam).

Su elección ya la pronosticaba aquel año otra eurovisiva de éxito, Ruth Lorenzo, que fue décima en 2014 y que para 2020 volvía a ser la favorita de muchos “eurofans”: “Debería ir un chico, por ejemplo, cualquiera de los integrantes de Auryn”, señalaba entonces.

“Sí, me veo, ¿por qué no? Pero lo que no voy a hacer es una preselección”, respondía él de forma premonitoria poco después de su victoria en la quinta edición del concurso, apuntalando el arranque ideal para una carrera en solitario que consumó sin prisas con “Complicado” (2018), en cuya composición se implicó personalmente.

Sobre cómo quería tomarse su carrera, razonaba: “Lo mediático no te da credibilidad como músico o cantante, solo la parte de popularidad, pero una carrera cuesta más trabajo, sobre todo enseñarle a la gente quién eres, que te identifiquen con una canción y con un estilo”.

En “Complicado”, que incluía temas en inglés y en castellano, daba rienda suelta a su doble faceta como intérprete de temas bailables, como “In your bed”, que aunaba su pasión por Tino Casal y Queen, y sobre todo de baladista moderno, con la estupenda y pasional “Él no soy yo”, nominada por Los40 Music Awards.

Así pues, Cantó no es para nada un novato ni del medio televisivo ni mucho menos del musical. Sus canciones suenan en la radio, conectan con el público joven y, como amante de Eurovisión, está muy comprometido, algo no baladí ante un concurso tan demandante como este y pocas veces gratificante en la misma medida.

Con excepciones como las de Pastora Soler en 2012 o Edurne en 2015, eso llevó a lo largo de los años a que el artista que se atrevía a internarse en la competición fuese un novato (surgido por ejemplo de un concurso de talentos como Operación Triunfo en 2018 y 2019) o que tuviera más que ganar que perder ante un posible mal puesto.

Aunque no fundamental, en su elección interna habrá tenido también cierto peso el estar respadado económicamente por una multinacional como Warner Music, la misma que sigue sus pasos desde Auryn, la misma que apoyó a Soler y El Sueño de Morfeo en sus aspiraciones eurovisivas, con lo que eso conlleva de experiencia en el terreno.

Algunas cosas han cambiado por último en RTVE. Nunca, al menos nunca en esta década, se había conocido al representante tan pronto, lo que le da mucho margen para trabajar en su candidatura, empezando por la canción, la siguiente gran incógnita en el camino a la victoria.

Javier Herrero.