Este sábado 19 de junio, dentro de la XXVIII Cumbre Flamenca, la joven Hortensia Laencina presenta ‘Medeas’ en el Teatro Circo Murcia (TCM). Una pieza preparada en la residencia artística, La Aceitera, que dirige Rocío Molina en Sevilla. “Medeas tiene mucho de lo que Rocío me inspira”, asegura Laencina en este viaje escénico del mito hasta nuestros días sobre los discursos asignados a las mujeres, su liberación y la culpa que muchas veces acarrea.
Hortensia Laencina (Murcia,1995) es titulada superior en Coreografía de Baile Flamenco por el Conservatorio Superior de Danza de Málaga. En 2018 recibió el Premio al Mejor Baile Libre en el Concurso de Alegrías de la Peña “La Perla de Cádiz”. Un año después, participó en el Encuentro Coreográfico organizado por Israel Galván en Sevilla, uno de sus grandes referentes junto a Rocío Molina y Marina Abramovic. Además, ha ganado el Málaga Crea y obtuvo el Primer Premio de Artes Escénicas del Certamen Creamurcia con ‘Genuina’ en 2020.
La pasión y voluntad por la danza de Laencina no caben en una bata de cola. Ha bailado en tablaos flamencos de media España y Marruecos, entre ellos, muchos veranos por rumbas en los tablaos de Polaris destinados a turistas. Un trabajo que dejó para abrazar su verdadera vocación: la creación coreográfica, el baile libre, la fusión -entre flamenco y contemporáneo- sin prejuicios ni estereotipos. Con “la memoria de lo aprendido” y una rebeldía artística innata.
Laencina tiene un bonito acento murciano que reivindica y habla con el mismo entusiasmo que baila. A sus 25 años, conoce la dureza y precariedad del oficio, algo que no detiene su gran sueño: vivir de la danza. En el horizonte cercano, ‘Murcianik’, un Reactivo Cultural del Ayuntamiento de Murcia junto a las artistas Carrie Palmer, África Hernández y Andrea González que espera sea un “boom” en su carrera. Actualmente vive en Barcelona, pero se plantea volver un tiempo a la Región: “Murcia me llama a gritos”.
¿Qué significa para ti ser bailaora?
Es complicado ponerme la etiqueta. Vengo del flamenco y la danza española, también del ballet clásico, contemporáneo o la danza urbana. Pero si me preguntan, digo que soy bailaora.
El flamenco lo he aprendido desde pequeñita. Ahora mismo es una herramienta más para la expresión. También me siento creadora y coreógrafa.
¿Te pesa?
Ser mujer y bailaora me ha pesado mucho toda la vida, está muy estereotipado como bailan y visten las mujeres y hombres en flamenco, aunque cada vez hay más fusión. A mí me gusta bailar con pantalón en vez de con falda.
Bailaora es un concepto del que quiero salir. Es un camino muy marcado por referentes como Rocío Molina o Israel Galván. Tener el pelo corto o tatuajes me cierra puertas, aunque otras se abren. Durante el confinamiento me rapé yo misma y lo sentí como una liberación. Después, me llené de tatuajes. Tenía cinco y ahora, más de treinta.
Ha sido una catarsis.
Siempre me quise rapar el pelo y no me atrevía, no solo por el baile. Tenía miedo de verme demasiado masculina y fue lo contrario. Sentía mi pelo largo como una peluca. Ha supuesto algo más fuerte de lo que pensaba. Me rapé con ganas y por rebeldía. Si en algún sitio no me seleccionan por esto es un sitio donde no quiero estar.
¿En qué dirías que eres ortodoxa y en qué vanguardista?
He estudiado 14 años en el conservatorio, mi cuerpo tiene la memoria de lo aprendido. Tengo un gran conocimiento del baile y cante flamenco. Es algo que no se olvida. En ‘Genuina’, por ejemplo, bailo unas alegrías completas pero sin bata de cola. El zapateado es muy importante en mis piezas.
Mi lado vanguardista tiene que ver con la libertad que le doy al cuerpo, el vestuario o el uso del desnudo. He pasado muchos años estudiando el baile con bata de cola y me gusta, pero me siento incómoda. Es una técnica muy específica. Ahora solo utilizo bota de hombre. Me resultan más cómodas y sujetan mejor el tobillo. Me gusta llevar mis espectáculos a lo performático. Ahí es una gran referente Marina Abramovic.
¿Quiénes son tus referentes murcianos?
Mi profesora Loles Souan, vengo de ella. No sería quién soy sin haber recibido esa formación. Cuando salí de Murcia y bailaba, me decían: “eres Loles”. Me empapé de ella. José Luis Navarro también me marcó mucho. Descubrí el lado masculino de la danza.
Admiro a muchas artistas murcianas que trabajan fuera aunque no tengamos la misma línea de trabajo: Lucía Campillo, Carmen Coy o Maise Márquez, entre otras, y muchos músicos.
Descubriste el baile en una escuela de formación no reglada en Santo Ángel, desde muy pequeña. ¿Qué te aportaron las clases en la infancia?
Bailar tan pequeña y tener la oportunidad de hacerlo en mi pueblo fue brutal. Mis padres veían que yo no paraba de bailar. Iba a la piscina y en vez de bañarme, bailaba alrededor de ella. En las fiestas del pueblo me subí al escenario con 4 años. Mis padres me apuntaron a la escuela Dancing, que sigue a día de hoy. Amor fue mi profesora y ella también es madre de danza, me transmitió su energía.
¿A qué se dedican tus padres?
Son funcionarios los dos. Organizan cursos de formación para otros funcionarios. Mi madre de pequeña bailaba en el Conservatorio pero tuvo que dejarlo. Mi padre siempre ha tocado la guitarra. Ellos tenían un punto artístico que no desarrollaron profesionalmente y, de alguna forma, mi hermano -Bruno Laencina miembro del grupo Ruto Neón- y yo hemos tenido la valentía de continuar esos caminos que ellos comenzaron.
¿No te presionaron para estudiar otra carrera universitaria junto a los estudios artísticos?
No, lo agradezco mucho. Tengo compañeros a los que sí han obligado y eso te aleja mucho de la danza. Cuesta mucho llegar donde quieres. Me han dado todas las facilidades para formarme. Con 14 años me llevaron a Jerez a continuar la formación. Todos los veranos íbamos a Madrid o Sevilla a seguir formándome. Gracias a ellos me he podido expandir mucho más con la danza.
Entre tus 30 tatuajes hay un clavel en el antebrazo homenaje a Murcia, ¿qué celebras de tu ciudad?
Estoy enamorada de Murcia. Me encantan las personas, mi gente, los artistas murcianos. Lo siento mi hogar. En Barcelona ahora estoy muy a gusto también, pero cuando vuelvo y escucho el acento murciano, me encanta. Qué gusto escuchar un acho. Le tengo mucho cariño.
Una marinera y una caña en la plaza de las Flores tiene magia. Como vivo a lado del monte también disfruto mucho la naturaleza o el mar. Es un sitio perfecto. Cuando salgo percibo mucho odio hacia Murcia y mucha broma. Me relacionan con ciertos partidos políticos, la tauromaquia, con cosas que no van conmigo. La visión que se tiene no se corresponde con la realidad que vivo.
En la profesión artística hay mucha vocación y ¿mucha precariedad laboral?
Sí, mucha. He bailado en verano en los tablaos de Polaris para turistas, por rumbas y vestida de flamenca típica pero no me sentía cómoda. Lo hacía por necesidad y, a pesar de tener mucho trabajo, no me podía independizar de mis padres. Con casi 26 años, tampoco es posible. Al final, parece que tienes que ser profesora. Me encanta enseñar a profesionales, pero no es mi vocación ahora mismo la docencia con la infancia. A Amor, por ejemplo, le fascina y se nota. Esos son los buenos docentes. De lo contrario, tenemos profesores frustrados que dan clase porque no han podido bailar.
Durante la carrera no nos enseñan nada administrativo. La única opción es hacerte autónoma. Nuestro trabajo es intermitente y muchas artistas no ganamos lo suficiente para mantener el autónomo y generar facturas. Yo quiero cotizar y bailar en teatros y tablaos. Hay muchos tablaos que permiten bailar sin contrato a las profesionales. Y si no lo haces en estas condiciones, no bailas. Valorar nuestro trabajo nos cuesta mucho a los artistas.
¿En qué medida crees que tu trabajo te permitirá formar una familia, tener un coche nuevo o una casa, si fuera tu deseo?
Mis dos grandes problemas-sueños son vivir de la danza y formar una familia. Siempre lo he visto incompatible aunque he visto bailaores y bailaoras que lo han hecho y se puede. Me gustaría tener la estabilidad suficiente para tener un coche y una casa. Ser madre es una de las grandes ilusiones de mi vida y lo veo muy lejano. Es complicado aceptarlo.
¿Sigues siendo futbolera?
El punto futbolero lo tengo ahí, cada vez que veo un balón me pongo a dar toques. He perdido mucho, pero me encantaba. Durante años, del entrenamiento me iba directamente al conservatorio, mis amigas se acuerdan de verme llegar con las botas de fútbol.