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“El niño que ha sido lector terminará volviendo a los libros pese al bache adolescente”

Isaac Rosa ha escrito la novela juvenil "W" junto a su hija Olivia

José Miguel Vilar-Bou

“W” (Edebé), primera novela juvenil de Isaac Rosa, surgió de la voluntad del escritor de mejorar la comunicación con su hija mayor Olivia a su llegada a la adolescencia. Juntos, padre e hija idearon esta historia narrada a dos voces sobre Valeria, una joven que descubre la existencia de su doble exacto, Valentina. Pero “W” trata ante todo de la búsqueda de la identidad y del propio lugar en el mundo, del autodescubrimiento. Isaac Rosa es autor de libros de relatos y novelas, la última de las cuales es “Feliz final” (2018). Ha escrito también guiones para cómic y es columnista de eldiario.es. Además de Olivia, es padre de Carmela y Elvira.

Sueles escribir libros comprometidos, sobre asuntos difíciles. ¿Cómo surgió la idea de meterse en literatura juvenil?

Por una parte, las ganas de entrar en un terreno que no era el mío, igual que ya he hecho con el teatro, el ensayo o el propio periodismo, que no es tanto mi territorio como la novela. Me apetecía escribir para lectores más jóvenes, con los que tengo habitualmente encuentros en institutos, a los que me invitan. Pero también había motivos personales, familiares: ganas de hacer algo con Olivia, mi hija mayor, de mejorar un poco la comunicación con ella justo cuando entraba en una edad complicada como es la adolescencia; de intentar que no se desenganchara de los libros, en ese momento en que tantos adolescentes que han leído muchísimo de niños caen en un bache, se descuelgan. Con esa mezcla de motivos nos pusimos a pensar una historia que inicialmente iba a ser un cuento, y acabó saliendo una novela.

Tras un libro sobre el fracaso sentimental adulto como “Feliz final” (2018), ¿escribir una historia para jóvenes ha sido una manera de aligerarse?

En realidad, la escritura de “Feliz final” y “W” han sido casi simultáneas. Y es verdad que “W” me podía servir en algunos momentos para separarme un poco de lo que suponía trabajar en una novela como “Feliz final”, que tiene otro tono. Curiosamente, en ambos libros terminé empleando el mismo recurso de narrar a dos voces: una en letra redonda y otra en cursiva.

Aunque hablemos de literatura juvenil, en “W” se tratan temas como el modo en que la crisis económica ha afectado a las familias, entre otros.

Me cuesta mucho acotar lo que se supone que es novela juvenil. Dicen que es aquella capaz de comunicar a todos los públicos… y también a los jóvenes. “W”, por protagonista, por mirada del personaje, se podría entender como novela juvenil. Habla de esos años: la adolescencia, el paso al instituto… Pero quisiera que llegase tanto a mis lectores habituales como a sus hijos. Mi hija y yo queríamos que la historia fuera creciendo. Por eso las primeras páginas son en clave casi infantil, pero luego, según se avanza, los personajes maduran, aprenden, y el propio libro cambia de tono. Se trataba de reflejar esa edad crítica, cuando no has dejado de ser niño o niña, pero de pronto tienes que enfrentarte a un mundo casi adulto: empiezas a tener conciencia de ti mismo, de los conflictos y problemas que te rodean, comenzando por tu familia. Empiezas a buscar tu lugar en el mundo.

En la nota inicial cuentas que “W” es “el resultado de muchas tardes felices” compartidas con tu hija Olivia. ¿Cómo fue este proceso?

La propuesta fue mía, y ella, como buena adolescente, la recibió al principio con algo de reticencia. A esa edad cualquier cosa que venga de tu padre es sospechosa: “Ya me quiere liar”, pensaría. Pero poco a poco fue entrando. Tuvimos unas semanas de tormenta de ideas, de pensar qué historia queríamos contar, quién iba a ser el narrador… Enseguida ella fue tomando mucho más peso, aportando sobre todo la mirada de su generación: Olivia va a cumplir ahora quince años. Leíamos juntos lo que se iba escribiendo, corregíamos, ella proponía nuevas cosas y así fuimos sacando un primer borrador. Luego un par de amigas editoras de juvenil nos dieron buenos consejos y eso lo hizo todo mucho más fácil. Lo importante era que, no por dirigirnos a lectores jóvenes, se bajara la exigencia.

La narración gira en torno al tema del doble, de ilustre tradición en la literatura: Paul Auster, Poe…

El doble es un clásico desde antes de la literatura incluso: Aparece en el folclore, en los cuentos populares. Ese ser idéntico a ti, cuya aparición es a veces un presentimiento de desgracia, o a veces de suerte. Ha sido motivo recurrente de muchos escritores, como los que has comentado. También en el cine y otras formas de la cultura. A mí me parecía que era especialmente apropiada para el terreno de la adolescencia, porque el doble, cuando aparece en un relato, pone en juego preguntas que tienen que ver con la identidad. Sirve para interrogarse sobre uno mismo, su lugar, el deseo de ser otro, de vivir otra vida, el miedo de que alguien te reemplace… Son todos deseos, miedos y dudas muy propios de la adolescencia.

Comentabas al principio que a menudo en la adolescencia el hábito lector se pierde. En tu experiencia, ¿cómo se puede evitar?

En el caso de mi hija, es algo que viví con preocupación porque, de pronto, una niña que había sido muy lectora, llega al instituto y eso supone muchas cosas: Nuevos intereses entran en tu vida, descubres cosas como las redes sociales y, sobre todo, tratas de hallar tu hueco en un ambiente donde la lectura y la escritura no son nada populares. Todo se vuelve colectivo, grupal: estás en tu pandilla, estás reafirmando tu individualidad, pero a la vez la compartes con los demás. Y raramente va a haber un espacio para la lectura, a no ser que te juntes con amigos muy lectores. Por esa mezcla de elementos -y otros que nos afectan a los adultos, que leemos seguramente menos que antes también-, muchos niños que han sido muy lectores caen en ese bache en que se alejan de los libros, incluso los abandonan. En mi caso, me tranquilizó ver a través de los hijos de amigos que ese momento pasa: el que ha sido muy lector de pequeño termina volviendo con los años. Se recupera el interés. Pero eso no quita que debemos pensar en qué hacer para que los libros estén de manera mucho más natural en la vida de los adolescentes.

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