“Morente valoraba la personalidad apabullante y la libertad creadora de los grandes del flamenco”
Julián Pérez Páez (Murcia, 1972) viste un elegante traje negro, ese color tan apegado al flamenco, y se expresa con urgencia. Reconoce que en estos días se encuentra hasta arriba de trabajo y se arranca en tromba a compartir sus pensamientos. Lo hace con tono reflexivo y severo al mismo tiempo, y casi termina hablando más del arte y de la gestión cultural que del recital que le llevará a la Casa Díaz Cassou de Murcia el próximo 5 de mayo, día en el que hará un homenaje a Enrique Morente. En primer lugar le preguntamos por su apodo, ‘el Juli’, asunto que zanja rápidamente: “Así me llamaban antes, pero vamos, como la gente me quiera llamar. Lo importante es que me llamen”.
Tiene usted una trayectoria muy larga y muy variada antes de ser conocido en su faceta de cantaor flamenco.
Yo hice historia del arte, y antes de acabar la carrera ya trabajaba con galerías, en exposiciones, escribiendo textos, haciendo crítica de arte, colaborando con medios de comunicación... Llevé el centro Yesqueros de Murcia durante seis años y trabajamos mucho con muchos artistas jóvenes de esta Región. Se hizo muy buena labor, pero lo que pasa con la política y la vida, que se mezclan… Se hizo tabla rasa. También estuve en ‘Ceutimagina’ durante la época brillante del alcalde Manolo Hurtado, y luego estuve en el Museo de Fuente Álamo. También fui secretario de la Asociación Murciana de Críticos de Arte. Entonces llegó la crisis del ladrillo y ya se sabe... A partir de entonces me metí más en algo que yo siempre había tenido en mi cabeza, algo que tenía más como una pasión que como una profesión, que es el flamenco.
¿De dónde le vienen la vocación y el interés por el flamenco?
Me vienen de mí mismo, lo que pasa es que en el mundo del flamenco siempre estamos cayendo en los tópicos de la consanguinidad. Igual que hay universidades que dicen que venimos de Adán y Eva, aquí seguimos con este tipo de planteamientos.
Todas estas historietas de si el cantaor nace o se hace…
Esto no sólo es en los medios, los propios artistas también lo explotan cuando les conviene. Esa cultura de la sangre, en pleno siglo XXI, no hay quien se la trague.
Puede ser un trampolín, pero también una losa; una carga extra de responsabilidad, porque serás comparado con tu antepasado glorioso.
Mira los hijos de Enrique Morente: llevan el peso del padre, que fue un fenómeno. Les sirve de catapulta pero luego también hay comparaciones. En el asunto del flamenco pasa una cosa, y es que llevamos relativamente poco tiempo estudiándolo y siempre hay una manipulación de tipo nacionalista, o de tipo folklorista, que a mí me huele muy a rancio. Huele a alcanfor, como cuando abres un armario que lleva mucho tiempo cerrado. La cosa del flamenco está siempre ahí, en el límite de la chabacanería, de lo ‘kitsch’, de la incultura, del casticismo, de lo irracional, de lo bullanguero... Está siempre en ese terreno y lo utilizan las instituciones y algunos artistas para vender una imagen. Están ahí instalados esos falsos mitos que no benefician a nadie, porque no logramos que el flamenco salga de esa imagen estereotipada.
¿Cómo ve la labor de festivales como el Cante de las Minas, para tratar de difundir el flamenco y llevarlo a más gente?
Es un festival que sigo y he visto cómo ha ido evolucionando en las últimas dos décadas. La cuestión está ahora en una palabra que se usa mucho, que es la sostenibilidad. La sostenibilidad de los festivales. ¿Es sostenible este festival? La cultura muchas veces no se puede medir en esos parámetros porque aporta unos beneficios que son a largo plazo, no a corto plazo. También son cuestiones patrimoniales que se hacen a fondo perdido. Es peligroso que metamos ahí el tema de la identidad. Debemos evitar que entre ahí el nacionalismo, la cuestión regionalista o localista. Yo creo que el arte hoy en día tiene que ser universal y también profesional.
En su opinión, ¿sería esa una prioridad para el flamenco?
Sí, tenemos que profesionalizarlo y eso incluye que lo tengamos no como un fenómeno local, sino como un fenómeno artístico inmerso en corrientes internacionales. Yo soy experto y he trabajado mucho en el mundo de las bellas artes, de las ferias y de las exposiciones, y ahí no hay las cortapisas para los artistas a la hora de crear o funcionar como las hay en el mundo del flamenco, donde se plantean una serie de condicionantes...
¿Cómo cuáles?
Hay que intentar que subsista al margen de la subvención. Hemos vivido en una cultura de la subvención, que es lo que se implantó en la Transición porque se venía de la nada. Durante los años 80 la cultura vivió de la subvención, pero el paternalismo en el arte es peligroso porque puede implicar una manipulación ideológica que puede favorecer a unos sectores... Hay que hacer una gestión del arte y de la cultura en España que sea... Voy a decir una palabra que... (Reflexiona). Hay que liberalizar el sector. Hace falta un mecenazgo, tenemos que fijarnos en otros modelos como el de Estados Unidos con las empresas y los mecenas.
Además de la cuestión del IVA cultural, durante la legislatura pasada se esperó todo el tiempo la Ley de Mecenazgo…
Es que yo creo que beneficiaría al sector cultural. Tú fíjate en un modelo como el de la Región de Murcia, muy marcado por la subvención, y en el caso del flamenco, también por el asociacionismo... Aquí eso funcionó bien, había muchas asociaciones culturales, asociaciones juveniles, pero llega la crisis o se cambia de orientación política y todo ese tejido queda desmantelado. Han desaparecido actividades y festivales relacionadas con el flamenco, las autoridades ya sólo apoyan el Cante de las Minas y el de Lo Ferro. Nunca está de más que sea el público, y el interés que una obra pueda suscitar en el público, lo que mantenga o legitime el arte. Si el público es soberano y una obra la mantiene la respuesta de la gente, eso la legitima y le da interés. No hablamos de un arte subvencionado sino de un arte que se adapta al público.
Pero esa opción entraña también peligros, porque el público puede tardar en aceptar ciertas manifestaciones artísticas...
Sí, lo que pasa es que el artista hace concesiones al mercado, pero también está ahí su capacidad de adaptación. Ahora se están creando fórmulas alternativas desde el punto de vista empresarial que son interesantes. Se trata de ir adaptándose a los nuevos tiempos, a las nuevas tecnologías, por ejemplo. La implantación de las nuevas tecnologías en los procesos creativos es un mundo muy interesante. El sector del flamenco hasta cierto punto es reacio a eso. Todavía se habla de lo puro y de lo ortodoxo, y de lo vanguardista y de lo heterodoxo... Yo creo que ese tipo de discursos tiene cada vez menos interés. A cualquier forma de expresión le estás negando su naturaleza evolutiva, su 'organicidad', su conexión con su tiempo y su época.
¿No cree que falta unión en el sector cultural para llevar estos debates al ámbito público, y para reivindicar el valor de la cultura también como motor de progreso económico?
Aquí se ha intentado. En las artes plásticas se intentó hacer una asociación y no funciona. No todo el mundo tiene los mismos intereses, no hay una visión colectiva y eso no es bueno para la profesionalización del sector ni para que se cree un comercio y una prosperidad económica, y un desarrollo para todos. Aquí hay una mentalidad muy provinciana que es muy mala para el desarrollo económico y para la diversidad de ideas, y es la mentalidad de la envidia y del monopolio. Hay más personas, hay más ideas... Cuanta más gente esté trabajando en ese sector, más se ampliará, más clientela habrá y más gente habrá trabajando. Por eso es interesante que la gente se asocie. Los gremios son una cosa muy antigua que funcionaba y aquí en Murcia había estupendos doradores y estofadores porque había una cultura de taller y de asociación. Tiene que haber más unidad.
Esta forma tan clara que tiene usted de posicionarse no es muy común, ¿piensa que le puede crear dificultades dentro del sector?
Sí, claro, pero hay que expresarse y opinar. Es la base de la convivencia y de la riqueza. Tenemos que aprender a ser tolerantes con las ideas y tiene que haber una dialéctica continua en la sociedad para poder prosperar. Hay que dialogar y escuchar sin prejuicios. Hay que abrir la mente a todo. La dialéctica es el motor de desarrollo de la historia y del ser humano. Si no, nos estancamos y olemos a podrido. Lo estancado se corrompe. El ser humano es orgánico, su esencia es mezclarse, avanzar y seguir creciendo.
¿Qué le parece el nuevo panorama político abierto tras las elecciones autonómicas y municipales del año pasado en la Región de Murcia, desde el punto de vista de la cultura?
Ha entrado gente nueva, aunque la verdad es que no he seguido mucho la cuestión... Creo que la entrada de gente nueva siempre es positivo, pero les ha quedado una herencia complicada. Creo que el periodo anterior ha sido muy malo para todos los profesionales de la cultura en esta Región. No ha dejado nada y se ha gastado mucho dinero, lo que ha dejado una imagen muy mala de la cultura. Hay desconfianza después de lo mucho que se ha gastado. Se obvió lo que se había hecho antes, se hizo tabla rasa con respecto a lo que se hacía en los 80 y ahora parece que no había nada antes, con lo cual hay una falta de referencias. La gente más joven ignora que antes de este oscuro pasado inmediato, había muchas cosas. Había mucha participación ciudadana en la cultura, había cosas muy divertidas e interesantes, había muy buena programación en varios centros, e incluso la gente hasta trabajaba. Luego se hizo un intento absurdo de borrar a todo el mundo y no quedó nadie como referente. Nunca se ha gastado tanto en cultura, nunca se ha invertido tanto en cultura como en el periodo anterior, y se ha tenido tan pocos frutos. No ha habido continuidad y se ha quedado una imagen de la cultura como algo superfluo, como el lujo de unos pocos excéntricos que se están gastando nuestro dinero.
¿Cree que no se invirtió bien?
Creo que ha sido una ocasión perdida. Es una pena que se haya invertido tanto en cultura y que no se haya creado un tejido empresarial fuerte y más vinculado al turismo, por ejemplo. Tenemos ahora lo de los cruceros en Cartagena... Pues ahí hay posibilidad de negocio, de comercio, de industria cultural desde las empresas de guías hasta un tablao flamenco, por ejemplo. Se podría trabajar eso y ser un motor de desarrollo.
Usted ha sido profesor de flamenco y ahora vuelve a ser alumno, ¿cómo lo lleva?
Sí, he sido profesor durante tres años en el Conservatorio de Cartagena, y ahora estoy estudiando un máster. Siempre hay que seguir formándose. Ahora me apetecía seguir estudiando, y es verdad que hay una ‘titulitis’ importante en la sociedad, pero lo importante es renovarse a nivel científico. Yo estoy asombrado con las nuevas herramientas digitales para el estudio, la investigación, la comunicación, las aplicaciones didácticas de la ciencia y la tecnología... Reciclarse en esos campos del conocimiento, y más en un campo como el del flamenco, que es tan nuevo, es algo muy positivo. Todo está avanzando una barbaridad. Lo que pasa también es que los estudios están muy caros.
“Intento cantar a lo antiguo porque contemporáneo ya lo soy”, dijo usted en una ocasión. Explíquenoslo un poco más.
Forma parte de todo esto que estamos hablando, de esta idea de que todo tiene que evolucionar. Es una frase que dije de manera sarcástica e irónica para hacer reflexionar sobre todo esto. El público es soberano y hay que tenerle respeto, es el público el que puede garantizar la sostenibilidad, pero a veces todos tendemos a crearnos una zona de confort, de comodidad, donde reconocemos los fenómenos, los objetos... Fíjate que hace unos años fue el 'boom' de la pintura realista y eso en el fondo era una forma de expresar el rechazo a la abstracción. 'No entiendo la abstracción, ¿qué me lleva a la comodidad? La figuración'. A eso se le llamaba realismo, pero el verdadero realismo estaba en Tàpies, por ejemplo, y no en Antonio López. El público, y a veces también los artistas, tienden a crearse esa zona de comodidad desde donde reconocemos lo que pasa, pero pienso que hay que abrirse a lo que pasa, a las nuevas tendencias artísticas, y basándose en un conocimiento de la historia del arte y de la filosofía, ampliar. Todo esto tiene que ver con el conocimiento de la tradición pero también con la experimentación, con tener sensibilidad hacia lo que está ocurriendo y ser permeable con la realidad cotidiana. El arte y la cultura son un vehículo de transformación de la sociedad y del mundo, son una forma de desarrollo colectivo además de proporcionar un enriquecimiento sensitivo.
Para acabar, háblenos del homenaje a Enrique Morente del próximo 5 de mayo, en la Casa Díaz Cassou de Murcia.
Vamos a hacer una especie de conferencia-recital en la que vamos a destacar y a intentar subrayar, porque no da tiempo para más, la contribución de Enrique Morente como gran adaptador de poesía. Morente hizo una labor ingente con respecto al elenco de poetas que ha adaptado al flamenco y de poemas que ha musicado. No sabría decirte ahora mismo, pero debe andar por los 40 o 50 poetas de todas las épocas y lugares, desde la poesía iberoamericana con Nicolás Guillén, a las del Siglo de Oro español... Destacaremos por un lado esa faceta, y por otro lado resaltaremos algunas de sus metodologías, de sus procesos creativos de 'hibridación' a los que sometía a los clásicos flamencos; su manera de interpretar la tradición. Es muy interesante y va en la línea de lo que hemos hablado: Enrique Morente interpreta la época dorada del flamenco de una forma muy personal. Él valoraba de esos artistas su personalidad apabullante y su libertad a la hora de crear y de hacer. En este recital hablaremos de cómo Enrique Morente interpretó esa dialéctica entre tradición y creatividad.