La Yelo (1996) nace del coño de su madre un día del mes de diciembre en Abarán (Murcia), un pueblo del Valle de Ricote que cuenta con unas, según el último censo, 13 mil almas. Cuando comentó en su casa que quería ser drag, a su madre casi le da un parraque por los prejuicios con la noche y las drogas. Su padre, sin embargo, lo primero que hizo fue ir a comparle un vestido: “El vestido era más feo que tó, pero el gesto me pareció súper bonico”.
En la infancia y entrada a la adolescencia, la Yelo sufrió seis años de bullying chungo desde el último año de primaria hasta 4º de la ESO: “Me han tirado mandarinas, me han metido colillas encendidas en la capucha de la sudadera, me han escupido, por supuesto insultado y alguna paliza así tonta también me he llevado”. Curiosamente, los mecanismos psicológicos de nuestra travesti murciana la llevan a desentrañar el porqué de las agresiones por los caminos de la empatía: “A mí me tranquiliza ponerme a pensar qué es lo que ha llevado a una persona a insultarme y a tratarme así. La homofobia en ese momento pasa de ser algo contra mí a ser algo que yo entiendo desde la empatía. Es la persona que insulta la que tiene un problema y no yo”. Esto es lo que suele contestar por Tik Tok o Instagram a las maris que le escriben pidiéndole consejo y que quieren dejar de sentirse mal por cómo las tratan. Las redes sociales son espacios de odio y recriminación pero también son espacios de comprensión y de construcción de redes de apoyo, afortunadamente. A los mensajes de odio la Yelo contesta pedagógica: “Léete un libro”. “Todo esto que me lleva pasando durante años lo he transformado en pensamiento crítico. Todo esto es quien soy”, concluye.
¿Cómo empiezas en esto del drag?
Pues empecé a partir de la fotografía. Estaba en la escuela de arte experimentando con el autorretrato y un poco con mi estética, la escenificación y mi expresión de género. Un año y medio después de empezar con todo esto, se me cruzó en la vida Drag Race y me di cuenta de que esto del transformismo no eran maricones con pelucas drogándose… solamente (risas). En este programa vi por primera vez a una drag fuera de todos esos prejuicios que yo tenía (mi imagen del transformismo estaba ligada a la noche) y pensé que yo también quería hacer eso. Podría decir que yo estaba en la imagen fija como obra artística final y me planteé pasar a arte en movimiento. Y así surgió la Yelo. En aquel momento, yo había solicitado una beca en Factoría Cultural en el centro Párraga que era de emprendimiento y cambié mi proyecto inicial por otro que consistía en crear un personaje drag e intentar monetizarlo como marca. Así que se podría decir que la Yelo es una empresa.
¿De qué manera cambia el drag la forma de autopercibirse?
Pues supongo que a cada una le habrá pasado algo distinto, pero a mí me ha dado un susto… una vuelta que flipas. A mí la Yelo me ha comido. Yo empecé diferenciando lo que era la Yelo de Jesús, y ahora soy Yelo y en el escenario la Yelo, pero al final es lo mismo todo el rato. Me ha ayudado a explorar mi identidad y cómo me siento. Para mí el drag es una herramienta para indagar sobre la feminidad o la masculinidad. El personaje drag te da impunidad porque la gente te entiende como personaje y entonces no te juzga porque las acciones que estás haciendo o la forma en la que te estás comportando parten del personaje. No es lo mismo el juicio social que sufro yo en la calle cuando voy en drag (que en mi caso es cero) que cuando soy Jesús y soy un maricón femenino. No tiene nada que ver. El drag empodera mucho.
Gracias a las luchas de las personas que son disidentes de género (trans, gays, bi, lesbianas, etc) sabemos que la feminidad no es territorio de mujeres de la misma manera que la masculinidad no tiene por qué ser performada exclusivamente por hombres, pero dime, ¿qué diferencia hay entre la feminidad performada por un hombre gay y la de una drag queen?
La feminidad, la performe quien la performe, está castigada. El drag es algo escénico, algo efímero. Cuando terminas el espectáculo te desmontas y puede ser que esa drag no sea femenina. Sin embargo, el mariquita con pluma es el mariquita con pluma todos los días. Por otra parte, cuando vas en drag, la gente entiende que estás actuando y, como decía antes, eso te da cierta impunidad, de alguna manera te da legitimidad para “comportarte como una mujer”, algo que no pasa (por lo menos en mi caso) cuando vas por el espacio público siendo marica. Ahí sí hay juicio, por, imagínate, ir con los ojos pintados y colgarte dos pendientes. Muchas veces ese juicio, esa manera que tienen algunas personas de deslegitimar o castigar tu feminidad, se traduce en agresiones. Es homofobia.
También puede suceder que cierta expresión de la feminidad (por ejemplo, labios rojos, medias de rejilla, falda corta: un clásico) se fetichice, ahí no se castiga u oprime en forma de agresión, porque lo que sucede es que hay un proceso de objetualización. Ten en cuenta que el drag es algo amplísimo; hay drag queens que no utilizan la feminidad o no hacen una exaltación de la feminidad, hay drags que la exageran para hacer una crítica a la feminidad hegemónica o hay drags que sólo actúan con lo que saben que funciona que va a hacer reír a la gente pero no hay un objetivo político detrás. Es que realmente hay tanta cosa…yo sólo puedo hablar de mi experiencia.
¿Cómo interactúa el drag con la orientación sexual?
Inevitablemente, en el momento en el que trabajas la modificación estética, para la feminidad o la masculinidad (performada o no), si tú eres una chica cis y performas la masculinidad y empiezas a trabajar, como fue mi caso, en un local nocturno, a lo mejor empiezas a atraerle a un perfil de persona que nunca le habías atraído y este hecho te lleva a reflexionar sobre muchas cosas. De repente, la línea para jugar con el género se vuelve muy fina. Yo interpreto eso como que la sexualidad es súper fluida. ¿Y por qué iba yo a rechazar a alguien por su genitalidad? El entorno del drag también te da la oportunidad de rodearte de gente más diversa, así que el drag te abre una puerta a un poquito más de deconstrucción en torno a la identidad, a la sexualidad, a la expresión de género, a todo. De repente te ves jugando con algo. Estás jugando a la confusión. Yo un día puedo interpretar a una macha, otro día a una tía súper femenina o una extraterrestra y me doy cuenta de cómo reacciona la gente a raíz del cambio de aspecto. También puedo dejarme la barba y ponerme una sudadera para ir a hacer algún trámite o si estoy en un espacio de burocracia y sé que así me van a hacer más caso.
Y ya para finalizar, vamos a hablar del último evento drag de Murcia: Huertavisión, (exitazo total y rompedor en Murcia) nos ha dejado con sensación de orfandad ahora que ya se acabaron los domingos en La Cítrica. Allí hemos estado yendo durante más de dos meses a veros actuar a algunas travestis integrantas de El Bancal de Candanga (casa travesti murciana) y a seguir los episodios de Drag Race España. ¿Cómo ha sido esa experiencia?
Una fantasía. Ha sido muy difícil porque era un proyecto autogestionado, pero hemos conseguido hacernos con un público objetivo muy guachi. Nos sentimos muy apoyadas por el público que ha ido viniendo y por el espacio en La Cítrica, que nos ha ofrecido muy buenas condiciones, algo que en el mundo drag no siempre pasa. Aunque hubiera visionado del programa de Drag Race, la gente al final ya no venía por eso, venían porque querían ver a las travestis de Murcia. Personalmente, he aprendido un montón.