'Leer el presente' es un espacio que dedicamos a libros desde eldiario.es/murcia. Del mundo a la página y viceversa. Coordina José Daniel Espejo.
Cuando ya no queda nada
La pesadilla es ver cómo el cuerpo se degrada, asomarse al abismo de una mente en erosión, reconocer al tacto las oquedades de la memoria, sentir que la decrepitud es realidad unívoca, incuestionable. Entonces un deseo: la muerte sin drama, una muerte sosegada, un abrazo leve y progresivo de sueño.
Miremos a Celia: doctora jubilada, amante y amada por un poeta octogenario desde… desde hace toda la vida. Observemos cómo su cabeza cada vez funciona peor. Lo sabemos, porque a nadie reconoce en algunos momentos; lo sabe, porque pese a no recordarlo, sus extremidades sienten que algo pasa.
Miremos a Tomás: viejo gramático, poeta por derecho, apasionado del latido y del momento, esposo (in)fiel y entregado. Observemos cómo su semblante se oscurece cuando su mujer de pronto es otra.
Pensemos ahora en la muerte: un adiós controlado, indoloro, incoloro, insípido. Un adiós que libera y no estremece, un adiós en calma como un océano en calma. El suicidio asistido cuando ya no hay mejor salida que dejar de existir. Ahí comienza la novela.
La firma Francisco Pino y la titula Obituario (LC Ediciones, 2019). Pino, escritor y pintor nacido en la murciana localidad de Cieza, ha dedicado tres centenares de páginas a plantear una pregunta al lector: ¿qué hacer cuando ante nosotros solo hay un abismo? Los dos octogenarios que protagonizan esta historia se encuentran en ese punto: ella con el hilo de la realidad cada vez más transparente; él con el vértigo de no encontrar sentido tras la ausencia de su compañera. Esa situación les lleva a pensar que El Océano, un centro de suicidio asistido, podría ser el final más digno para una historia que ya tiene los días contados.
La premisa sirve para que Pino ponga sobre la mesa la reflexión sobre la muerte asistida: ¿hasta qué punto uno es dueño de su propia vida? ¿Hay mínimos exigibles para llevar a cabo 'el proceso'? ¿Nuestra familia, el entorno inmediato, tiene derechos adquiridos sobre una existencia particular? Sobre esas preguntas bascula la novela, que no pretende ser —ni tiene ese tono— un sesudo ensayo sobre la cuestión, ni siquiera un texto moralizador: en el fondo, Obituario es una novela de amor en los tiempos últimos, en las postrimerías.
Bellamente escrita, con capítulos cortos de gran atmósfera poética, el autor dirige la historia hasta su inevitable final —ya lo conocemos desde las primeras páginas— gracias a un amplio coro de personajes más o menos definidos que, a través de sus circunstancias, ayudan a comprender la necesidad de ofrecer esa ventana a los que ya no quieren vivir más. Y es que Obituario pone encima de la mesa un debate en el que 4 de cada 5 españoles tiene una respuesta clara —según datos de la Asociación Española Derecho a Morir Dignamenteâ: la posibilidad de acabar con todo cuando nada ya tiene sentido.
Obituario es una novela para interrogarse, es un texto que deja en el aire algunas preguntas que apuntan a lo más íntimo de la ética de cada individuo. Una aventura hacia el centro de uno mismo.
La pesadilla es ver cómo el cuerpo se degrada, asomarse al abismo de una mente en erosión, reconocer al tacto las oquedades de la memoria, sentir que la decrepitud es realidad unívoca, incuestionable. Entonces un deseo: la muerte sin drama, una muerte sosegada, un abrazo leve y progresivo de sueño.
Miremos a Celia: doctora jubilada, amante y amada por un poeta octogenario desde… desde hace toda la vida. Observemos cómo su cabeza cada vez funciona peor. Lo sabemos, porque a nadie reconoce en algunos momentos; lo sabe, porque pese a no recordarlo, sus extremidades sienten que algo pasa.