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El frágil equilibrio de los anfibios en la rambla del puerto de la Cadena

Jornada de voluntariado en la rambla del puerto de la Cadena.

José Miguel Vilar-Bou

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La rambla del puerto de la Cadena es un lugar muy popular entre excursionistas. Pocos conocen, sin embargo, la rica fauna que habita este delicado ecosistema, declarado área de conservación prioritaria.

Entre las especies que tienen aquí su hábitat destacan los anfibios, cuya presencia -o ausencia- “sirve para medir la calidad mediambiental de un entorno”, afirma Paz Parrondo, bióloga de la asociación Columbares y coordinadora del Proyecto Amphibia, que trabaja en la conservación de los anfibios en el sureste ibérico.

En la Rambla del Puerto puede encontrarse el sapo común, la rana común y el sapo corredor, que recorre distancias de hasta dos kilómetros por tierra.

“La rambla posee unos valores de flora y fauna increíbles, pero su conservación es especialmente delicada”, advierte Gabriel Buendía, del equipo gestor del Parque Regional El Valle y Carrascoy.

A la inmediata autovía se suman otros peligros para los anfibios: “Detectamos que las poblaciones descendían en parte debido a que la gente se llevaba ejemplares”, denuncia Gabriel.

Con el objeto de mitigar este problema mediante la divulgación, se creó en 2010 la campaña “Sin rana no hay cuento… y tú cuentas mucho”.

Dentro de esta iniciativa del P.R. El Valle y Carrascoy, se organizó este fin de semana una ruta por el cauce de la rambla en la que se llevó a cabo un muestreo de la calidad del agua.

“La presencia de macroinvertebrados nos indica que la calidad del agua es buena”, explicó Parrondo.

A continuación, se limpiaron varias pozas para que, con la llegada de las lluvias, se llenen de agua y puedan servir a las ranas y sapos como lugar de reproducción.

La jornada terminó con una limpieza de cauce que sirvió para hacerse idea de hasta qué punto todo tipo de basuras y plástico son arrojados indiscriminadamente a un lugar protegido.

“La rambla del puerto de la Cadena se nutre de aguas subterráneas, por eso el agua discurre aunque no llueva”, explica Paz Parrondo.

La presencia humana aquí viene de antiguo: Los romanos la canalizaron para el regadío y la utilizaron también como vía pecuaria.

En su superficie rocosa, cuyo origen se remonta a millones de años, aparecen agujeros circulares de origen no natural: “Antiguamente se arrancaba la piedra para hacer ruedas de molino”, explica la bióloga.

El área atrae a numerosos ciclistas y personas paseando perros. Buendía resalta la necesidad de enseñarles a respetar a las especies que se reproducen aquí y que dan a este entorno gran parte de su valor.

En la campaña “Sin rana no hay cuento… y tú cuentas mucho” colaboran Anse, Caramucel, Ahemur, Meles, Eplan y Columbares.

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