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Abrirle la puerta al aire

Eres una chica joven, tienes novio, estudias en la casa de tus padres: “Algunas mañanas llamaban por teléfono y una voz me decía ‘abrirás la puerta a partir de las 5 h’. A esa hora mis padres no estaban en casa; solo yo, estudiando mi carrera. A las 5 en punto yo abría la puerta de la calle, la dejaba entornada y me encerraba en mi habitación. Alguien entraba, alguien llevaba cosas; había gente por la casa, se sentaban en la cocina, cuchicheaban, se marchaban todos”. Y añades: “Si se escuchaban cosas, yo me tapaba las orejas. Si dejaban cajas cerradas yo las escondía bajo mi cama”. Nunca miras porque temes delatar fechas o nombres en el terror de los sótanos de comisarías.

La tarde del 23F, esas cajas cerradas recorrieron las carreteras de España debajo de salpicaderos, camufladas entre mantas de coches familiares, pequeños, repostando gasolina en carreteras comarcales y aprovechando para echar un pito y preguntar si la música militar seguía sonando en la radio.

Eres una mujer casada, los ecos de las contrarrevoluciones de Latinoamérica llegan hasta la provincia y tu esposo se afilia al Partido. Hay reuniones en tu casa, hay músicos con melena y guitarras quedas. Estás embarazada de tu segundo hijo y a veces su corazón y el tuyo se sobresaltan en las madrugadas cuando pasan las sirenas. Le dices que aguante, que todo irá bien. “A la casa de mis padres, una pareja modesta, conservadora, que había vivido la Guerra Civil con 12 años, llegaba el Mundo Obrero para distribuirlo. Tenían vecinos falangistas. Ellos no querían que hicieran daño a su hija”, recuerdas, como evocando los peligros.

Creces dentro de la clandestinidad, llevas a tus nenes al colegio y allí hablas con las vecinas. Tu hija tiene unos ojos grandes que a veces, gemelos de los tuyos, se fijan en cosas que no están bien. Por ella te involucras en el Movimiento Democrático de Mujeres y varias asociaciones de padres y madres. “Mi primera misión fue explicar los escritos de Marta Harneker a las Juventudes”. La organización se feminiza, se abre, se participa de Asociaciones de Vecinos, AMPAS, Movimientos, Feminismos... “sin ánimo de copar las directivas” señalas; porque “nuestra participación en la sociedad, en Unidas Podemos, en Sumar, viene de lejos...” Y que nadie olvide, añades: “desde 1956, pedimos la Reconciliación Nacional”, la misión más dura del partido: la convivencia con los verdugos para construir una España democrática: funerales de Atocha, silencio, mandíbulas cerradas.

Estudias en la Universidad, ya casada y con tus hijos, y participas en la elaboración de los Estatutos como delegada del Grupo IV. Tienes un prestigio y viajas por Europa. Te llaman al Congreso Mundial de Mujeres de Moscú y trabajas con Raisa Gorvachov en uno de los documentos: “A todo voy como feminista primero, luego como comunista” tanto es tu compromiso con tus vecinas, con las mujeres de a pie.

Ya eres mayorcita, tienes un trabajo como conserje, cada día abres la puerta de un colegio de barrio a cientos de niños y niñas. No hay aire acondicionado y en las aulas el verano ruge, es imposible avanzar, estudiar tener ningún tipo de oportunidad. Te has criado en la huerta y no quieres para nadie el látigo, tampoco para el sembrado ni para el rebaño. Me dices: “Cuando llegué no había nadie, así que hicimos una asamblea entre las vecinas y vecinos, con unas sillas que pusieron”. Luego: “Estuve haciendo apoderados desde casa, luego cogí la furgoneta y me fui a Alhama. Algunas carreteras no las había pisado nunca. Volví de noche, en la parte de atrás sonaban los aperos de cavar y algunos limones”. En algunos videos se te ven las ojeras; y a tu alrededor, algunas espaldas, los “tú no vas a esto”, las llamadas de teléfono.

Hoy vas a votar, más: eres apoderada en un colegio electoral. Llevas una carpeta y una credencial de color rosa. También son rosas los carteles del cine que anuncian el estreno de Barby. No hay demasiadas expectativas a tu alrededor. Parece que los trabajos y los días de lucha no terminan de servir. Entonces, en la tele, el líder de las derechas dice que todos y todas ellas van a ganar estas elecciones. Y te ríes. Claro. Ahora lo recuerdas: esto no va de ganar elecciones, va de cambiar el mundo. Y claro que está cambiando. Déjales que gobiernen, que hagan lo que quieran. Lo cierto es que todas y todos sabemos lo que está pasando.

 

*Dedicado a Elvira, Liliana, Adeli, Mercedes

Eres una chica joven, tienes novio, estudias en la casa de tus padres: “Algunas mañanas llamaban por teléfono y una voz me decía ‘abrirás la puerta a partir de las 5 h’. A esa hora mis padres no estaban en casa; solo yo, estudiando mi carrera. A las 5 en punto yo abría la puerta de la calle, la dejaba entornada y me encerraba en mi habitación. Alguien entraba, alguien llevaba cosas; había gente por la casa, se sentaban en la cocina, cuchicheaban, se marchaban todos”. Y añades: “Si se escuchaban cosas, yo me tapaba las orejas. Si dejaban cajas cerradas yo las escondía bajo mi cama”. Nunca miras porque temes delatar fechas o nombres en el terror de los sótanos de comisarías.

La tarde del 23F, esas cajas cerradas recorrieron las carreteras de España debajo de salpicaderos, camufladas entre mantas de coches familiares, pequeños, repostando gasolina en carreteras comarcales y aprovechando para echar un pito y preguntar si la música militar seguía sonando en la radio.