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La alternativa a López Miras es López Miras

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Génova ha frustrado la intención de Patricia Fernández, alcaldesa de Archena, de disputarle la presidencia regional del PP a López Miras. Aquellos que han mantenido, desde hace semanas, que Feijóo solo era una versión continuista de las políticas de Pablo Casado tenían razón. Por razones difíciles de comprender, el aparato nacional del Partido Popular ha impuesto a López Miras como el único candidato posible en el congreso regional de este partido. Y sorprende mucho esta defensa del status quo, que lleva el “espíritu Rajoy” que impregna al liderazgo de Feijóo a un plano completamente alejado de la realidad y del sentido común. Para el político gallego, el mejor cambio es no cambiar nada; estrategia la cual podría parecer un canto al inmovilismo cuando, en realidad, se trata de una decisión de alto riesgo, casi kamikaze.

Las razones que inducen a contemplar el enrocamiento de Feijóo en López Miras como una solución de alto riesgo son de una contundencia fuera de cualquier hermenéutica. En primer lugar, López Miras es el presidente peor preparado de toda la historia de la autonomía murciana. Su mandato al frente del PP de la Región de Murcia no se ha basado en el principio de autoridad, sino en el ejercicio del autoritarismo. A lo largo de estos últimos años, Miras se ha rodeado de un equipo de profesionales de la política que han ido por toda la región imponiendo orden no precisamente a través del poder de la palabra y del conocimiento. Fuera de su perímetro de agradecidos, pocos le profesan un verdadero respeto en la estructura del partido. La autoridad se gana desde la admiración; y esta no abunda mucho entre los militantes y simpatizantes del PP. Si lo que pretende Feijóo al imponer la continuidad de López Miras es evitar la escenificación de una fractura, ha optado por la vía más peligrosa: sepultar dicho disenso bajo un espejismo de unidad mientras que, por debajo, los cimientos hacen aguas y amenazan con colapsar al edificio entero. Los problemas que se ocultan solo saben crecer. Terminan por echar raíces y hacerse estructurales.

No deja de sorprender que la misma persona que, en el teatro Circo de Murcia, expresó su nostalgia por los tiempos en los que en la Región de Murcia ganaba por mayoría absoluta haya cerrado filas con un político como López Miras que todavía no ha ganado ninguna de las elecciones a las que ha concurrido. Jamás una historia de fracasos ha sido tan valorada y premiada. ¿Dónde está el celebrado pragmatismo de Feijóo? Quizás, en su modulación de esa actitud realista que supuestamente le caracteriza, ha priorizado el maquillaje de la unidad a la posibilidad del éxito real. Como ya dijimos en otra ocasión, López Miras tiene un techo electoral –fijado en el entorno de los 18-19 escaños-. Aceptar esta realidad como buena es admitir como bueno un gobierno de coalición –que inevitablemente tendrá como socio a Vox-. Apostar por López Miras implica, en efecto, favorecer la entrada de la ultraderecha en el gobierno de la región de Murcia. Y, en este punto, la excentricidad de Feijóo al blindar a Miras deja de ser una decisión circunscrita al ámbito interno del PP para pasar a afectar a todos los murcianos.

La conclusión que se extrae de la negativa de Génova a dar el juego que se merece a Patricia Fernández es que la realidad de la Región de Murcia le interesa un bledo, y que este territorio del sureste español solo cuenta por el ruido que evite emitir y no tanto por las satisfacciones que pueda dar. Parece que, para el aparato nacional del PP, varias elecciones perdidas, una militancia descontenta y una legislatura caótica trufada de casos de transfuguismo, dimisiones cada mes y creciente ascendencia de las políticas de ultraderecha no son razones objetivas más que sobradas para dar la oportunidad a la alternativa representada por Patricia Fernández. Es muy posible que, en contra de la alcaldesa de Archena, haya jugado el hecho de ser una mujer inteligente, con criterio propio y que no depende de la política para vivir. Eso impide que sea una esclava de la mediocridad del aparato y, por tanto, que resulte menos manejable.  

Génova ha frustrado la intención de Patricia Fernández, alcaldesa de Archena, de disputarle la presidencia regional del PP a López Miras. Aquellos que han mantenido, desde hace semanas, que Feijóo solo era una versión continuista de las políticas de Pablo Casado tenían razón. Por razones difíciles de comprender, el aparato nacional del Partido Popular ha impuesto a López Miras como el único candidato posible en el congreso regional de este partido. Y sorprende mucho esta defensa del status quo, que lleva el “espíritu Rajoy” que impregna al liderazgo de Feijóo a un plano completamente alejado de la realidad y del sentido común. Para el político gallego, el mejor cambio es no cambiar nada; estrategia la cual podría parecer un canto al inmovilismo cuando, en realidad, se trata de una decisión de alto riesgo, casi kamikaze.

Las razones que inducen a contemplar el enrocamiento de Feijóo en López Miras como una solución de alto riesgo son de una contundencia fuera de cualquier hermenéutica. En primer lugar, López Miras es el presidente peor preparado de toda la historia de la autonomía murciana. Su mandato al frente del PP de la Región de Murcia no se ha basado en el principio de autoridad, sino en el ejercicio del autoritarismo. A lo largo de estos últimos años, Miras se ha rodeado de un equipo de profesionales de la política que han ido por toda la región imponiendo orden no precisamente a través del poder de la palabra y del conocimiento. Fuera de su perímetro de agradecidos, pocos le profesan un verdadero respeto en la estructura del partido. La autoridad se gana desde la admiración; y esta no abunda mucho entre los militantes y simpatizantes del PP. Si lo que pretende Feijóo al imponer la continuidad de López Miras es evitar la escenificación de una fractura, ha optado por la vía más peligrosa: sepultar dicho disenso bajo un espejismo de unidad mientras que, por debajo, los cimientos hacen aguas y amenazan con colapsar al edificio entero. Los problemas que se ocultan solo saben crecer. Terminan por echar raíces y hacerse estructurales.