¡Lo que es la vida! Estaba comiendo con unos amigos y pusieron el informativo con la noticia referente al asesinato del policía francés Xavier Jugelé en el atentado yihadista en los Campos Elíseos el pasado 21 de abril.
La gente de las mesas de alrededor expresaba su indignación, enfado y cabreo. Pedían justicia y mano dura, incluidos mensajes racistas, cuando apareció el discurso del marido del policía, Etienne Cardiles. De golpe se produjo un silencio lleno de desconcierto hasta que alguien pronunció la expresión: “¡Andá, si eran maricones!”. Se le unieron otras como: “¡No te digo yo! Pufff, un policía maricón, lo que nos faltaba”.
A partir de ahí comenzó la indiferencia, ya no había indignación ni enfado: el asesinato era menos asesinato. Si la pareja del policía asesinado hubiera sido una mujer, la reacción se habría mantenido en la línea del enfado, pero su pareja era otro hombre. ¿Cómo es posible que se pase de la indignación a la indiferencia por ser una pareja formada por dos hombres que se aman y se han prometido cariño y ternura? ¿Cómo un discurso tan emocionante que nos llegó al corazón –a más de uno se nos saltó alguna lágrima– se silencie?
Nos llega información de muchos rincones del mundo acerca de la represión de personas homosexuales que están siendo perseguidas, encerradas, torturadas y asesinadas como en Chechenia, Indonesia, Sudán, Arabia Saudí y en otros muchos países donde se les maltrata, se les hostiga, les dan palizas y se les asesina. Es tremendo lo que está ocurriendo y creo que todavía no lo hemos puesto en primer plano de un colectivo estigmatizado, al que se viola sus derechos humanos. Se omite esta situación grave, extendida y que afecta a millones de personas cuando debía de ser de primera magnitud. Llama la atención está omisión y ausencia informativa, ¿no será porque son homosexuales?
En nuestras sociedades más avanzadas socialmente vemos cómo aún hay mucho prejuicio y rechazo. En nuestro país los hemos visto tristemente, para mí doblemente triste, en la actitud de la extrema derecha y el posicionamiento de la jerarquía católica que los ha llamado enfermos. Hasta se les catalogó como una pandemia por parte del obispo Fernando Sebastián y se ha calificado como una relación de animales, antinatura, a sus uniones. Recientemente el obispo de Solsona, Xavier Novell, decía que la homosexualidad es fruto de la ausencia de la figura paterna.
Me comentaba hace algún tiempo un amigo gay que en tiempos de Franco había curas que cuando algún homosexual les confesaba su homosexualidad los denunciaba a la Guardia Civil, rompiendo el secreto de confesión. Estas personas recibían palizas en los cuartelillos y ya estaban marcados de por vida. Por cierto, en el clero español hay un tanto por ciento importante de homosexuales. ¿Por qué no respetamos esta orientación sexual? ¿Quiénes somos para juzgarlos y condenarlos socialmente? No estaría mal que les pidiéramos perdón y los acogiéramos como compañeros en este viaje por la vida.
Volviendo a la pareja de Xavier Jugelé, el policía asesinado, y su marido viudo Etienne Cardiles, al cual le doy el pésame desde este artículo, han mostrado en sus vidas y en la muerte de Xavier un corazón lleno de valores, de ternura, de profesionalidad y de vocacionalidad. La frase: “No tendréis mi odio. No siento odio, Xavier, porque no sería propio de ti. Porque no se corresponde con nada que hacía latir tu corazón ni con los motivos por los que entraste en la Policía. La elección de ayudar a los demás, de proteger a la sociedad, de luchar contra las injusticias. Esa misión noble de la Policía que a veces se ve socavada”. Esta frase es un grito de dolor y al mismo tiempo un grito para la esperanza porque los violentos, de aquí y de allí, quieren fomentar el odio y no lo han conseguido.
Esta expresión, dicha por su viudo, nos conmueve y nos abre el horizonte de otro mundo distinto, más justo, más humano y digno. Sustituye el rencor y la llamada al odio y la venganza por la llamada al perdón, a la reconciliación, a la tolerancia y al diálogo. Lástima que este discurso lleno de vida y de humanidad fuera descalificado sencillamente porque eran dos hombres.
No son maricones. Son personas que expresan su amor como lo han descubierto y que quieren vivir y convivir como cualquier pareja heterosexual. Son personas que se vieron obligadas a ocultar sus sentimientos, sus emociones y sus enamoramientos y que poco a poco han luchado por la igualdad y el respeto. No son enfermos: ni mentales, ni sociales, ni físicos. Son personas como tú y yo, que quieren vivir y que les dejen vivir. Hace sólo 27 años que la homosexualidad se eliminó de las listas de las patologías. El respeto a los gays, lesbianas y transgénero debe prevalecer.
Quiero dar las gracias por Xavier Jugelé y Etienne Cardiles por sus vidas, por su amor, porque lo que nos han transmitido desde ese inmenso dolor por la separación injusta del asesinato es mantener la paz, es seguir defendiendo los derechos de los ciudadanos y ciudadanas. En un mundo lleno de terror, de muerte, de destrucción, de justificación de la guerra y del terrorismo aparecen dos personas que expresan la alegría, la cultura y la libertad. Gracias por ser como sois. ¡Qué gran lección de humanidad nos habéis dado!
Etienne, en ese discurso enternecedor, decía que estaba preparando un viaje con Xavier –los detalles del visado, el alojamiento y los billetes– un viaje que de momento no podrán realizar. Pero guardo la esperanza de que Etienne y Xavier, de alguna manera, se vuelvan a reencontrar, a continuar su historia de amor, que sus vidas se vuelvan a entrelazar y que la violencia y el dolor no tengan la última palabra.
Gracias a Etienne y Xavier por vuestra vida, por ser expresión de paz, por no dejar que el odio tenga cabida en vuestro corazón. Gracias por enseñarnos el camino de la paz con dignidad, por enseñarnos que la entrega y la gratuidad son valores importantes y que la Policía está al servicio de la ciudadanía para protegerlos en sus derechos y en sus libertades. Gracias de todo corazón y siento que vuestras vidas hayan sido truncadas por este mundo violento. No sé si erais creyentes o no, pero permitidme y perdonadme el atrevimiento, amigos, unas palabras que son importantes: “¡Que Dios os bendiga de todo corazón!”. Si esta frase no os gusta, tachadla sin más, que no pasa nada. Y que la sociedad entera reconozca sinceramente vuestra valentía y honestidad por contribuir a crear un mundo lleno de humanidad.