El izado exclusivo de la bandera española en la celebración oficial del 9 de junio en la Glorieta, más que una anécdota pasajera resulta todo un síntoma de algo que va más allá de la apariencia.
A muchos les puede parecer un simple detalle sin importancia, pero cuando analizamos el resto de imágenes de ese acto, la presencia testimonial de la enseña murciana en su teórico día, que más parecía la celebración del 12 de octubre en pleno junio, indica que quizás tengamos un problema con los ignorados símbolos regionales. Más aún si consideramos que, “gracias” a la protesta de una asociación cartagenera, se llegaron a ver más banderas riojanas en las calles que los cuatro castillos y las siete coronas.
La cuestión es que ese “olvido” oficial, en mi opinión, no resulta casual, puesto que nos coloca ante el pobre concepto “regional” del partido en el poder desde 1995. Y es que la derecha murciana, o al menos la representada por el PP, proviene de una tradición de escasa convicción autonomista.
Cierto es que hubo otro sector, el de UCD, que contó con un sincero compromiso durante aquellos años decisivos. Basta recordar el reconocido murcianismo del ya fallecido Antonio Pérez Crespo. Pero por entonces la dirección actual del PP era un grupo de jóvenes promesas de Alianza Popular, que es donde militaban los Valcárcel, Cámara y compañía. Partido conocido por su escepticismo, cuando no oposición, frente al proceso autonómico.
El hecho es que en la actualidad, cuando cualquier potenciación de los valores o símbolos regionales es vista como algo “negativo” por parte del partido que maneja la administración teóricamente encargada de ello, es que algo falla. Sobre todo porque esa misma organización, en otras regiones, no cuenta con complejo alguno ya que entiende que hacer patria chica no supone socavar los vínculos con el resto del país.
Es en este enfoque en donde entronca el “olvido” al que son sometidos los símbolos regionales como en el acto de la Glorieta. ¿Alguien ha visto alguna vez una bandera murciana engalanando calles de pueblos en fiestas? Algo habitual en cualquier región no “sospechosa” como Asturias aquí es como ponerse a encontrar a Wally.
Pero si llevamos este aspecto simbólico a algo más trascendente, como la iniciativa política, podemos considerar que esta concepción miedosa del hecho regional también guarda relación con el tradicional sucursalismo de nuestros dirigentes.
¿Se imaginan a PAS llevándole la contraria a Rajoy con el AVE y el soterramiento como hace Juan Vicente Herrera con el problema del carbón en Castilla y León? Sería tan raro de ver como una bandera murciana el 9 de junio.
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