Capítulo II. Donde la autora se enfada
Durante muchos años, la ciudad de Murcia y muchas otras de la costa mediterránea, caminaron en dirección semejante a Marbella. La caída de precios de hortalizas causada por los acuerdos con Marruecos y terceros países terminó de arruinar el campo. Los herederos* de las tahúllas huertanas las vendieron para librarse de la dureza secular de un trabajo que ya no rentaba. Como además, el único negocio que conciben nuestras élites es la construcción de segunda residencia o el turismo, las urbanizaciones se han levantado sin plan urbanístico ni previo ni posterior. Así, por la costa murciana y por la propia capital del antiguo reino “siete veces coronado” proliferaron las zonas sin tiendas, sin farmacias, sin oficinas, sin delegaciones públicas, sin caminos asfaltados, sin comunicación con el resto del territorio, sin colegios, sin policía y sin alcantarillado. Todavía hoy La Manga carece de ayuntamiento: su población y territorio se lo dividen dos consistorios.
La falta de alcantarillado, la más acuciante, fue solventada por vecinos y huertanos como buenamente pudieron: sin previsión municipal, los desperdicios y las aguas fecales de cultivos y urbanizaciones fueron tirados a las acequias milenarias.
Hasta hoy, nadie ha construido un verdadero y completo alcantarillado en la zona periférica del núcleo urbano, que se asemeja en esto a cualquier asentamiento del tercer mundo. Haber convertido el sistema de regadío histórico de Murcia en hilachas de agua marrón, con mosquitos, constituye el legado del boom inmobiliario en la región.
Lamentablemente, la demolición del Edén se completa con la construcción de carreteras innecesarias, como la autovía del Reguerón, que cortan el drenaje de las ramblas; y el entubamiento** de las acequias que regaban y DESALOJABAN las aguas en caso de lluvia torrencial o crecida. Resultado: 2 muertos en Los Alcázares en diciembre de 2016. Ahogados.
Ahogados en el sitio donde, hace hoy mil años, los mejores intelectuales, topógrafos y matemáticos del mundo diseñaron un sistema para recoger, aprovechar y, en su caso, retirar el agua de los 3 ríos.
*Cristina Morano es escritora, diseñadora gráfica y miembro de la Coordinadora de CambiemosMurcia
Capítulo II. Donde la autora se enfada
Durante muchos años, la ciudad de Murcia y muchas otras de la costa mediterránea, caminaron en dirección semejante a Marbella. La caída de precios de hortalizas causada por los acuerdos con Marruecos y terceros países terminó de arruinar el campo. Los herederos* de las tahúllas huertanas las vendieron para librarse de la dureza secular de un trabajo que ya no rentaba. Como además, el único negocio que conciben nuestras élites es la construcción de segunda residencia o el turismo, las urbanizaciones se han levantado sin plan urbanístico ni previo ni posterior. Así, por la costa murciana y por la propia capital del antiguo reino “siete veces coronado” proliferaron las zonas sin tiendas, sin farmacias, sin oficinas, sin delegaciones públicas, sin caminos asfaltados, sin comunicación con el resto del territorio, sin colegios, sin policía y sin alcantarillado. Todavía hoy La Manga carece de ayuntamiento: su población y territorio se lo dividen dos consistorios.