A raíz de la crisis humanitaria que ha supuesto que dos barcos de ONG de salvamento, el Open Arms y el Ocean Viking, sigan en el Meditérraneo sin que ningún gobierno europeo le abra un puerto seguro a 507 personas que han huido del horror de la guerra, entre los que hay niños y niñas, recuerdo una frase que dijiste que merece una reflexión: “Me molestan los abanderados de la humanidad que no tienen que tomar una decisión”.
¿Cómo es que la gente que decide salvar vidas en el Mediterráneo, ante la intencionada falta de medios gubernamentales, no toma decisiones? Lo hacen. Toman difíciles decisiones porque, entre otras cosas, pueden ser sancionados con millones de euros, detenidos, encarcelados, y hasta sentenciados con años de prisión.
No son decisiones que se toman en un bar con un par de cubatas sin más transcendencia que los meros comentarios. Las toman para comprometerse con la humanidad. Para no dejar de ser humanos. Sé que a la clase política, en general, os gustan los aplausos, los votos y la indiferencia ante vuestras decisiones. Pero hay gente con ideales basados, tal vez, en lo que la vida les ha enseñado: construir nuestro mundo desde la humanidad y con humanidad, capaces de enfrentarse y entrar en conflicto con el poder político que representáis.
Hemos visto la noticia de que antes, embarcaciones como barcos mercantes o pesqueros, recogían a las personas que se encontraban en el Mediterráneo y los que llevaban al puerto donde tenían su destino. Ahora ya no lo hacen porque les impedirían atracar y pueden ser acusados de tráfico de personas. ¿Qué hemos hecho de este mundo donde salvar vidas de ahogarse se convierte en un delito? ¡Qué terrible mundo! En España, como bien sabes, no auxiliar a una persona en un accidente es delito. Dejar morir a la gente ¿es lo que se debe hacer?
Me imagino, y lo digo con mucha tristeza e indignación, que cuando te refieres a que “no tienen que tomar ninguna decisión”, haces mención a que las vuestras tienen en cuenta otras consideraciones, como las presiones de la derecha y su sector más extremo, que arrastran muchos votos de carácter racista, xenófobo y de rechazo al pobre (aporofóbico), y que no queréis perderlos porque, según vuestro criterio, lo necesitáis para poder gobernar. Son vergonzosos los sectores católicos que apoyan estas posturas: fomentan el odio, el rechazo y la discriminación. A veces, me pregunto, José Luis, ¿Qué evangelio leen? No es el mío, desde luego, con todas mis contradicciones e incoherencias.
A esto se suma el modelo neoliberal, que conlleva el saqueo y el expolio los países, provocando muertes, haciendo negocio con la guerra e impidiendo que vengan los que puedan salir para buscar un territorio de paz. El liberalismo económico quiere que se queden en su país y acepten su destrucción. Los poderes económicos y financieros no quieren acoger, solo especular y ganar dinero, y vosotros tenéis que ser cómplices con su visión, si no queréis sufrir sus ataques a través de los mercados. Militas en un partido que se autoproclama socialista y el socialismo, por definición, es humanismo. ¿Dónde queda ese humanismo? Tenéis que optar por hacer una política desde la humanidad o desde la inhumanidad. No os debéis cabrear con los que os ponen el espejo para que veáis cuál es vuestra política y sus consecuencias.
Por decisión personal, junto a otro grupo de personas, visitamos campos de refugiados, compartimos la vida con ellos y nos abren sus vidas. ¿Has pensado en acercarte a ellos y dialogar y que te expliquen por qué salen de su país? Aprendes enseguida que su decisión se basa en el “amor a su familia”, en buscar la esperanza, pasar de la muerte segura, a la muerte probable. Terrible paso el deben dar.
Desde su amistad nos contaban relatos horrorosos que te conmueven y con los que es inevitable derramar lágrimas. Te voy a contar una historia muy común (hay muchísimas lamentablemente): cuando un niño o niña estaba malherido por un bombardeo y no había atención médica porque los hospitales habían sido destruidos, solo les quedaba esperar a que muriera desangrado o que alguien “por piedad” le pusiera un cojín y lo ahogara para evitarle el terrible sufrimiento.
¿Puedes hacer un esfuerzo y ponerte en lugar de ellos? Imagínate que estás con tu hijo o hija en brazos, gritando de dolor porque le ha alcanzado la metralla de una bomba. Su cuerpo está desgarrado, roto por las heridas, y tú gritas de desesperación pero no hay médicos, y los edificios y las calles están destruidas. Miras sus ojos de un dolor inmenso y su llanto te atraviesa el corazón, pero no puedes hacer nada, absolutamente nada. Solo esperar su muerte o adelantarla.
Me cuesta tanto entender la gente que los rechaza en Europa ¿Tan insensibles, despiadados y crueles nos hemos vuelto? Puedes llamarme demagogo pero esos gritos existen. Son nuestras guerras, nuestras bombas y nuestros intereses económicos. Pero sus vidas no importan. Todos y todas tenemos que abanderar la humanidad desde el compromiso con la realidad. En caso contrario ¿qué mundo nos espera? Veo, con un dolor profundo y una rabia contenida, que en materia de refugiados e inmigrantes optaste por la inhumanidad. Uno se califica por lo que hace, por lo que deja de hacer y por lo que impide hacer. Creo, José Luis, que me entiendes perfectamente.
No queremos dejar este mundo en manos de mercaderes y de especuladores. Te recuerdo una frase del 15M que siempre me ha gustado: “No somos mercancía en manos de banqueros y políticos cómplices”. Te pido, como creyente y como ciudadano, que los verbos acoger, defender, promover e integrar los conjuguéis en vuestra política. Podéis hacerlo.
Hace unos días, en el campo inhumano e indigno de refugiados de Moria, un amigo, no lo llamo refugiado, me contó que huyo de la guerra y el hambre porque quería ser esperanza para su familia. Él solo quiere una vida normal y contribuir con su trabajo al país de acogida. También me dijo que, pese al gran rechazo que se había encontrado, no hay que sentir odio, que la violencia es siempre mala. ¡Menuda lección de Vida!