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Cuento de Navidad

Apreciados lectores, la conversación que les voy a transcribir es una conversación que escuché el día del encendido de las luces de Navidad mientras estábamos de pie, en la Plaza Circular, esperando a que todo se iluminara. No pude evitar oír la conversación de dos señores que había detrás de mi y a los que no les vi ni el rostro y ni quise vérselo, porque por el tono de sus voces, la serenidad de uno y la crispación del otro, pensé que cualquiera de nosotros podríamos ser ambos, o uno u otro. Elijan ustedes.

“Odio la Navidad”, decía uno.

“Pues a mi me encanta”, le respondió su acompañante.

“Para mi es todo falsedad, compras, es el enaltecimiento del consumo, todo el mundo preocupado de gastarse lo que no tiene para quedar bien con la pareja, los hijos, la familia, y encima porque se supone que todo es alegría”.

“Pues para mi es justo al revés, hacemos ese esfuerzo porque queremos demostrarle a los que amamos lo mucho que los queremos”.

“¿Ah, sí? ¿Y por eso te endeudas para comprar lo que no puedes pagar o en pedir a crédito para pagar algo que no te van a agradecer?”.

“No todo el mundo hace eso, ni lo vive así, sencillamente la Navidad saca de nosotros emociones de todo tipo. Hay cosas buenas y malas. Para mi bueno es demostrar cariño con un detalle, malo sería endeudarme para aparentar o competir en regalos. Depende de cada cual, y es según lo mires, como se suele decir, todo es relativo y el observador afecta a lo observado”.

“Ya claro, como que ahora me vas a negar que tú no has gastado en Navidad más de la cuenta, ni te has dejado llevar por el consumo excesivo”.

“Pues en según qué cosas sí y en según qué cosas no. Por ejemplo, gasto mucho en irme de comidas y cenas porque me encanta estar con gente. Regalos sin embargo, hago pocos. Y nunca me gasto más de lo que tengo.”.

Viendo que no había forma de convencer al otro, el que odiaba la Navidad, insistió.

“Y encima es una época de estar en familia y hay familias que están cojas porque se les ha muerto alguno de los suyos”.

“Pues mira a propósito de eso voy a contarte una historia:

Llegó un día la muerte a casa de una mujer cuya única familia era su hijo.

La mujer al ver a la muerte le preguntó qué quería y ésta le contestó que venía a por su hijo. La mujer se arrodilló y llorando suplicó que le dejara a su hijo y la muerte le contestó que no se lo llevaría si encontraba alguna casa por la que ella, la muerte, no hubiera pasado.

Inmediatamente la mujer partió en busca de esa casa y anduvo, y anduvo durante mucho tiempo por todo el mundo tocando a las puertas de las casas por allá por donde sus pies la llevaban sin encontrar casa por la que la muerte no hubiera pasado.

“Aquí pasó hace cinco meses y dos días y se llevó a mi abuelo. Por aquí hace dos semanas y se llevó a mi padre. Y por aquí hace tres meses y catorce días y se llevó a mi hermano”.

No encontró en todo el mundo casa por la que la muerte no hubiera pasado, así que la mujer, rendida, volvió a su casa y le dijo a la muerte que si no podía llevársela a ella y tenía que ser su hijo que hiciera lo que tuviera que hacer porque no había casa por la que no hubiera pasado.“.

“Te digo esto Juan-dijo el que contó la historia-porque en todas las casas falta alguien, de hecho sabes que yo no tengo padres, pero no por eso la Navidad es odiosa. Al contrario, por honor a ellos vivo la vida con mayor intensidad, a pesarpe de echarles mucho de menos.

La Navidad, es lo que tú haces de ella, como la vida, depende de la actitud, nada más.

Yo, en mi caso, recuerdo el olor a leña y cuando toda mi familia se juntaba en el pueblo en casa de mis abuelos y cantaba los villancicos, y me quedo con eso. Luego la vida trae otras cosas, pero no por eso la vida ni la Navidad son una mierda.“

“Tú di lo que quieras, pero ese rollo de la muerte y todo eso de la actitud no deja de ser un engañabobos. Eso que dices es un consuelo estúpido, pensar en el olor, la familia y todo eso…”

“Juan como te he dicho es actitud, depende de ti”.

Queridos lectores, es Navidad, les deseo de todo corazón una muy feliz Navidad, sabiendo que todos recordaremos a quienes se nos han ido y que las dificultades y problemas diarios forman parte de la vida y aún siendo Navidad seguirán ahí, pero tal vez podamos aparcarlos un poco, y sobre todo les deseo que el niño que fuimos y que somos no quede aplacado por el adulto Juan, pues como dice el Principito “lo importante es lo que no se ve” y como dice Tom Bombadill “Ánimo en los corazones y no desaprovechéis la buena fortuna”.

Apreciados lectores, la conversación que les voy a transcribir es una conversación que escuché el día del encendido de las luces de Navidad mientras estábamos de pie, en la Plaza Circular, esperando a que todo se iluminara. No pude evitar oír la conversación de dos señores que había detrás de mi y a los que no les vi ni el rostro y ni quise vérselo, porque por el tono de sus voces, la serenidad de uno y la crispación del otro, pensé que cualquiera de nosotros podríamos ser ambos, o uno u otro. Elijan ustedes.

“Odio la Navidad”, decía uno.