El dolor de los progres nada tiene que ver con el libro del murciano Miguel Ángel Hernández 'El dolor de los demás', aunque se masque la tragedia desde su sinopsis. Digamos que érase una vez una España fragmentada… Y no, este no será un artículo más sobre la guerra civil, aunque ¿saben?, también se le parece. Mismo sitio, distinto lugar, ¿recuerdan? Allá andaban los progres luchando por la libertad, la derecha más cruel se agrupaba bajo las alas de una misma rapaz: carroñera e implacable, atroz. Y el resultado ya lo conocen: un pasado, un presente y un futuro, el que se vislumbra, de vencedores y vencidos que no son capaces de aunar esfuerzos por el bien común…
Son pocos los grandes temas que nos separan, que nos hacen estar distanciados y tratarnos como enemigos. Podemos empezar citando el tema catalán. ¡No, no se vayan!¡No se vayan, por favor, sigan leyendo! Ya sé lo que piensan y es lógico, me ocurre exactamente lo mismo. ¿Cuán hartos y hartas estamos de sentencias, diadas, referéndums y pedradas? Estamos tan hastiados que apenas sabemos qué decir al respecto. Comenzábamos los progres pareciendo asumir como cierta, aunque de manera escéptica, la cantinela de la opresión, del maltrato y de las injusticias que se acometían desde el Estado contra Cataluña.
Nosotros, siempre tan a favor de las gentes, llegamos a posicionarnos, algunos por lo bajini,en pro de la consulta popular. Pero hoy nos es difícil sostener ciertos postulados, pues se construyen barricadas en las calles de Barcelona, ciudad cosmopolita, diversa, arquitectónica, olímpica, plural, grande, bella, nacional, internacional, plurinacional…, de todos y de todas, en definitiva. Hoy arde Barcelona con su mobiliario urbano. Sus establecimientos se hallan saqueados, las puertas de las universidades bloqueadas, mientras desde el púlpito claman a las masas “apreteu, apreteu”. Y, como fieles, aprietan hasta llegar a confundirnos cuando incluso independentistas confesos tienen que abandonar manifestaciones, llamadas pacíficas, por no saber qué podría ocurrir. Y más vale prevenir, amigos y amigas. ¿Pero qué hay de nosotros y de nosotras? ¿Hacia dónde mirar si todo está incendiado, si nos han dejado sin argumentos y un poco más enfrentados? Si para Iglesias la sentencia del procés es injusta y antidemocrática, para Errejón inútil y para Sánchez de íntegro cumplimiento… ¿A dónde ir?
Otro hecho recientemente vivido es la exhumación del dictador de su mausoleo. ¡Que no, que no, que esto no va de la guerra civil, ya se lo dije! Pero sí de lo que vino después de 36 años de dictadura y de 44 años de espera, como los que han tenido que pasar desde su muerte hasta dejar de ser venerado el caudillo bajo la sábana santa de granitos, mármoles y otras tierras que eran nido de banderas aladas, caras al sol y sangre de trincheras. Todo eternizado por este modelo español de impunidad que, con las rarezas de la Constitución, permiten que hoy en día todavía exista la más mínima duda y controversia sobre la exhumación de la bestia. Sea como fuere, surcó por fin los cielos Francisco Franco desde el Valle hasta Mingorrubio entre lágrimas de emoción, de alegría y de justicia. Sin embargo, nos encontramos a cada cual con su cantinela y oímos voces de la izquierda que dijeron que no era el momento, que se podía hacer más tarde, a pesar de que ya era agónica la espera. ¿Se dan cuenta? Lejos de festejar como progresistas y demócratas el vuelo del fascista, nos proponemos minar las entrañas de nuestra propia memoria, por votos en las urnas, para Pablistas, Errejonistas y Sanchistas. ¿A dónde ir?
Y por último, que veo que a algunos ya les duele, parece que la aparición en escena de un tercer gran partido de izquierdas termina por darnos la puntilla. No hace mucho se poblaban las plazas de distintas ciudades de gentes con proclamas contra el hartazgo de la situación política, la corrupción de la derecha, la ley mordaza, los desahucios, y el bipartidismo. El 15M dio lugar a la aparición de un partido de izquierdas, Podemos, que pronto absorbió a ilustres e históricos como Izquierda Unida, y a la par se disgregó en arroyos, confluencias, corrientes y mareas. Sin embargo, estos mismos hoy no aceptan la llegada al mundo político de Más País de Iñigo Errejón, y por qué no, de Manuela Carmena. Son miles las palabras incendiarias contra otra fuerza amiga, sobre todo en redes, donde les acusan de traidores y de disgregar el voto. ¿Se dan cuenta? ¡Qué paradoja esta de la vida! Que quienes vinieron para adaptar a nuestros tiempos a las 'viejas' fuerzas políticas, adoptan formas de proceder más propias de la tiranía por el miedo de perder escaños y, por ende, las sillas.
¿A dónde ir, qué leer, adónde mirar, a quién escuchar, a quién creer? Lo verdaderamente cierto es que no hay mayor arma para los demócratas que la palabra y el diálogo, seguido de voluntad para encontrarnos. El dolor de los progres es justamente eso: no tener claro a dónde ir, ver cómo nuestros líderes políticos nos llevan convocando cuatro años a las urnas mientras el Mar Menor muere, la violencia machista mata, la precariedad laboral no cesa, los alquileres suben, la natalidad baja, los pobres son más pobres, los ricos son más ricos y, lo que es peor, la derecha es más derecha.
Podremos permitirnos perder el norte, pero no perder la izquierda. Que nuestros principios estén siempre por delante de quienes nos representan, que nunca nos quiten las ganas de vencer y que, a pesar de que siempre vayan a decidir por nosotros, intentemos que lo hagan lo menos posible. Ante esto, ¿sabes ya adónde ir el 10-N? Vota.
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