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De los 20 duros a los 20 euros

Se cumplen 20 años, once países de la UE renunciaban a su moneda y adoptaban el euro. No fue moneda de curso legal hasta tres después, y todo ello bajo el paraguas supervisor del Banco Central Europeo (BCE). Entonces, la expectativa era muy alta. La moneda común suprimiría la inestabilidad monetaria, iba a ayudar a reducir los costes empresariales y garantizar los tipos de interés bajos y estables. El euro haría que la voz de Europa se oyera más fuerte en todo el mundo, lo que permitiría un mejor balance comercial en defensa de un interés común, que va mucho más allá de los puramente monetarios.

La crisis golpeo duramente a España e Italia, dos importantes pilares, pero, lejos de devaluar la moneda para ganar más rápidamente competitividad, El Banco Central Europeo (BCE), con sede de Fráncfort (Alemania), decidió reducir los tipos de interés hasta la mínima expresión del 0,05% y lanzar la compra de activos a los bancos para frenar el coste del endeudamiento de los países en apuros. Maastricht fijó unos criterios de convergencia: contención de la inflación, rebaja del déficit público y mantenimiento de la deuda pública por debajo del 60% del PIB.

Lo cierto es que en aquel momento ni un euro eran 100 pesetas ni 50 céntimos equivalían a cinco duros, pero los cálculos mentales hacían trampas al solitario y ello favoreció la tolerancia a aquellos redondeos al alza de cualquier establecimiento comercial. El 80% de los consumidores europeos percibían un aumento de los precios de las cosas como consecuencia de la entrada en vigor de la divisa común y, sin embargo, solo un 3% de las empresas reconocían haber incrementado sus tarifas. Pero la realidad es que el efecto en su primer mes de vida fue que los precios en España se dispararon un 4% (un 2,5% en toda la eurozona), el doble del objetivo oficial, por los redondeos, la subida de impuestos y los carburantes.

La derechona populista culpa al euro de todos los males, persiguiendo rédito electoral y ponen en cuestión: la pertenencia al euro y el pago de la deuda al BCE, la Liga y Cinco Estrellas renuncian incluso al impago de la deuda. En economía la incertidumbre no es buena, y no sabemos cómo se comportarán algunos Estados frente a la perdida de estímulos.

Este año el Banco Central Europeo dejará de comprar deuda pública, lo que provocará una subida de tipos de interés, ello supuso que desde 2015 se compraran bonos de los Estados por valor de 2,5 billones, casi 250.000 millones a España. La subida de tipos afectara al bolsillo de los de siempre, veremos la reacción de los gobiernos frente a esto.

El euro se ha convertido en un símbolo de soberanía y estabilidad europea. Ha brindado prosperidad y protección a la comunidad y creo necesario asegurar que continuará haciéndolo. Pero falta la unidad política y social de Europa que es imprescindible para encontrar mejores formas de agrupar, canalizar y reflejar las diferentes preferencias estratégicas en toda Europa; delinear unas innovaciones constitucionales e institucionales capaces de superar las demandas, a menudo contradictorias, de más soberanía y más democracia; y por último, proponer unas reformas serias y ambiciosas de nuestros sistemas políticos nacionales, con el fin de que incorporen de verdad una dimensión europea. Para que la unión política y social triunfe, debe ser un medio, no un fin, de una integración más profunda.

Se cumplen 20 años, once países de la UE renunciaban a su moneda y adoptaban el euro. No fue moneda de curso legal hasta tres después, y todo ello bajo el paraguas supervisor del Banco Central Europeo (BCE). Entonces, la expectativa era muy alta. La moneda común suprimiría la inestabilidad monetaria, iba a ayudar a reducir los costes empresariales y garantizar los tipos de interés bajos y estables. El euro haría que la voz de Europa se oyera más fuerte en todo el mundo, lo que permitiría un mejor balance comercial en defensa de un interés común, que va mucho más allá de los puramente monetarios.

La crisis golpeo duramente a España e Italia, dos importantes pilares, pero, lejos de devaluar la moneda para ganar más rápidamente competitividad, El Banco Central Europeo (BCE), con sede de Fráncfort (Alemania), decidió reducir los tipos de interés hasta la mínima expresión del 0,05% y lanzar la compra de activos a los bancos para frenar el coste del endeudamiento de los países en apuros. Maastricht fijó unos criterios de convergencia: contención de la inflación, rebaja del déficit público y mantenimiento de la deuda pública por debajo del 60% del PIB.