Hoy en día no está permitida la imperfección, sobre todo da la sensación de que no la permiten las redes sociales de moda, como TikTok, Snapchat o Instagram, donde una gran mentira generalizada de culto al cuerpo y a los cánones de belleza perfecta se ha convertido en caldo de cultivo para los trastornos alimenticios de niñas, niños y adolescentes.
De manera mayoritaria, niñas cada vez más pequeñas dejan de comer y de relacionarse con su entorno por miedo a ser juzgadas por su aspecto o porque el espejo no les devuelve la misma imagen perfecta que están acostumbradas a ver en su móvil tras aplicar unos “inofensivos” filtros de belleza a sus fotos. Instrumentos que las convierten en otras, que crean una belleza que no es real y que, en muchas ocasiones, demasiadas, les generan expectativas inalcanzables y las lleva a una consiguiente y descomunal frustración al encontrarse con la realidad de su propio cuerpo o rostro. A partir de ahí, ese juego inofensivo pasa a convertirse en un problema muy grave de salud porque la niña o la adolescente considera que la realidad es ese filtro proyectado y si no lo es, no se permite salir a la calle, ir a clase, ver a sus amigas, ponerse un simple bañador y, por lo tanto, tampoco se respeta ni se quiere.
Cuando no te quieres todo lo lógico deja de serlo y hasta una niña, de las que saca buenas notas y nunca ha dado un problema, puede suspender, dejar de alimentarse y encerrarse en su habitación para que nadie la vea y, sin ser consciente de que la belleza lo es aún más cuando es imperfecta, se convierte en una esclava de la báscula y pierde sin querer, no solo el respeto por ella misma, sino también el contacto con todo su entorno, su salud y hasta su propia vida.
Es cierto que las presiones sociales las recibimos todo el mundo por igual, pero las mujeres somos más vulnerables a estas imposiciones físicas porque es por lo que se nos ha medido durante siglos. El patriarcado impone tratar al hombre como la mente, la razón, aquello que piensa, y a la mujer como el cuerpo u objeto a cuestionar. Debemos demostrar nuestra valía profesional, pero también se nos exige desde que nacemos el mostrar una imagen impecable siempre. Asimismo, la adolescencia es la etapa en la que hay más probabilidad de desarrollar un trastorno alimenticio porque no hay aún una autoestima formada, una aceptación de nuestro propio cuerpo o una personalidad lo bastante fuerte y marcada. Si tuviésemos la suficiente inteligencia emocional para aceptarnos y no buscar esa aceptación constantemente, quizás no necesitaríamos subir a las redes imágenes retocadas y perfectas, pero he de reconocer que no resulta nada fácil ni siendo adulta.
Estoy hablando de un problema de salud pública agravado en la actualidad por el uso masivo de estas aplicaciones de belleza y una pandemia que ha aislado a nuestros menores del mundo real durante demasiado tiempo. Puedo parecer alarmista, pero los datos que manejo realmente me dan miedo y me entristecen muchísimo. Asociaciones regionales centradas en los trastornos alimenticios que están desbordadas por el número de pacientes que acuden a ellas y que cada vez son de menor edad. Escasez de camas en nuestros hospitales públicos regionales para tratar estas patologías y demasiadas familias que se enfrentan a unas listas de espera interminables y que no saben dónde acudir o cómo acceder a profesionales especializados en este tema que normalmente escasean o no pueden pagar.
Desde el Grupo Parlamentario Socialista hemos presentado una moción en la Asamblea Regional proponiendo la creación de un Comité de Expertos, formado por educadores, psiquiatras, psicólogos clínicos, nutricionistas, endocrinos, trabajadores sociales, terapeutas ocupacionales y personal de enfermería con formación especializada, para que trabaje e informe periódicamente a toda la Comunidad Educativa de la Región de Murcia. Y lo haga mediante charlas impartidas a las niñas, niños y jóvenes en sus aulas, sobre el buen uso de las redes sociales y los filtros de belleza, poniendo especial hincapié en el refuerzo de la autoestima y la diversidad. Es muy probable que no sea aceptada porque últimamente lo que prima es tumbar cualquier iniciativa si el que la presenta no forma parte del Gobierno de la Región y por muy necesaria o justa que esta sea, como considero que es el caso.
Una persona que no se quiere a sí misma nunca va a ser libre y el sistema ya se ha preocupado lo suficiente de que, sobre todo nosotras, las mujeres, no lleguemos a gustarnos o querernos del todo nunca. Sé que no es una tarea fácil, pero comencemos a educar reforzando la diversidad, el respeto y la autoestima de los menores porque solo así podremos ganar esta nueva guerra de la perfección absoluta contra la normalidad del resto de los mortales; los del montón, los imperfectos, pero realmente los más bellos y bellas.
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